Por Manuela Chiesa de Mammana (*)
Cuando chista el chingolo me acuerdo de la vieja Tini. Se sentaba junto a la ventana de la cocina y desde allí les tiraba migajas al patio del fondo. Tenía un banco de paraíso y al lado una bolsa con vellones que abría y abría con esos dedos de duende, hasta hacer un capullo.