SILENCIOS. Por Manuela Chiesa de Mammana

"En Villaguay han quedado silencios agazapados en algunas fachadas, en algunas esquinas". 
(Foto: Archivo, ilustrativa). 

En Villaguay han quedado silencios agazapados en algunas fachadas, en algunas esquinas. Surgen fantasmagóricamente de repente, cuando cierto detalle vuelve imperiosa la evocación.

Aunque ya no existen los edificios donde se albergaron, ellos escapan de las viejas paredes que los aprisionan y están allí, esperando una mirada para presentarse.

La esquina de Alem y San Martín sueña a determinadas horas de la mañana un "revival" adormecido de volantas y estafetas, quietas y serenas como antes, cuando la playa que circundaba el kiosco era bullicioso estacionamiento de gringos y paisanos.

Abandonado y solitario, aunque elegante al amanecer, a la calle Vélez Sarfield aún le queda algún álamo perdido y silente, de aquellos que daban la bienvenida a los viajeros que entraban desde el sur.

En Caseros al este, allí donde la ciudad desaparecía, los fantasmas del silencio se agigantan. Sobre un montículo de pasto, la vieja casa de amplia galería, que ya existía cuando la tragedia, parece recortada por la luz de la tarde en una postal inolvidable.

Sin embargo si se desanda la calle Ancha, donde se junta con Estrada, la placidez de los crepúsculos estivales, un silencio persistente quiere acoplarse a una vieja música de altoparlantes que anuncia la kermés en el efímero parque escolar.

Estos fantasmas no son más que recuerdos guardados en los humedales de la memoria pero sin embargo están en todas partes, sólo esperan que una ilusión nos haga levantar la mirada.

El silencio los convoca y nuestro desvarío lo dibuja.

Aquellos silencios son ilusorios los que hoy nos exige la pandemia son trágicos, temerosos y no queribles.


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