"Las dudas se convirtieron en la certeza tan temida"



Por Manuela Chiesa de Mammana (*)


          El doctor abrió con decisión la puerta de la consulta, permitiendo el ingreso del primer paciente. Elina esperaba junto al ventanal para ser atendida. Había venido temprano en un carro ruso porque vivía en la colonia con su familia y no había otro medio de transporte.

            El día anterior había sentido una fuerte molestia en la pierna derecha. Su abuela Elisa, preocupada, insistió para que viera al médico. La abuela tenía predilección por esa nieta dulce y rubia que la remitía al cantón donde ella había nacido. La muchacha aparentaba ser tímida y retraída pero esto se debía al poco dominio del idioma, por el escaso uso del español en la familia.

            El otoño se volvía de un dorado brillante en Entre Ríos. Las tareas en la colonia se duplicaban en esta época. El doctor Weber abrió la puerta por segunda vez. Era el turno de Elina Krüber. Algo turbada explicó su dolencia lo mejor que pudo, esperando comprensión por parte del facultativo.

            El doctor Weber, cuarentón, alto, bien parecido, no vivía en ese momento en el pueblo sino que venía dos veces por mes y atendía en su antiguo consultorio de calle Paso.

            Elina sorprendió gratamente al profesional que disfrutaba oyendo el español, duro y trabado, en una persona tan dulce. Una vez que la hubo examinado y recetado, pidió a la paciente que volviera el mes siguiente para ver la evolución.

            El dolor en la pierna derecha de Elina fue desapareciendo paulatinamente pero las visitas al consultorio no cesaron. Ya fuera por control o por retirar la receta, Elina acudió a la consulta en los dos meses siguientes que el doctor Weber atendió en Villaguay. Doña Elisa creía entender lo que estaba pasando pero no dijo nada, segura de que sólo eran visitas de médico.

            Ese año el frío llegó repentinamente. Oscurecía temprano, la familia se reunía al anochecer  en la gran cocina rural. El jueves, doña Elisa aprovecharía par manifestar sus dudas sobre las asiduas visitas de Elina al médico.

            Pero no fue preciso. Conforme caía la tarde y Elina no regresaba las dudas se convirtieron en la certeza tan temida. Elina Krüber había partido con el doctor Weber en el tren de las veintiuna a Buenos Aires de donde nunca regresó.


(*) El texto forma parte una serie de historias del antiguo Villaguay.

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