“ANTES LOS NIÑOS UTILIZABAN SU CREATIVIDAD PARA JUGAR, AHORA LA TECNOLOGÍA PRODUJO UN CAMBIO MUY DRÁSTICO”
Foto: JOSÉ LUIS RAOTA.
La trayectoria de Eva Celina Baranoff, con 44 años en la docencia, sirve para graficar de manera emblemática el homenaje que desea realizar EL PUEBLO a todas las maestras y maestros en su día.“Vita” ingresó en la Escuela “Mariano Moreno” en 1960, donde arrancó enseñando en los primeros cursos y luego tomó el 3° grado, para en 1975 ocupar el cargo de vice rectora. Dos años después fue nombrada directora hasta su jubilación en 1995. Después, la hermana Leonor le ofreció ser la apoderada legal del establecimiento y continuó trabajando en esa función hasta el 2004.
¿Dónde nació y dónde cursó sus estudios primarios?
Nací y me crié en el campo, en el distrito Vergara. Mi padre tenía mucha preocupación por la formación de sus hijas, por lo cual, con edad de jardín de infantes, tomó la decisión de contratar a una maestra para que nos acompañara durante dos o tres años hasta que nos facilitara la forma de acceder a la educación en los colegios. Luego, nos trasladamos con toda la familia a Villa Clara, donde empecé 1° grado. Dos años después, mi padre compró una casa en Villaguay y junto a mi hermana, continuamos nuestros estudios en la Escuela Bartolomé Mitre. La secundaria la hice en el entonces Colegio Nacional Martiniano Leguizamón.
¿Cuántos años trabajó en la labor docente?
Trabajé como docente durante aproximadamente 40 años. Ingresé en el Colegio de las Hermanas por una circunstancia inesperada, ya que a una chica le habían ofrecido una suplencia en otra parte y consideró oportuno decirle a mi papá que se había generado la vacante y que había hablado en el colegio sobre la posibilidad de que yo la pueda cubrir. Las hermanas aceptaron pero con la recomendación de “que no sea faltadora” (risas). El primer día en el que di clases fue el 19 de abril de 1960 y me había recibido de maestra a fines del año 1959. Me jubilé en 1995 pero continué trabajando ahí hasta el 2004. En principio tomé los primeros cursos y después llegué a un 3° grado con más de 40 alumnas.
¿Cómo era la realidad educativa de aquellos tiempos?
Era de un gran compromiso, con mucha preocupación por hacer las cosas bien ya que estábamos en reemplazo de una hermana religiosa. Entonces tratábamos de hacer el trabajo lo mejor posible. Había un inconveniente importante y era que no promovíamos nosotros al alumnado, sino que venían docentes de la Escuela N° 1 Bartolomé Mitre a tomar exámenes para ver quiénes pasaban de grado.
¿Cómo era considerada la figura de la maestra?
Para muchas de las alumnas realmente éramos su segunda madre, había chicas que hasta nos decían “abuela”. Las hermanas también tenían un muy buen trato con nosotras, se cuidaba mucho el vocabulario, no se permitían ni siquiera las más sencillas “malas palabras” que se utilizan sin problemas hoy en día. Se preparaba a los chicos bajo la formación del modelo hogar, porque la familia exigía un buen comportamiento, delicadeza y trato amable entre hermanos, convivíamos así y debíamos ser un ejemplo de familia. Nos valoraban y respetaban mucho porque teníamos ese compromiso con la escuela y crecimos junto a ella.
¿Qué porcentaje de chicas vivía en la escuela?
La gran mayoría de nuestras alumnas llegaban como pupilas al internado y que en su hogar habían tenido dificultades en su grupo familiar. Entonces, nosotras teníamos que lograr que esas chicas aprendieran lo que era el trato de personas conviviendo en el seno de una familia. El funcionamiento de la escuela dependía muchas veces del esfuerzo de las hermanas, que atendían las necesidades del establecimiento con dinero de su propio sueldo como docente. Cuando yo llegué había 12 o 13 hermanas y con el paso de los años esa cantidad se fue reduciendo y paralelamente se registró un crecimiento de la escuela. También cambió la forma de promoción y ya no venían a tomas los exámenes sino que nosotras preparábamos las evaluaciones. Se creó la Dirección de Enseñanza Privada en Paraná y fuimos creciendo en cuanto a la gente de guardapolvo y se achicaba la cantidad de hermanas con hábito. Un día nos dimos cuenta que también habían cambiado ellas porque antes usaban hábitos hasta el suelo y luego los recortaron a media pierna. Asimismo en las chicas del internado, que cuando yo llegué utilizaban un uniforme de color gris oscuro, bastante feo, luego cambiaron su indumentaria. Cuando yo llegué a la escuela ya había alumnos varones, pero muy poquitos. El jardín de infantes de fundó en el año 1934, fue el 2° o 3° de la región, ya que Chajarí fue el 1°.
¿Cuánta colaboración en el proceso educativo había de parte de las familias?
Había padres muy preocupados para que sus hijas ingresaran en la escuela debido a la dificultad que había para venir todos los días a la ciudad desde las colonias. Había muchos colegios de hermanas en Entre Ríos y de Buenos Aires hacia el norte, eran alrededor de 80. Pero con distintas características, porque algunas eran escuelas hogar, otras escuelas granja. Y acá luego de unos años empezaron a entrar las materias denominadas “pasivas”, como música, educación física, etc. También teníamos talleres donde había 14 máquinas de coser. A las chicas del internado se les enseñaba labores, tales como bordado, tejido y crochet. Las niñas pequeñas tejían carpetas hermosas que nos regalaban a veces para el día del maestro. Después eso se transformó en una asignatura y empezó a llamarse manualidades y luego artes plásticas.
¿Eran muy diferentes aquellas infancias con relación a la actualidad?
Por supuesto, antes los niños utilizaban su ingenio y creatividad para jugar (rayuela, elástico, saltar la cuerda), mientras que ahora la tecnología produjo un cambio muy drástico y los chicos pasan demasiadas horas pegados a las pantallas de la computadora, tablets o teléfonos celulares. En los recreos, nosotras tratábamos de que jugaran bien, que no se empujaran o lastimaran. No se vigilaba con rigurosidad sino compartiendo esos momentos con los chicos, inclusive prendiéndonos en sus bromas.
Para poner en un cuadrito (a pedido de María José)
En la escuela Mariano Moreno desempeñé varias funciones. Fui maestra de grado desde mis inicios en 1960, después en 1975 y 76 estuve dos años ocupé la vice dirección y de ahí hasta el día que me jubilé en el 95 fui la directora. Un tiempo después, la hermana Leonor Fontana me ofreció ser la representante legal del establecimiento. Al principio no quería aceptar debido al compromiso que significaba ya que debía mantener el espíritu franciscano de la congregación, la catequesis en su lugar, estar a cargo del edificio y también recibir el personal nuevo, porque no dependíamos de la departamental. Pero finalmente accedí y estuve casi 10 años (hasta el 2004) como representante legal de la congregación de las Franciscanas de Gante. Fue la etapa más triste de mi trayectoria porque no me gustaba viajar ni las reuniones en el Arzobispado (risas).