ENCUENTRO EN LA RUTA 18: UNA MISTERIOSA HISTORIA A BORDO DE UN AUTO EN CERCANÍAS DE VILLAGUAY.


Un hombre viaja de madrugada desde Paraná a Concordia, ve a un joven caminando por la banquina en cercanías del puente sobre el río Gualeguay y se ofrece a llevarlo. Así comienza "Encuentro en la ruta 18", una misteriosa historia (¿real? ¿ficticia? ¿ambas?) narrada en un video subido a Youtube hace ya un año por alguien de quien sólo se conoce su apodo: "Nervustrack".

A continuación se transcribe el relato completo:

"Me llamo Marcelo, soy de Entre Ríos y por cuestiones de trabajo viajo a diferentes provincias bastante seguido. Fueron muchas las veces en las que vi cosas raras en la ruta y soy consciente también de que no a todos nos pasa lo mismo. Tengo compañeros que jamás vieron ni les pasó nada mientras que a otros sí. Creo que es un tema de sensibilidad a ciertas cosas, pero realmente lo desconozco; es sólo una idea personal.

Esto que voy a contarte fue en los primeros días de julio de 2019. Yo estaba viajando desde Paraná, donde vivo, hacia Concordia. Tenía que ir y venir en el día, así que salí bastante temprano, más o menos a las cuatro y media de la mañana. A ese camino lo hice muchísimas veces, conozco cada kilómetro, te lo aseguro, pero esa vez, no sé por qué, no sé cómo fue, pero las dos cosas que pasaron me sacaron por completo de mi eje.

Lo primero sucedió cuando crucé el río Gualeguay. En realidad fue un poco antes, calculo que un kilómetro a quizá menos. La ruta a esa hora estaba súper tranquila, era de noche todavía y hacía un frío tremendo. En eso veo a un muchacho, un pibe joven caminando al costado de la ruta. No dudé y paré para llevarlo o preguntarle al menos si necesitaba algo. Te voy a contar una cosa para que entiendas por qué paré esa noche. Hace un tiempo, mi hijo caminaba por una ruta de la provincia, volviendo de un cumpleaños, cuando tuvo la desgracia de que un auto no lo viera a tiempo. Desde ese día, cuando veo a un pibe o a una piba por la ruta, sea la hora que sea me ofrezco a llevarlo.

Esta vez tuve una sensación de miedo o algo similar, no sé por qué. Me acuerdo de que frené como a unos 40 metros delante del chico. Él seguía caminando y se estaba acercando, mientras yo lo miraba por el espejo y le hice una seña de que había parado para llevarlo. Me saludó cuando estuvo al lado, le respondí el saludo y le pregunté para dónde iba que lo llevaba.

Él inmediatamente me sonrió y me agradeció por parar. Me comentó que iba hasta la rotonda que va para Villaguay y le dije "suba muchacho que yo lo llevo". Estaba vestido con una remera blanca con un estampado en el frente, no me acuerdo cómo era, y un pantalón de jean. Después hablemos un poquito: me contó que se llamaba Agustín y que venía de un asado con los amigos pero nadie lo pudo llevar a su casa porque se había vuelto antes.


¿Sabés algo que no me puedo sacar de la cabeza y te juro que me dejó más que confundido hasta el día de hoy? Es el perfume de este pibe. Era muy extraño. Jamás sentí algo parecido. Era rico pero a la vez sumamente raro. Le recomendé que evitara hacer esas caminatas por la ruta y a esas horas porque es muy peligroso. Le conté también lo que le había pasado a mi hijo y cuando terminé veo de reojo cómo él gira y se me queda mirando en silencio como unos cuatro o cinco segundos y me dice "lo siento mucho, señor, eso no tendría que haber pasado". Yo me limité a agradecerle: no sabía qué más decirle. No habló mucho más; sólo me contó lo de su asado y alguna que otra cosa, pero durante esos 10 o 15 minutos de viaje se mantuvo mayormente en silencio. Hasta ahí no noté absolutamente nada raro, salvo lo del perfume.

Lo más loco estaba por pasar. Fue justo antes de llegar a la rotonda de Villaguay, cuando un camión me encandiló muy mal. Lo que me salió en ese momento, como siempre, fue insultarlo. Después miré para mi costado y no pude creer lo que había pasado: Agustín no estaba. Te puedo asegurar que tuve una sensación horrible; me asusté, sorprendido y no entendía realmente nada.



Frené en la estación de servicio y me quedé mirando el asiento del acompañante por un rato largo, como buscando algo, alguna señal de que no me estaba volviendo loco, pero no había nada. Lo busqué por afuera, por adentro, por todos lados, pero el pibe no estaba. Me tomé un café ahí mismo como para despejar la cabeza y distraerme, porque inevitablemente este chico me hizo acordar a mi pibe, a Mario, que también a veces pienso que sigue caminando por alguna ruta como lo estaba haciendo antes del accidente.

Lo segundo que me pasó fue tremendo. Cuando arranqué otra vez rumbo a Concordia no sólo me sentía confundido, sino que también el auto se sentía raro. Abrí las ventanas y fue en ese momento que me di cuenta: adelante, como a unos 100 metros al costado de la ruta, estaba otra vez el chico, caminando exactamente igual de como lo vi antes, pero esta vez por la mano de enfrente.

Te aseguro que se me heló la sangre y me desesperé, no sabía cómo hacer para frenar. Tenía un auto atrás, así que puse balizas y me tiré a un costado para poder frenar. Cuando por fin paré, me bajé, miré para la mano de enfrente y un poco más atrás buscando al muchacho, pero ya no estaba, había desaparecido otra vez y te aseguro de que nadie lo levantó. Me quedé un rato ahí pensando pero nada tenía sentido, era todo demasiado confuso.

Subí al auto, seguí viaje y llegué a destino, a Concordia, a las 9 y media pasadas. A la primera persona que vi fue a Fernando. Charlamos un poco y no le conté nada en ese momento. Después fuimos al auto a bajar algunas cosas y él me dijo "epa epa, cómo perfumamos el auto esta vez, Marce". Me quedé mirándolo serio, porque la verdad es que no le doy mucha importancia al auto y menos que menos lo perfumo. De hecho, yo tampoco uso perfume porque me irrita la piel. Ese olor que había dentro del auto no era mío, era el de este chico, Agustín. Le conté entonces la situación y justo salió una compañera de Fernando; ella también escucho lo que estaba contando y sintió este perfume. Fue la única que dijo inmediatamente lo extraño que era ese olor. Era como te comenté: rico, pero a la vez algo raro, indescriptible.

Ese día trabajé en algunas cosas en Concordia y regresé a la tarde. Todavía era de día cuando pasé por la rotonda y por el puente. Busqué a este muchacho con la mirada durante todo el trayecto, pero jamás lo vi.

Después averigüé y consulté a mucha gente, sobre si a alguien le había pasado esto o también si sabían de algún accidente en la zona donde quizás el chico había estado involucrado. Pero no tuve suerte, nadie sabía nada.

Hoy mismo sigo con esta duda, sigo pensando por qué pasó eso, por qué me eligió, cuál fue la razón. No estaría tan seguro de lo que vi y de que realmente él estuvo en mi auto si no fuera por Fernando y su compañera que también olieron ese tan particular perfume que yo jamás había sentido. La única certeza es que en mi auto llevé por unos kilómetros a un tal Agustín que en esa madrugada estaba intentando regresar a su casa después de un asado con amigos". 

Más leídas de la semana

Más leídas del mes

Más leídas del año

Más leídas históricas