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Por Gisele Sousa Dias (Infobae)
Era marzo de 1982 y el recuerdo, a pesar del horror, todavía tiene el olor del pan caliente. Silvia tenía 16 años y ya no iba al secundario. Su trabajo, en cambio, era atender junto a su madre y su hermana la panadería familiar mientras su padre amasaba en el fondo del local, en un barrio silencioso de Berazategui.
Tenían, además, una empleada, y por ahí iba y venía un sobrino de esa mujer, un muchacho de 24 años que solía entrar a la panadería con la excusa de visitar a su tía aunque su verdadero objetivo tenía nombre y apellido: aquella adolescente detrás del mostrador, esa chica llamada Silvia Lafforgue.
Tenían, además, una empleada, y por ahí iba y venía un sobrino de esa mujer, un muchacho de 24 años que solía entrar a la panadería con la excusa de visitar a su tía aunque su verdadero objetivo tenía nombre y apellido: aquella adolescente detrás del mostrador, esa chica llamada Silvia Lafforgue.
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Silvia, que ahora tiene 56 años, no sólo arrastra el recuerdo de aquella noche; también de los 40 años de dolor que siguieron.
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La duda eterna
Silvia empezó a sospechar de que había quedado embarazada cuando ya habían pasado varios meses. “Pero no se lo dije a nadie, por miedo no lo dije. Miedo porque mi mamá era muy agresiva, siempre nos tiraba con lo que tenía en la mano. Hasta que un día me descubrió, yo ya estaba de seis meses. Creo que no se dio cuenta antes porque pensó que yo solo estaba gorda”.
No eran una familia de dinero, aunque sí en ascenso, suficiente para que consideraran ese embarazo como una deshonra.
“Me preguntaron de quién era y yo les dije la verdad. Llamaron a la familia de él y él, que había sido tan amoroso esa noche y los días que siguieron, se desentendió completamente. Dijo que él no había sido. Mentía, por supuesto. Había sido mi primera vez, yo no había tenido relaciones con nadie más, pero mi mamá y mi papá le creyeron a él”.
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Según la denuncia que Silvia hizo en la Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires, su mamá, que ahora tiene 74 años, fue clara: “‘Ahora que nos va bien y yo puedo disfrutar no me voy a poner a cuidar hijos ajenos’, me dijo. Después me llevaron a un médico para abortar que les dijo que no podía, si ya estaba de 6 meses. Lo que mi mamá hizo, entonces, fue encerrarme. No quería que nadie viera que estaba embarazada”.
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El siguiente paso -sigue Silvia- fue esconderla: “Me llevaron a la casa de una amiga de mi mamá, en Solano, para que yo pasara los últimos meses de embarazo escondida. En esa época yo bailaba folclore, entonces le dijeron a todos que me había ido a bailar a Uruguay y volvía en tres meses”.
Su relato tiene los matices de una suerte de secuestro: “No podía salir a ningún lado, estuve tres meses encerrada. Mi mamá y mi papá me llevaban mercadería para comer y le llevaban plata a esa mujer. Al principio iban a verme todos los domingos, después ya no. Fue ahí que me dieron el papel”.
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Silvia pasó en cautiverio la Navidad de 1982 y el 27 de diciembre empezó a sentir las primeras contracciones. “Me vinieron a buscar ellos. Me acuerdo de estar en la entrada al baño de la casa de la partera, mi mamá estaba en el pasillo, sentada. En un momento me hicieron entrar, subir a una camilla y ahí me ataron las piernas y uno de los brazos, en el otro tenía el suero”.
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Para ese entonces, Silvia no había terminado de asumir lo que estaba pasando: si la habían escondido para que nadie supiera del embarazo, ¿iban a permitir que ahora apareciera en el barrio, de un día para el otro, con un bebé recién nacido?
“No sé cuántas horas habrán pasado después del parto. Cuando me desperté ya estaba en una cama limpia, higienizada, todo, pero sin el bebé. Me agarró una desesperación…ahí la hicieron entrar a mi mamá, y yo le pregunté así, medio entredormida: ‘¿Dónde está mi bebé?’, ¿dónde está?’, y ella me contestó: ‘Ya no está’”.
“No sé cuántas horas habrán pasado después del parto. Cuando me desperté ya estaba en una cama limpia, higienizada, todo, pero sin el bebé. Me agarró una desesperación…ahí la hicieron entrar a mi mamá, y yo le pregunté así, medio entredormida: ‘¿Dónde está mi bebé?’, ¿dónde está?’, y ella me contestó: ‘Ya no está’”.
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En esos meses de encierro y soledad, Silvia se había convencido de que no iban a ser capaces de sacárselo: “Menos mi mamá, ¿cómo no me iba a entender ella, que era madre? Yo estaba creída que primero tenía que amamantar, que el primer mes lo mejor para un bebé es la leche de la madre. Pensé que con el correr de los días se iban a encariñar o al menos les iba a dar lástima. Cuesta creer que tu propia madre pueda hacerte algo así”.
Nunca creyó que lo iban a entregar en el momento, si hasta cuando se entrega a un perrito se esperan 45 días.
Huir
Silvia tenía 18 años cuando se fue de su casa. “Mi mamá me quiso pegar con la plancha de los churrascos, ahí yo dije ‘o me voy o la mato’”. En el barrio quedó también aquel joven que había negado ser el padre de su bebé: vivía ahí una vida prolija, casado y con dos hijos.
Enseguida Silvia encontró refugio en Rodolfo Vittore, el hombre que sigue siendo su marido. Y una década después del robo, tuvieron juntos a Adriana, la hija que ahora le dio a Silvia las razones que necesitaba para despertar.
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Silvia, entonces, fue a hablar con sus padres: “Mi papá me dijo ‘yo no te voy a pedir perdón, olvidate, yo hice lo correcto’. Obviamente yo no buscaba su perdón, ¿de qué me servía su perdón? Quería que me dijera dónde estaba mi hijo”.
Si lo sabía, su papá murió con el secreto.
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“Yo creo que mi mamá sabe dónde está, no es algo que quedó en manos de la partera. ¿Por qué lo creo? Porque hace poco mi hija fue a hablar con mi hermana, que se lleva muy bien con mi mamá. Y ella le dijo: ‘Está más cerca de lo que ustedes se imaginan’”.
Con el apoyo de otras madres que buscan hijos robados al nacer y apropiados por otras familias, Silvia hizo la denuncia en la Defensoría del Pueblo de la Provincia:
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Dice Silvia que ya no busca por pedido de su hija, ahora es ella quien dio un paso al frente. “Quiero que sepa que yo no lo di, no lo entregué, fue robado primero y apropiado después, porque también hay alguien ahí que se quedó con un hijo ajeno. No creo que esa familia se haya preguntado si había una mamá que de verdad quería entregarlo, pero esa mamá existía, acá estoy”.