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UNA CLASE EN EL COLEGIO NACIONAL Y UNA VISITA A LA IMPRENTA DE 'EL PUEBLO'. Por Norberto I. Schinitman

"Amar la lectura es trocar horas de hastío por horas de inefable y deliciosa compañía". John F. Kennedy

"Sólo hay un medio para mantener en pie una sociedad libre y es mantener al público informado". Joseph Pulitzer


Soy un exresidente de Villaguay, mi querida y siempre recordada ciudad, donde viví algunos años. Allí, en 1945, inicié mis estudios primarios en la excelente Escuela Nacional No. 71 (ahora denominada Escuela 87 'Luis Piedrabuena') donde me enseñaron las primeras letras en un entorno grato y feliz. 


Más tarde, en 1952 ingresé a Primer Año en el Colegio Nacional 'Martiniano Leguizamón', dirigido por el Prof. Fernando Barrandeguy.

El hermoso edificio, inaugurado hacía pocos años, era grande, cómodo y adecuado (tiempo después fue ampliado). Estaba emplazado en un terreno donde antes había un parque y, a veces, se realizaban reuniones populares y se instalaban circos. (Cuando era muy pequeño en ese parque vi, de la mano de mi querida madre, a prudente distancia, por primera vez, un gran elefante pastando tranquilamente).

En el tradicional Colegio Nacional (ahora denominado Escuela Normal Superior), donde afortunadamente se nos exigía constantemente estudiar mucho, me enseñaron muy bien y aprendí muchas cosas buenas. 




En esta nota quisiera relatar cómo contribuyeron a mi formación durante mi primer año de secundaria una sencilla interacción voluntaria con el Diario El Pueblo y un excelente y respetado Profesor.

Nuestro Profesor de Historia, el Sr. Carri (a quien algunos apodaban "El Gallego") era un muy buen docente, aunque a veces excesivamente riguroso para con aquellos que no prestaban la debida atención a sus claras explicaciones o no estudiaban asiduamente la asignatura.

Por mi parte, después de ejercer la docencia por mas de 60 años, interpreto que ese buen Profesor nos enseñaba lo que, en términos actuales, podría denominarse una "línea del tiempo" de los principales acontecimientos culturales de la historia de la humanidad.


En una de sus clases, acerca de lo que ahora suele denominarse comunicación social, el profesor nos hizo ver la grandísima importancia de la escritura, particularmente por sus posibilidades de permanencia en el tiempo, si se escribía sobre materiales duraderos, como piedra o tabletas de arcilla. 

Más tarde, el Prof. Carri se refirió a la creación del primer lenguaje escrito, el cuneiforme, hace unos 7000 años, por los ingeniosos sumerios, a quienes se atribuye ser la más antigua civilización del mundo. 

Posteriormente, nos explicó ciertos aspectos básicos de la invención de la imprenta con tipos móviles, por Juan Gutenberg, en Alemania, en 1453. Además subrayó la importancia de la imprenta en la difusión de la cultura en la sociedad, que se acrecentó notablemente con la aparición de los primeros libros impresos por Gutenberg hace unos 550 años y la publicación de los primeros diarios de noticias generales, en Alemania hace unos 400 años.
65 años después, el autor frente al Colegio Nacional de Villaguay





También nos hizo reflexionar acerca de cómo, por esos medios, muchísimas personas fueron adquiriendo y, a su vez, difundiendo nuevos conocimientos e ideas.

Esos temas me resultaron de gran interés e importancia, debido en parte a que, desde pequeño, gracias al impulso de mis queridos padres, era un ávido lector de libros.

Por eso, desde hace tiempo, admiro dos viejas sentencias: una de ellas (del propio Gutenberg) que sostiene que "La imprenta es un ejército de 26 soldados de plomo con el que se puede conquistar el mundo" y la otra, de hace unos 150 años, que creo aún vigente, se refiere a que "La verdadera universidad de hoy en día es una colección de libros" (Th. Carlyle).

Como apostilla acerca de mi vida cotidiana en Villaguay, en la pensión donde residía recibían el Diario El Pueblo y podía leerlo al atardecer, después de estudiar. También leía las principales noticias del Diario Crítica, de Buenos Aires (creo que era la 6a. Edición de la tarde), que me prestaba un pensionista. 

Retomando el tema central de esta nota, recuerdo que el mismo día en que el Profesor Carri nos habló de la imprenta, me reuní poco después del almuerzo, como lo hacía habitualmente, con dos excelentes y queridos amigos y compañeros de estudios, Alberto (Pichón) Neuman y Abel Chajchir, con quienes habíamos formado un cordial y sólido grupo de estudios, para repasar los temas y hacer los trabajos escritos que nos habían asignado para el día siguiente. 

Al intercambiar ideas sobre la interesante clase del Prof. Carri, propuse que nos dirigiéramos a la sede del Diario El Pueblo, en la calle San Martín y pidiéramos que nos permitieran visitar su imprenta. Terminamos prontamente nuestras tareas, y allí nos encaminamos.
El autor frente al ingreso al Museo del Louvre



En el Diario nos recibieron amablemente, nos hicieron pasar a la imprenta y nos mostraron cómo los tipógrafos componían las páginas, insertando los tipos en grandes marcos de metal.

También pudimos ver en funcionamiento la gran máquina en la que se imprimía el diario. En la misma, un operador colocaba, manualmente, una a una, las grandes hojas de papel de tamaño sábana y, una vez impresas, las retiraba y apilaba.

Asimismo, nos mostraron una máquina más moderna, automática, que tomaba las hojas con un mecanismo de succión, las imprimía, y luego las retiraba y apilaba en una bandeja.

En la próxima clase de Historia comentamos al Sr. Carri acerca de nuestra visita, por lo que nos pidió que relatáramos lo observado y nos felicitó por nuestro interés. Creo que ese sencillo hecho de aprendizaje extraescolar resultó muy importante para nosotros. Personalmente, ese hecho me ayudó a consolidar y mantener durante toda mi vida el hábito de aprendizaje constante de hechos y asuntos culturales. Además, me ayudó a comprender que "Sólo el hombre culto es libre" (Epicteto).

Para referirme a dicho aprendizaje no puedo encontrar mejores palabras que las siguientes: "Todo aprendizaje tiene una base emocional" (Platón) y "Aprender no es prepararse para la vida. Aprender es la vida misma" (John Dewey).

Para finalizar esta nota, y teniendo siempre en consideración que "No hay hombres cultos: hay hombres que se cultivan" (Ferdinand Foch), quisiera agregar que muchos años después, movido por mi interés cultural, al que mucho contribuyó el episodio juvenil que aquí he relatado, tuve dos grandes alegrías.

¿En qué consistieron? En poder admirar dos magníficos artefactos culturales, es decir objetos creados por seres humanos, de los que puede desprenderse información acerca de la cultura en la que se han creado, relacionados con la imprenta y la escritura.

Ellos son: un ejemplar de la Biblia, primer libro impreso por Gutenberg hace unos 550 años, (categorizado como "incunable" por haber sido impreso entr
e 1453 y 1500, en el período histórico denominado "cuna de la imprenta"), que se exhibe en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos en Washington.

El otro es una extensa muestra de escritura cuneiforme sobre piedra, en el Código Babilónico de Hammurabí, el primer conjunto de leyes de la historia, de hace unos 3700 años, que se encuentra en el Museo del Louvre, de París.

Norberto I. Schinitman
nschinitman@gmail.com

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