Altas temperaturas y regreso a la actividad física: cómo cuidarse de un golpe de calor



Se acerca los días más intensos del verano, el termómetro marca más de 30 grados y el cambio brusco de clima puede traer consecuencias al organismo. Especialistas del Hospital de Clínicas alertan sobre la suba de casos de golpes de calor registrados con las altas temperaturas recientes y las precauciones que deben tomar las personas que realizan actividad física en estas condiciones.

Buscar lugares frescos, con espacios verdes, evitar horarios donde el sol es más fuerte y llevar una alimentación e hidratación adecuadas son algunas de las recomendaciones para no sufrir un problema de salud habitual en esta etapa del año.

El golpe de calor es la manifestación clínica del incremento de la temperatura corporal que se da como consecuencia de la falla en el mecanismo de la autorregulación fisiológica cuando existe exposición a ambientes calientes en general por períodos prolongados. Por ello, en general, este episodio es más frecuente de observar cuando las temperaturas del ambiente son sostenidamente elevadas en días consecutivos.

"Los síntomas son variados: mareos, sensación de desvanecimiento, palpitaciones, sudoración excesiva al principio y piel caliente, letargo, cefalea, náuseas, debilidad, etc”, dice Damian Zopatti, médico clínico del Hospital de Clínicas.

La hidratación es uno de los principales mecanismos de prevención. "En términos generales consumir 2 litros de agua diarios en un adulto sano es una medida adecuada. Dicha cantidad se podrá incrementar según las necesidades (por ejemplo realización de ejercicio)", explica el experto.

Es importante tener especial atención a la hidratación de bebés y niños como así también de los mayores vulnerables, como los residentes de geriátricos y de las personas con alguna dificultad para la comunicación ya que no podrán expresar la sed y, de no suplementar las pérdidas hídricas, se encuentra en riesgo de sufrir este síndrome de golpe de calor.

A medida que aumenta la edad, las personas se vuelven menos susceptibles a regular la temperatura, sufren períodos de hipotermia durante el invierno y tienen problemas con el calor en verano. Con respecto a los bebés, los síntomas de la deshidratación son muy similares: suelen estar tranquilos, con una baja en su actividad normal, se quedan dormidos, pierden la iniciativa, tienden a no comer ni llorar.

Zopatti advierte que "los ambientes donde permanecemos deben estar ventilados evitando que el aire caliente permanezca “estancado”. Esto podemos lograrlo con el uso de equipo de refrigeración, ventiladores o simplemente dejando las puertas y ventanas abiertas para lograr la circulación de aire". (Fuente: Crónica).

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