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Crispín: el caudillo de una tierra indómita a la que consagró todos sus desvelos (*)



(*) Por Manuela Chiesa de Mammana. Este texto forma parte de una serie de artículos sobre los caudillos del antiguo Villaguay.
  

            El que conoce Entre Ríos sabe que el Río Gualeguay la divide casi por el medio. Y sabe también que su entorno es particularmente significativo. Lo bordea un monte espeso de varias especies, muy tupido del oeste y algo más limpio al este. Abunda la palma caranday y los pajonales.

            En ese escenario donde el Gualeguay se encuentra con el Raíces, vivían Pantaleón Velázquez, su esposa Antonia Taborda, sus hijos Nasario, Crespín, Maximiano, Mercedes, y los párvulos: Leonicia, Manuel y Leandro.

            Crespín, el segundo hijo del matrimonio, nació alrededor de 1792. No existen certezas sobre la fecha porque el Acta de Bautismo no se encontró.

            A partir de 1820, la actuación militar de Velázquez no se detiene. Es uno de los más valientes jefes de caballería de Entre Ríos y fundamentalmente un profundo conocedor del territorio. Fue un caudillo de una tierra indómita a la que consagró todos sus afanes y sus desvelos. 
           
            Conductor de la guerra chúcara, de ideas arraigadas e indestructibles, fue un jinete identificado con su caballo y con la fuerza de su brazo. Cuando junto con López Jordán, padre, y otros jefes entrerrianos se pliega al General Lavalle en 1831, recibe de éste el obsequio del famoso puñal de plata y oro en reconocimiento a su ayuda y a su hombría de bien.

            El nombre de Crispín, como popularmente se lo llama, va indisolublemente unido al de Villaguay, donde actuó como comandante militar durante muchos años.

            Su personalidad ha sido admirada, criticada y hasta olvidada pero si de algo estamos seguros es de su lucha contra la adversidad para que Villaguay ocupe dentro de la provincia el lugar que le corresponde

            Indudablemente no fue ajeno a este logro su entrañable compadre, el General Urquiza a quien acompañó en todas las exitosas campañas militares que emprendieron.

            El General Velázquez muere el 17 de abril de 1862, en su estancia de Palmas Altas, desdibujando en su mirada montaraz algún espinillo o aguaribay como los que lo vieron nacer.

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