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Homosexual, jorobado e inmortal: la historia del duque italiano del siglo XVI que fascinó a Manuel Mujica Láinez

Manuel Mujica Láinez publicó "Bomarzo" hace seis décadas. En 1958, después del profundo interés que un artículo periodístico le había generado, el escritor argentino Manuel Mujica Láinez visitó, junto al pintor Miguel Ocampo y el poeta Guillermo Whitelow, el célebre y misterioso Bosque de los monstruos de Bomarzo, cerca de la ciudad italiana de Viterbo. En el barco de vuelta hacia Argentina, impulsado tal vez por el agotamiento de Buenos Aires como fuente de inspiración tras las cuatro novelas que componen su saga porteña, “Manucho” comenzó a anotar los primeros apuntes de lo que, cuatro años más tarde, se convertiría en su más celebrado libro: Bomarzo. Esta novela de 700 páginas, que en 2022 cumple 60 años y fue adaptada a la ópera en más de una ocasión, cuenta la historia de Pier Francesco Orsini, duque y mecenas del Renacimiento, nacido en 1523 y descendiente de una de las más antiguas, ilustres y poderosas familias reales italianas. En la actualidad, este extravagante personaje es conocido por ser el responsable del Bosque de Bomarzo, en el que una miríada de pétreos monstruos permanecen aún hoy, cubiertos de verdín, como custodios de una época pasada.Representación del diablo en el Jardín de los monstruos de Bomarzo (Viterbo, Italia), que inspiró a Manuel Mujica Láinez a escribir su obra cumbre Pero antes de llegar a la construcción de esa monumental obra por la que el duque Orsini sería recordado, Mujica Láinez volcó a la ficción una investigación de varios años para narrar todos los acontecimientos que llevaron a este personaje a pasar de ser un débil y afeminado niño jorobado a un poderosísimo y ensimismado duque con ansias de literal inmortalidad. Para comenzar a desandar la serie de eventos que colocarían, contra toda lógica y expectativa, a Pier Francesco Orsini al mando del ducado de Bomarzo, es necesario destacar, antes que nada, la figura de su abuela, Diana Orsini. De no ser por su intervención, el jorobado hubiera sucumbido ante las burlas y el desprecio de su hermano mayor, Girolamo Orsini. Como primogénito y verdadero heredero del ducado, y siguiendo el ejemplo de su padre, Girolamo detestaba todo lo que su hermano menor representaba: un jorobado afeminado y enclenque, incapaz de acompañar a sus mayores a las jornadas de cacería o a las campañas bélicas, que eran pruebas fundamentales de la hombría necesaria para cualquier jerarca. Víctima de constantes burlas y persecuciones, Pier Francesco vive temeroso de cualquier contacto que no sea bajo el ala protectora de su abuela Diana. Es ella quien lo cuida y lo anima cuando, por ejemplo, sus hermanos lo obligan a travestirse y, en un arrebato de violencia, le agujerean la oreja para adornarla con un aro. Es ella, también, quien lo defiende de las injurias de su padre, cuyas últimas palabras antes de ver a su hijo por última vez fueron: “¡Fuera, bufón ahembreado!”.Mujica Láinez y su mítico monóculo, objeto fetiche por el que todavía se lo recuerda Pero el rol fundamental de Diana Orsini no llegará hasta el decisivo enfrentamiento entre Pier Francesco y Girolamo, cuando este último cae al río después de intentar atacar a su hermano menor. “Yo hubiera podido salvarlo”, escribe el jorobado, pero una mirada y un gesto casi imperceptible de su abuela le bastaron para permanecer en su lugar, rígido como las piedras que luego darían vida a los monstruos de su bosque, en esas tierras que, con la muerte de su hermano mayor, pasarían a pertenecerle. De este modo, Pier Francesco empieza un recorrido tumultuoso en el que buscará afianzarse en su poder, pero también en su mente y su maltrecho cuerpo. Su joroba será un aspecto determinante en la construcción de su personalidad, pero también lo será su presunta homosexualidad, tema que en la época, a pesar de no existir un lenguaje para expresarlo, no era para nada fuera de lo común. “El amor es un modo de sobrevivir”, escribe el duque, cuya concepción del amor dista del romance que suele esperarse de las novelas históricas. A diferencia del resto de los hombres de su familia, Pier Francesco no posee la masculinidad apabullante de los poderosos. Sus encuentros con mujeres están marcados por la timidez y el miedo ante el rechazo de su propia apariencia física, y no podrán llevarse a cabo sin los alicientes correspondientes. Cuando se trata de Julia Farnese, la que será su primera esposa, el duque parece estar sumido en el más utópico de los enamoramientos, aunque la ilusión sólo durará hasta la convivencia. “Nunca la amé como entonces, en la soledad de Bomarzo”, dirá antes de la llegada de Julia al ducado, momento en el que sus sentimientos tenderán al hartazgo. Un matrimonio sin amor no era impensado en la época, pero otro problema aún mayor atormentará a Pier Francesco: la imposibilidad de tener un hijo que lo suceda.El autor, al centro a la derecha, junto a Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y otros escritores Aunque había llegado a ser el amo y señor de esas tierras, el duque sabía que, sin un sucesor, Bomarzo pasaría a estar en manos de Maerbale Orsini, su hermano menor, a quien despreciaba tanto como a su difunto hermano mayor. Pero Pier Francesco encuentra una extraña solución a sus problemas cuando empieza a notar la creciente afinidad entre su esposa y su hermano, cuyos celos desempolvarán una masculinidad frustrada: “Diríase que mi sexualidad irresoluta, que trataban los complejos extraños, había requerido esa conmoción atroz, ese latigazo, para manifestarse”, escribe. Una vez asegurada su descendencia, pero impulsado por la pesada e irremediable soledad que lo apabulla, el duque comenzará la búsqueda con la que Mujica Láinez desplaza la preponderancia de la novela histórica para llevar la trama de Bomarzo a un terreno más fantástico: Pier Francesco intentará, gracias a unas viejas cartas dirigidas al cardenal Napoleón Orsini que encontró en su castillo, alcanzar la inmortalidad. Desde el comienzo de la novela, el narrador en primera persona se planta desde una supuesta eternidad que, al principio, extraña al lector. De a poco, va dejando pistas que dejan entrever su inmortalidad, aunque sin explicitar realmente a qué se refiere. Al principio, por ejemplo, mientras narra sus vivencias del siglo XVI, desliza un comentario sobre un poema de Vita Sackville-West, una escritora que nació casi 400 años más tarde. “Porque yo soy único en mi dilatada prosapia: soy el único que puede ahora escribir su vida de hace cuatro siglos”, dirá, misterioso, más adelante. Aunque a lo largo del libro hará todo lo posible por encontrar, primero, las cartas perdidas al cardenal Napoleón Orsini para, luego, crear junto a un mago el brebaje de la inmortalidad, el misterio de cómo la alcanzó no se develará sino hasta la página final. Pero mejor dejemos algo para fomentar la curiosidad del lector.Estreno en el Teatro Colón de la censurada ópera "Bomarzo", basada en la novela y con guión del propio Mujica Láinez En cuanto a su atracción por otros hombres, Pier Francesco no es el único personaje con ese tipo de tendencias. Bomarzo está plagada de homosexualidad, pederastía y travestismo que, con la lejanía que impone el marco histórico de la novela, Mujica Láinez puede desarrollar sin temor a repercusiones tales como la censura o el exilio. Además, las escenas más explícitas se encuentran, en su mayoría, solapadas en extensos y adornados párrafos que impiden la alarma del lector más distraído. Es así que el libro no generó controversia, mientras que su adaptación operística de 1967 fue censurada en su estreno por el presidente de facto Juan Carlos Onganía, solo algunas semanas después de haberla declarado él mismo de interés cultural. “O me sacás Bomarzo, o yo te cierro el teatro mañana mismo”, le ordenó el militar al entonces director del Teatro Colón, Enzo Valenti Ferro. Cabe aclarar que en Argentina, en la década del 60, los escritores homosexuales no tenían la libertad de incluir en sus obras este tipo de temáticas, bajo amenaza de censura, cárcel o exilio. Mujica Láinez, aunque con las décadas haya sido reconocido como uno de los autores más importantes de esa categoría, no era demasiado explícito al respecto, cosa no reprochable ante un contexto tan represivo. Cuando escribió, dos años después de publicar Bomarzo, el prólogo para la novela Asfalto, de su amigo Renato Pellegrini, catalogada como una de las primeras novelas gays argentinas, no se atrevió a firmarlo por miedo a las repercusiones. De todos modos, Bomarzo funciona como una puerta renacentista a este tipo de deseos, aunque siempre camuflados por la culpa y la tragedia. En la actualidad, seis décadas después de su publicación, Bomarzo es considerada por la crítica como la obra cumbre de uno de los autores más importantes de América Latina. Los lectores que se animen a penetrar la espesura de sus 700 páginas encontrarán un universo perfectamente imaginado y construido en el que el amor no es el descubrimiento del otro sino el olvido de uno mismo, la soledad es el estado natural e ineludible y, con o sin brebajes mágicos, “los monstruos nunca mueren”. SEGUIR LEYENDO: De la cuna hasta el final, ‘Manucho’ Mujica Láinez mereció dos títulos: escritor brillante y personaje irrepetible “Asfalto”: así es la primera novela gay argentina, que hoy resulta casi imposible conseguir “Si pudiera cambiarlos”: la historia de dos hermanos trans escrita en Japón hace mil años
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