Por Manuela Chiesa de Mammana
Era víspera de Nochebuena. La diligencia pasó con atraso por la posta vieja. A ese paso los sorprendería la noche cerca del espinillar grande. El postillón acomodó los bultos que le alcanzó el maestro de posta y apuró a los dos pasajeros que estiraban las piernas bajo el sauzal. Cuando pegó el grito -¡Hasta la vuelta!... ya los cascos de los caballos golpeteaban monocordes en la llanura.
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