Relatos de adopción: de la felicidad de ser padres de dos hermanos a la mirada triste de quienes aún esperan

“La adopción de bebés implica circunstancias muy particulares que se tienen que dar y por los mismos plazos de la Justicia el bebé deja de ser bebé esperando una familia que lo pueda acoger”, cuenta Mariano Quiroga en esta charla con Infobae, dispuesto a contar su historia para derribar mitos y ayudar a que más niños y niñas puedan encontrar una familia. “Puede llegar a haber chicos de 2 o 3 años que son casi como el ‘premio grande’, pero quienes están en los hogares son básicamente niños, niñas y adolescentes. Grupos de hermanos. Chicos que tienen por ahí algún tipo de discapacidad o alguna enfermedad tratable pero permanente que hace que sea más difícil que una familia los acoja”, explica con conocimiento y teniendo siempre presente que el derecho es de los niños a tener una familia, ser amados y cuidados y no de los adultos que sueñan con tener un bebé.Mariano Quiroga: "Lo que se busca con la adopción es reparar ese derecho de los niños y niñas a tener una familia" (Foto: Mariano Quiroga) Anne y Mariano se enamoraron en el 2008 y por cuestiones de la vida se fueron a vivir a París. Cuando la búsqueda de la paternidad no llegaba en forma biológica empezaron a fantasear con la idea de adoptar. En Francia lo descartaron. Las posibilidades eran vinculadas a la adopción internacional y les “hacía mucho ruido”. ¿Por qué? “Es estar pendiente de dónde hubo una tragedia natural para ir a buscar a chicos que puedan necesitar una familia y se mezclan circunstancias muy complicadas” El regreso a la Argentina se dio en el año 2013 y la ley vigente en ese momento no les permitía adoptar porque exigía 5 años de residencia legal. “Se sumó en cierta manera el duelo de la adopción a la serie de duelos que habíamos vivido como familia que no podía tener descendencia; y había quedado el tema abajo de la alfombra”, recuerda. Hasta que ambos por distintas razones pero en el mismo momento sintieron resurgir el deseo. Los 5 años habían pasado y el sueño de tener un bebé ya no les era propio. Deseaban ahijar, pero imaginaban ser padres desde otro lugar.Anne y Mariano forman parte del colectivo #AdoptenNiñesGrandes (Foto: Mariano Quiroga) —¿Cómo dan el primer paso? —Nos anotamos en el RUAGA (Registro único de aspirantes a guarda con fines adoptivos). Hay tres reuniones obligatorias que nos ayudaron mucho a la hora de empezar a sacarnos un montón de dudas, de miedos e incorporar otros criterios muy importantes. Lo que se busca con la adopción es reparar ese derecho de los niños y niñas a tener una familia y hay que encajarlo porque uno llega en la mayoría de los casos por el deseo de paternar o maternar. Ponerse en ese otro lugar abre la posibilidad de hacerlo de otro modo. —¿Cuando dan el primer paso imaginaban qué tipo de adopción? —Uno de los grandes temas que debatimos con mi mujer era si uno solo o hermanos. Decidimos animarnos con dos hermanos de hasta 7 años. —¿Ese animarse tuvo que ver con las charlas? —Las reuniones sirven para abrir la cabeza. Lo que comprendimos era todo lo que significaba para ese niño o niña ser adoptado. Todo ese mundo que se le desmoronaba y que tenía que construir rápidamente. Nunca habíamos pensado tan en profundidad lo que implicaba para los niños. El mito del tiempo Anne y Mariano empezaron los trámites en el 2019; en enero del 2020 tuvieron la última reunión evaluatoria; a pesar del inicio de la pandemia, en mayo, el legajo fue aprobado y en julio sonó el teléfono. “Nos contaron que había un caso de dos hermanos que se correspondían con las edades que nosotros habíamos propuesto, y nos preguntaron si queríamos conocer más sobre esa historia”, cuenta Mariano y explica que siempre informan que están evaluando varios legajos en paralelo y que deben presentarles a los jueces 20 carpetas pero que en muchos casos eso es imposible porque se trata justamente de adopciones de chicos un poquito más grandes. —Cuando hablamos de “grandes” quiere decir que ya pasaron los 4, 5 años, que es el primer gran umbral. Hasta ahí el 90 por ciento de los que están inscriptos para adoptar están de acuerdo en ir. A partir de ahí empieza ya el descenso paulatino de gente inscripta hasta alcanzar el 1 por ciento para chicos de 17. —¿En el llamado qué información les dan? —En nuestro caso fueron muy cuidadosos de no contarnos detalles que nos pudieran ayudar a buscar en google nada. Sabíamos que tenían 5 y 7 en ese momento, que eran una nena y un nene, pero no nos dijeron sus nombres, ni dónde estaban. —Esto rompe con el mito de la espera eterna —Sí. Todo esto se estaba dando además en plena pandemia. En ese mismo lapso, a los dos días nos llamaron por dos hermanas. A los tres días de eso por otro chico un poquito más grande, de 9 años. A todos les dijimos que sí, que queríamos conocer un poquito más. —Muy rápido había tres posibles situaciones. —Sí. En algunos casos sí nos habían contado que habían tenido historias de abusos, violencias un poquito más fuertes —Que difícil. Hay muchos niños que son devueltos y eso es un horror. Uno tiene que entender sus propias limitaciones y a la vez cuando tenés un hijo de forma biológica no estás eligiendo ¿no? —Sí, en nuestro caso rápidamente empezó a avanzar el primer llamado; igual nada de lo que nos contaron nos asustó lo suficiente para desistir. A todos dijimos que sí. —¿Cómo conociste a tus hijos? —Empezamos grabando un videito con mi mujer presentándonos, lo mandamos y nos quedamos esperando la respuesta. No tardó tanto pero cada minuto era eterno. —Quiero ese video. —(Risas). Lo que nos parte al medio fue cuando recibimos el video de ellos respondiéndonos. Ese primer segundo, ese primer fotograma del video viéndolos a los dos ya fue “Guau”. En nuestro caso fue realmente eso que se habla de amor a primera vista, era sentirnos con una inmensa suerte. Después escuchar las voces, las expresiones, las vergüenzas… Imaginate, si para nosotros adultos aparecen todos esos miedos de mandar un video para ellos. —¿Ellos estaban hacía mucho en el hogar? —La nena creció en el hogar porque entró a la institución a los 11 meses. Con lo cual ella conoció ese mundo y después conoció el nuestro. En algún momento van a aflorar algunos recuerdos de esos primeros meses que fueron un poquito turbulentos en su vida. —¿Y el hermano entró a los 3 años entonces? —El hermano, no, el hermano llega después. De hecho mientras ella estaba ya en el hogar, el hermano, que vivía con su abuela, iba a visitarla y mantuvo el lazo con su hermana todo ese tiempo hasta que por circunstancias termina siendo él también institucionalizado y lo enviaron por suerte al hogar donde estaba su hermana. Así que él no llegó a estar creo que ni siquiera dos años en el hogar. —Quiero ser muy respetuosa con la historia de los chicos y por favor respondeme solo lo que se pueda saber o lo que quieras contar. Una beba de 11 meses, un hermanito yéndola a ver. No sé la historia de la familia de origen ni las posibilidades ni el por qué, pero pienso como mamá y me desarma lo que me contás, se me estruja el alma. —Sí, es difícil. Tuvieron una abuela muy presente que los cuidó muchísimo. Tuvieron no, tienen porque siguen en contacto con esa abuela. —Ahí hay un punto importante. ¿Cuando todo está bien se puede mantener un vínculo con la familia de origen si todos están de acuerdo? —Hay una obligación. La relación con la familia de origen está contemplada ya desde el juzgado, el equipo técnico del juzgado dice que su relación con tal, tal y tal es positiva para esos chicos. En muchos casos es una obligación escrita. De hecho ese es uno de los grandes filtros de las reuniones previas. —¿En el caso de ustedes, para los chicos es positivo el vínculo con los familiares? —Sí. Y para nosotros también porque si uno se guía sólo por el expediente están descriptos los distintos intentos de que esa familia de origen pueda continuar con la crianza de los chicos y todas las cosas que van pasando para que eso no suceda. Es pesado. Y ojo, no creo que la historia de mis hijos sea tan pesada, puede haber cosas mucho más desgarradoras. —Vuelvo al relato, llega ese primer video, en esa foto… —Ya está, ahí se nos cayeron los calzones. Los dos estábamos desvelados. Aparte no podíamos mostrárselo a nadie supuestamente. En ese primer video nosotros ya les decíamos que los queríamos sin conocerlos. Cuando lo volví a escuchar dije “que disparate lo que le estoy diciendo. Le estoy metiendo ahí una carga muy intensa”. Pero bueno, era lo que ya sentíamos. —¿Cómo fue avanzando todo? —Los videitos se agotan rápido porque son chicos chiquitos y tienen una urgencia. Durante las vacaciones ese verano había salido la situación de adoptabilidad; entonces les habían comunicado que ya estaban en condiciones de buscarles un papá y una mamá y toda la alegría que había significado para ellos, todo eso cortado por la pandemia hasta que empezaron a retomar otra vez el trabajo los juzgados y las instituciones.Los hijos de Anne y Mariano mantienen el vínculo con su abuela biológica (Foto: Mariano Quiroga) —¿Ustedes fueron la primera familia que se evaluó? —Sí, nos enteramos que les preguntaron por otros postulantes y no quisieron. La respuesta de ellos fue que querían un papá y una mamá. Son chiquitos pero se los escucha, importa lo que ellos puedan contemplar. Son mucho más abiertos los niños de lo que uno se imagina. -Era plena pandemia: ¿cómo pasaron a los encuentros? —El hogar tiene un jardín. Para cada visita teníamos que llevar un test negativo. A menos de veinte días, pudimos ya ir a visitarlos por primera vez y descubrir lo chiquititos que son. Fueron momentos muy lindos. —¿Ustedes les preguntaron a ellos si tenían ganas de ser sus hijos? —Sí, pero ellos lo habían dicho en video, estaban muy contentos. Siempre mostraron eso y lo siguen mostrando. —¿Cuándo se van a tu casa? —A los veinte días de habernos conocido. De habernos aprobado a fines de mayo pasamos el 11 de noviembre a estar viviendo en casa. —¿Cómo fue ese día? —Espectacular. Ellos ya habían conocido la casa porque habían venido pero nosotros teníamos todos los miedos: ¿Van a poder dormir? ¿No van a extrañar? ¿No van a estar angustiados? Que sean hermanos y que estuvieran en la misma habitación era una ayuda para ellos. No es lo mismo animarse a dar ese salto solo que darlo con alguien que está de tu lado, que está pasando por lo mismo y que te va a ayudar.Mariano Quiroga junto a sus hijos (Foto: Mariano Quiroga) —¿Cómo fue dejar a sus compañeros del hogar? —Ese mismo 11 de noviembre yo estaba viviendo el día más feliz de mi vida, llevándome a esos dos soles a mi casa. Pero el momento de cruzar la puerta y el saludo de todos los chicos que habían salido al patio porque los querían saludar fue muy, muy duro. Me transmitieron toda esa tristeza del que se queda. Los felicitaban y los saludaban a los chicos. Había una sonrisa y unos ojos muy tristes. Era una ambivalencia que para mí fue bravo. —Aparece el “¿por qué yo no?” —Claro, “¿y yo cuándo?” —Ahí es donde tenemos la responsabilidad como sociedad y desde el Estado, por eso valoro estas charlas. ¿Cuándo entendiste que eras su papá? —Pasa un tiempo hasta que uno empieza a sufrir como un padre y a disfrutar como un padre. Muy rápido los pude recontra valorar. Cuando mi hijo se da su primer baño en casa y le digo: “Es la hora, qué querés hacer, un baño, una ducha” Y en ese segundo ya estaba desnudo listo para meterse en la bañera con una sonrisa; me pareció de una entrega tan grande... Y la nena, al haber crecido en el hogar era más sobre adaptada y muy cuidadosa de las consignas. Ella no nos podía decir mamá y papá hasta que no se viniera a vivir con nosotros. El hermano se salta todas las reglas. Pero ella, hasta que no entró, hasta que no pudo dejar su mochilita no se soltó. Comprendimos que tienen tiempos distintos. Están haciendo un trabajo de un coraje que es alucinante. —¿Hubo momentos difíciles? —Llegaron los momentos difíciles, sí. Él no respetaba ninguna regla y puede hacerse complicado. La inexperiencia también como padre y madre de cómo poner esos límite, hasta dónde levantar la voz, hasta dónde castigar. —¿Es difícil poner el límite y que sepa que seguís siendo su papá y lo seguís amando aunque lo estás retando? —Hay que verbalizarlo permanentemente. Sobre todo en los primeros meses. Después ya está, ya se consolida. “En esta casa hay cosas que no se hacen, que no queremos que pasen, pero no te vas a ir, va a seguir siendo tu casa”. —¿Qué es lo que más te sorprendió de ser papá? —La capacidad de poder renunciar a cosas sin que te pese —¿Uno puede reírse de las contradicciones de la maternidad y la paternidad en la adopción o cuesta más? —Sí. En nuestro caso había una cosa muy sensible en tocar ciertos temas porque vos por ahí si le hacés una broma a tus hijos de: “Te voy a mandar a la casa de tu abuela, te vas a quedar allá un mes hasta que se te pase”; si nosotros decíamos eso podíamos generar una enorme incertidumbre. —Ellos deben haber visto compañeritos que fueron adoptados y los devolvieron y eso es híper angustiante —No hablamos de eso, sí hablamos de casos posteriores. Ellos tenían sus mejores amigos del hogar que en determinado momento les pudimos contar que había aparecido una familia, porque así nos lo contaron desde el hogar, les mostramos fotos. No sabés la alegría que tuvieron de saber que sus amigos habían encontrado una familia. Duró quince días. Lo que nos costó contarles que eso no había funcionado… —¿Les generó temor eso a ellos en su propia historia? —No sé. Sí les generó muchas cosas cuando volvimos al hogar. El hogar festeja sus cumpleaños y ellos querían ir. No les duró el entusiasmo de haber ido. Estaban felices de que iban a ver a todos sus amigos y a la gente que trabaja en el hogar que los querían un montón pero ese día estuvieron agarrados a nuestras piernas todo el tiempo. Hubo una segunda vez más sueltos y ahí sí pudieron disfrutar de estar con sus amiguitos. —¿Creés que los confrontó con su historia? —A nosotros también nos sirven todas esas cosas para poder entender mejor. Son chiquitos para podernos explicar lo que les pasa. De hecho ni siquiera deben saber lo que les pasa."En nuestro caso fue realmente eso que se habla de amor a primera vista" cuenta Mariano Quiroga en esta charla con infobae (Foto: Mariano Quiroga) —¿Se puede saber el nombre de pila de los chicos o preferís que no? ¿Cómo son cada uno de ellos? —Preferimos por cuidarlos no decir sus nombres. Los dos son muy compradores. Tienen muchos recursos para caerle bien a la gente. Me parece que eso es algo aprendido en el hogar. Esa facilidad para relacionarse con un adulto que apenas le presentaron, una naturalidad que no encuentro tanto en otros chicos. —¿Les gusta el colegio? —Sí, no les gustan tanto las tareas pero va y viene. —Que no les gusten las tareas muestra que son chicos que están muy bien (risas) ¿Pudieron trabajar con tu hija esto de la sobre adaptación que hablabas? —Sigue siendo la preferida de la clase, o la que está más atenta y de complacer a sus docentes. A veces sí, hablamos con ella para que no necesite ser siempre la primera de todo. —¿Hay un acompañamiento psicológico cuando uno arma una familia o no fue necesario? —No está contemplado. Eso sí es algo que desde el colectivo #AdoptenNiñesGrandes intentamos que se tenga en cuenta. El acompañamiento no sólo desde lo psicológico emocional sino en muchos casos también desde el acompañar para ciertos trámites, para ciertas dificultades que aparecen y que no son tan fáciles de lidiar. Desde las obras sociales hasta las inscripciones en las escuelas. La adopción te puede llegar en cualquier momento del año y los chicos a veces pueden estar en otra provincia muy lejos y los tenés que cambiar de escuela. —¿Vos entendés cómo les cambió la vida y el futuro a tus hijos? —Ahí uno vuelve siempre a pensar primero en sí mismo. En cómo le cambió a uno la vida. Lo tengo en consideración, pero a la vez son ellos los que en algún momento tendrán que evaluarlo. La abuela de los chicos nos agradece insistentemente nuestra aparición y lo bien que está saliendo todo, eso nos ha ayudado a tomar conciencia de eso. Los dos tienen todo para ser felices, lo que les hemos podido aportar es el escenario para que puedan desarrollarse. Entonces sí, es mucho. —¿Qué les decís a los que todavía no se animan a pensar en la adopción de chicos un poco más grandes? —Que no tengan miedo. Que los problemas que puedan surgir en su gran mayoría tienen que ver con los ciclos vitales. Hay miedos y hay dificultades que les aparecen a todos los chicos en todos los países del planeta en determinados momentos. No se puede escapar a eso. Sea adoptado o no. Lo que tienen los chicos adoptivos es que tienen un empecinamiento en que las cosas salgan bien que facilitan todo. —Gracias por compartir tu historia. ¿Hay algo que no hayamos hablado que quieras contar? —Me gustaría resignificar lo del colectivo de #NiñesGrandes porque hay momentos en los que hablar con amigos, hablar con familia, sobre todo los temas de crianza ayuda mucho pero hay un montón de tópicos muy específicos que tienen que ver con ser padre por adopción. —La tribu también hace falta en la adopción. —Haber encontrado interlocutores y tan presentes, tan reactivos, que se haya creado esa comunidad para todos es muy positivo, es un espacio de catarsis, un espacio de compartir las alegrías, de contar las primeras veces que se van sucediendo por un lado y por el otro. Para los que ya pasaron por ahí poder ayudar o poder celebrar. Mirá la entrevista completa Seguir leyendo: Son hermanos de 6, 8, 10 y 13 años y buscan una familia adoptiva para que no los separen: hay más de 100 postulaciones Cómo es adoptar en Argentina: la primera noche con el nene y el clic de convertirse en padres ¿Es muy difícil adoptar en Argentina? El camino para lograrlo y dos historias con final feliz
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