PAULA RETAMAR, LA VILLAGUAYENSE QUE ACOMPAÑA A SU MARIDO MILITAR EN EL MUSEO SANMARTINIANO DE BOULOGNE SUR MER



Paula Retamar es una villaguayense que vivió 20 años en Iguazú, Misiones, y desde octubre de 2019 está en Boulogne Sur Mer, ciudad del norte de Francia donde falleció José de San Martín en 1850.

Su marido, el Suboficial Mayor del Ejército Carlos Gómez, tiene a su cargo el museo sanmartiniano, dependiente de la sección cultural de la Embajada Argentina en ese país.

En esta entrevista con EL PUEBLO, Paula nos cuenta cómo se desarrollan sus vidas allá.


- ¿De qué manera surgió esta posibilidad de vivir en Boulogne Sur Mer?

- Mi esposo Carlos Gómez estudió la carrera militar en la Escuela Sargento Cabral, es Suboficial Mayor y nos conocimos cuando llegó a Villaguay hace muchos años, con el Regimiento de Infantería Mecanizada N° 5 “Félix de Olazábal”. Nos casamos y tuvimos dos hijas, después él se fue a Buenos Aires, luego lo destinaron a Iguazú. Hasta allí viajamos en el año 1999, donde estuvimos hasta el 2019. Esto de venir a Francia surgió como un proyecto familiar. En el 2001 me dijo que le gustaría rendir para ir a trabajar al exterior en una embajada. Pasaron muchísimos años, porque recién en 2017 rindió y aprobó. En un principio le habían dicho que se iba a ir a otro lugar porque eso se conforma de acuerdo a puntajes y vacantes. Al año siguiente le comunicaron que lo destinaban a Boulogne Sur Mer, al Museo de San Martín, y estamos acá desde octubre de 2019.



- ¿Cuál es la labor de tu esposo allí?

- Carlos es el conservador y quien está a cargo del museo, que se encuentra en el edificio donde vivió el libertador durante los dos años de su residencia en este país hasta su muerte. El es responsable de recibir a la gente, de mostrarle todo lo que hay, y de contarle la historia de San Martín en Francia. Lo más importante está en el segundo piso, que era el lugar donde él alquilaba junto a su familia y tiene tres habitaciones. El museo posee cosas muy valiosas desde lo sentimental para todos los argentinos. En la recorrida, a los visitantes se les muestra cómo era su vida en esta ciudad, donde comía, donde leía, la cama en la cual murió, el reloj que según cuenta la historia se detuvo a la hora exacta en la cual él falleció. En Boulogne Sur Mer San Martín es una personalidad muy conocida, hay una enorme estatua en su conmemoración y existe plena conciencia de que fue una figura muy importante para Argentina, Sudamérica y el mundo.


- ¿Dónde está ubicado el museo y en qué lugar viven ustedes?

- El museo está en pleno centro de la ciudad, en la calle principal y nosotros vivimos en el último piso del edificio.


- ¿Cómo se conforma tu familia y cuánto tiempo planean continuar en Francia?

- Nuestra hija mayor (Betina) tiene 27 años y la menor (Selene) 23 y tenemos un nietito (Ignacio) que va a cumplir 4. También está Jimena, hija de Carlos, quien está perfectamente integrada a nuestra familia aunque nunca vivió con nosotros. Pero nos vinimos solos a Francia. Las chicas no viajaron, se quedaron en Iguazú, porque cada una ya tiene su familia y su trabajo. En Misiones soy docente, enseño peluquería en una escuela pública de adultos y también me desempeño como preceptora en dos establecimientos educativos. Carlos está destinado acá por dos años, que es el período en el cual se renueva el cargo y vendrá otra persona a encargarse del museo, que funciona desde 1934.


- ¿De qué manera organizaste tu vida allá?

- En Francia hace mucho frío, quizás porque me acostumbré a vivir con 35° de calor en Iguazú, así que el cambio fue bastante traumático, porque acá por ejemplo, estamos en pleno invierno y la semana pasada tuvimos 14° bajo cero. El verano es muy cortito. Al principio paseamos y conocimos otros lugares. Cuando llegamos lo hicimos a París y después vinimos en tren a Boulogne Sur Mer, que está a 300 km de la capital.


- ¿Cómo les va con el idioma?

- Carlos tuvo que estudiar francés en forma bastante intensa durante el año y medio antes de venir, pero yo tomé clases con una señora sólo dos veces a la semana. Algo me acordaba de cuando lo estudié durante cinco años en la secundaria en el Martiniano Leguizamón, sobre todo la pronunciación, que es lo más difícil. Recuerdo que en plena adolescencia me preguntaba cuándo voy a hablar yo francés y con quién en Villaguay (risas). Nunca fuimos una familia con dinero, cuando yo vivía en Villaguay con mis padres una sola vez fuimos de vacaciones (a Chajarí). Después íbamos a Buenos Aires a ver a mi abuela, o a Santa Fe, pero no conocíamos otros lugares. Luego tuve la oportunidad de ir a Río de Janeiro. Obviamente en mi niñez y adolescencia nunca habíamos salido del país, entonces yo no le veía ningún futuro al hecho de aprender ese idioma. Pero tuve una excelente profesora, María Elena Valles, que nos enseñaba como sí algún día íbamos a viajar a Francia y eso me sirvió muchísimo, porque cuando tuve que volver a estudiar me acordaba de un montón de cosas. Cuando llegamos, lo que había aprendido me servía para hacer las compras, pero no podía hablar fluidamente y entonces decidí estudiar un poco más. Acá voy a una escuela donde entro a las 8.30 y salgo a las 16.30 hs. Ahí aprendo francés para poder hablar y escribir de la mejor manera, a un nivel bastante avanzado. También estudiamos lengua, matemática, informática y todas las materias. 


- ¿Extrañás la Argentina?

- Al principio sí extrañaba mucho a mis hijas y a mi nieto, pero de ninguna manera mi casa. Con las facilidades que hoy nos brinda la tecnología podemos hacer videollamadas todos los días. Cuando el nene nos veía pensaba que estábamos cerquita y quería venir. “Vamos con la abuela”, decía y eso me partía el alma (risas). A pesar de que planeamos el viaje con bastante anticipación, con muchísimas expectativas e ilusiones, y sabíamos a lo que veníamos, a medida que se acercaba la fecha surgieron la incertidumbre, los miedos y las dudas, porque se viene a lo desconocido. Hoy puedo decir que fue la mejor decisión que pudimos tomar. En algún momento, una de mis hijas me dijo “¿Por qué se van? Todos vamos a sufrir”. Yo le contesté que era una oportunidad única y que si fuese al revés, ella también la hubiese tomado, porque cuánta gente lo desea y no lo puede conseguir nunca en toda la vida. Le dije que el papá y yo lo habíamos logrado y por qué no lo íbamos a aprovechar. Pienso que por más miedo que tenga, yo siempre prefiero ser valiente, en todo caso arrepentirme por haberlo hecho pero no quedarme con la duda de cómo hubiese sido.

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La familia

Paula es hija de Pablo Santiago “Patita” Retamar y Julia “Pelusa” Ornetti y tiene cinco hermanos: María Fernanda, Gonzalo, Juan Manuel, María Julia y María Clara.

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