Siendo un niño, el Cine Emilio Berisso despertó en Rolando López Bantar el sueño de convertirse en director y realizador de filmes. No fue un camino fácil pero con gran sacrificio y voluntad logró hacerlo realidad.
Estudió en Santa Fe y luego de recibirse tomó cargo como docente en la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y más tarde en la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER).
Pasó épocas buenas y malas, pero nunca renunció a concretar sus ideales. Rolando filmó 13 excelentes documentales sobre diversos temas que lograron una importante repercusión en el público y lo llevaron a obtener numerosos premios.
EL PUEBLO charló con él sobre su destacada trayectoria como director de cine. (Foto: JOSÉ LUIS RAOTA.)
- ¿Cuándo tomó la decisión de estudiar la carrera de cine y documentalismo?
- Mi primera escuela fue el Cine Emilio Berisso, porque desde niño concurría a las matineé y era algo maravilloso.Luego, ya en mi adolescencia, empecé a ver con gran interés todas las películas del cine argentino más importantes de esa época, como así también el cine neorrealista italiano, el de la nueva ola francesa y el western norteamericano.
Por eso cuando vine a estudiar a Santa Fe lo hice con un gran bagaje de conocimientos por haber visto muchas películas importantes en la historia de la cinematografía y que se las exigen ver a todos los estudiantes de cine.
Recuerdo que a un profesor de primer año, Juan José Sáez (considerado uno de los grandes escritores argentinos) le llamó la atención y me preguntó si yo era de Rosario por haber visto semejante cantidad de películas. Cuando le contesté que iba mucho al cine de mi pueblo Villaguay, Entre Ríos, se quería morir (risas).
- ¿Cómo fue construyendo el sueño de ser director de cine?
- Yo tenía una gran vocación por el periodismo y por la fotografía. A los 14 años empecé a trabajar en el diario Clarín que estaba en esa época en Villaguay, que también funcionaba como imprenta y cuyo director era el Dr. Emilio Poitevín. No tenía linotipo, era todo tipográfico y estaba ubicado al lado del Berisso.El administrador era el periodista Celestino Valdez, quien me hizo ingresar como cadete y después trabajé en el taller de tipografía, donde me enseñó mucho don Ítalo Morandi. Fue mi primer trabajo y era muy importante porque yo provengo de una familia humilde y con ese dinero ayudaba en mi casa.
Mis padres se habían mudado de ciudad y yo me quedé en Villaguay en lo de mis tías, que vivían en calle Urquiza a media cuadra de Leopoldo Herrera. En aquella época había solamente dos escuelas de cine en el país, una era la de la Universidad Nacional del Litoral y la otra era la de La Plata.
Estudié en Santa Fe porque me quedaba más cerca y tuve que trabajar para pagarme la carrera. En la esquina de la pensión donde vivía había una editorial, donde entré como vendedor de libros. Después también estuve como canillita, vendiendo diarios en bicicleta. Además, la U.N.L. brindaba becas a los buenos estudiantes para trabajar en su comedor, como mozo, ayudante de cocina o personal de limpieza.
Entonces me inscribí, me seleccionaron y estuve como mozo allí, donde además me ganaba la comida. Terminé mi carrera en cuatro años y luego la tesis se rendía haciendo una película. Decidí realizar un documental social que analizaba la problemática de las luchas sindicales, el cual me permitió obtener mi título y además tuve otras gratificaciones, porque fue elegida para participar en varios festivales de cine (en Alemania, Holanda, España, Perú y México).
A partir de ese trabajo conocí a muchos cineastas, grandes referentes de la actividad, a quienes tomé como maestros. Eso me permitió interrelacionarme y aprender de ellos, como por ejemplo Pino Solanas, con quien cultivé una linda amistad hasta su fallecimiento el año pasado. Y también con otros realizadores de Brasil, Chile y Uruguay, lo cual me permitió completar mi formación haciéndola más sólida.
- ¿Cómo fueron los primeros tiempos trabajando en lo que era su gran pasión?
- Mi vida como cineasta (como la de otros colegas) estuvo marcada por las peripecias propias de la historia argentina, ya que hubo épocas en las cuales nuestra escuela fue cerrada por cuestiones políticas (sobre todo en los períodos con gobiernos de facto) y quedaban trabajos sin terminar. Estas contingencias dificultaron el normal desarrollo de la vida profesional de los realizadores.Con respecto a las películas, si uno tocaba algún tema que no les gustaba a las autoridades de turno, te borraban, porque había censura. Fueron épocas oscuras.
Luego entré a trabajar en la Universidad como auxiliar en la cinemateca del instituto de cine, posteriormente fui ayudante en una cátedra en trabajos prácticos y así fui haciendo carrera hasta tener mi cargo docente. Pero a fines de 1975 debido a los problemas de nuestro país, el instituto se cerró y varios profesores fuimos cesanteados. En los años posteriores no hubo cine argentino, fue prácticamente destruido y muchos de sus realizadores tuvieron que exiliarse y algunos hasta perdieron la vida. Se hicieron muy pocas películas, las únicas que había eran las de Porcel y Olmedo.
Yo ya tenía familia, entonces tuve que subsistir en circunstancias muy adversas, trabajando como cameraman en un canal, en una farmacia, luego puse una casa de fotografía y hasta tuve una imprenta. Recién con el advenimiento de la democracia (1983) empezó a abrirse el tema del cine y pudimos volver a trabajar.
La decana de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER armó un equipo para reactivar los medios audiovisuales. Se crearon talleres en la carrera de Comunicación Social (redacción, gráfica e imagen, que era cine y televisión). Entonces nos convocaron como docentes.
A partir de ahí, trabajé muy bien realizando una carrera más que interesante. Mi mayor felicidad es ver que muchos estudiantes a los cuales les enseñé, hoy son profesionales en medios importantes y talentosos comunicadores que aún mantienen la amistad conmigo.
- ¿Cuántas películas hizo durante su trayectoria como director y realizador?
- Hice 13 documentales en total, sobre diversos temas como por ejemplo uno que trata de la historia de nuestra región “Fronteras Adentro”, en base a textos del escritor uruguayo Eduardo Galeano (que en aquella época había publicado el libro “Las Venas Abiertas de América Latina”) y filmé muchas secuencias en Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires y República Oriental del Uruguay.Tuvo circulación en toda Argentina e incluso en España. También hice una película sobre la comunidad aborigen mocoví de Santa Fe, de una escuela bilingüe, donde los niños aprenden los dos idiomas (español y mocoví). Salió muy lindo y me dieron varios premios.
También filmé otros que abordaron temas referentes a la educación y a la salud. Se destaca uno sobre el mal de chagas. Para realizarlo aportó mucho material la facultad de bioquímica, que tenía una cátedra específica sobre esta enfermedad. Lo utilizaron en varios congresos médicos.
Entre mis trabajos más destacados también se encuentra un documental sobre Linares Cardozo, llamado “Lázaro Blanco” el cual se pudo ver en Villaguay a través de Delco Imagen y en el campo a través de Siglo 21, ya que se emitió en los programas de Silvia Villo “Este Planeta de Sueños” y “Bajo el Mismo Cielo”.
También ella proyectó en ambos canales otra película mía sobre la historia de Aníbal Sampayo, el músico de Paysandú (ROU), la cual tuvo tanta repercusión que la gente solicitó que la emitan nuevamente.
Además hice un documental sobre Zoila Bravo, que le gustó mucho al público y fue realizado para la Televisión Digital Argentina. Lo presentamos en la Sociedad Española y el rector de la UADER viajó especialmente a Villaguay para ver el estreno.
Familia
Rolando Jorge López Bantar es el primero de diez hermanos. Luego de él venían: José Manuel “Cacho”, Luis María, Francisco Javier “Kelo”, Carlos Alberto “Polaco”, Teresita (todos fallecidos) y Ramón Alfredo, María Inelda, Bernardita y Alicia (viven en Villaguay). Tuvo otro hermanito que falleció al nacer y se iba a llamar Patricio. Su abuelo materno era proveniente de Safita, Siria. Rolando cursó la primaria en la Escuela Sarmiento y realizó la secundaria en el Martiniano Leguizamón. Se casó con Stella Maris Recamán (profesora de Ciencias de la Educación), con quien tuvo dos hijos: Rolando Andrés (43 años, licenciado en Comunicación Social, vive en Santa Fe) y Gabriela (40, médica, vive en Villaguay). Además, Rolando tiene cinco nietos, dos por parte de su hijo (Emilia y Tomás) y tres de su hija (Jeremías, Ulises y Miranda).