Juan Zalate: “HOY CON 54 AÑOS, SI TUVIERA UNA ESTRUCTURA FÍSICA PEQUEÑA DE 55 KG, SEGURO ESTARÍA CORRIENDO”


Juan Ángel Zalate fue uno de los destacados jockeys que dejaron su sello en el turf de nuestra ciudad. Integrante de una familia de notable tradición “burrera”, su vida tuvo todos los condimentos necesarios para formarlo en una extensa trayectoria como jockey, cuidador y propietario de caballos sangre pura de carrera. En esta entrevista con EL PUEBLO nos cuenta con lujo de detalles su gran pasión por la actividad hípica, desde el sacrificio que hacía para dar el peso hasta la inolvidable jornada en Concepción del Uruguay donde ganó 7 de las 8 carreras que disputó.


- ¿Cómo nació tu relación con los caballos de carrera? 

Es un legado familiar, llevamos el turf en la sangre, porque mi viejo Pedro Florentino (“Quico”), mi tío Fulgencio, mi hermano Pedro (“Peto”) y dos primos que tengo en La Plata también corrieron. Mi hijo mayor corrió un tiempo pero después engordó y tuvo que dejar. Nací y me crié en el barrio Villa Pedro, con el recordado “Negro” Ramírez y su familia, quien tenía boxes y caballos de carrera en su casa (muy cerca de la escuela N° 87 “Luis Piedrabuena”). Antes había studs en varias casas de Villaguay, inclusive en lugares que hoy son céntricos. Habré tenido 6 años cuando “Lelo” Ramírez ya me subió a una yegua que tenía para entrenarla y me llevaba de tiro. Era muy difícil siendo tan chiquito ir en el lomo de esa yegua, a pleno “trote caminado” como lo hacen los sangre pura de carrera. Pero yo me sentía muy seguro porque me prendía de las crines y a las riendas las llevaba el “Negro”. Luego empecé a montar unos caballos de andar con los cuales una señora de apellido Rebozzio nos llevaba leche.¿Cuándo comenzaste a entrenar a los caballos y arrancaste a correr? Siendo un adolescente, prácticamente me vine a vivir al hipódromo, donde “vareaba” caballos todos los días. Hice mis primeras armas entrenando a un gran ejemplar como Tirol. Como yo en aquel entonces era liviano, “Coco” Ríos, un legendario cuidador de nuestra ciudad (yo trabajaba con él), me vio condiciones, me ofreció correr y debuté acá en Villaguay a los 16 años con un zaino negro que él entrenaba, propiedad de Okrander de Villa Domínguez: Mak Martín. Me fue bastante bien porque largaron 12 y llegué en el 6° puesto. Una cosa es trabajar un caballo sólo en la pista y otra muy distinta es largar una carrera con un pelotón. En ese tiempo el hipódromo local tenía cancha de tierra así que ligué varios “cascotazos” en la cara y en todo el cuerpo (risas), de los caballos que iban luchando por los primeros lugares. Ya existían las escuelas de aprendices en San Isidro y La Plata pero no tenía recursos económicos para ir y nadie me ofreció la posibilidad, además antes Buenos Aires era prácticamente el “cuco”. En la actualidad cambió mucho porque se viaja con caballos a correr allá hasta 2 o 3 veces por semana. Entonces tuve que aprender a los “ponchazos”, escuchando a los jockeys más viejos y con mucha trayectoria, quienes me daban consejos y todo suma en la experiencia, porque con el paso de los años uno va corrigiendo varias cosas hasta encontrar su propio estilo para correr. Mi viejo también me enseñó bastante, esta actividad significa un aprendizaje constante. 


¿Cuándo ganaste tu primera carrera y cuál fue tu jornada más destacada? Gané la primera acá en Villaguay, sobre 400 mts, con una yegua cuadrera del “Chiro” Buiatti de Raíces, que se llamaba Cardalera. Después gané algunas carreras más y luego hice un parate en mi trayectoria porque la situación económica era apremiante, ya que no es fácil vivir de las carreras siendo tan joven, entonces me tuve que ir a trabajar a Liniers, Buenos Aires. Luego de unos años volví y pude continuar corriendo y más tarde cuidando, para seguir alimentando mi pasión por el turf. Si bien no corrí caballos de primera línea y no gané tantas carreras, pero tuve una jornada inolvidable durante el año 1987 en el hipódromo de Concepción del Uruguay, donde gané 7 de las 8 carreras que se disputaron ese día. Pero ahí no termina la anécdota, porque además de haber concretado una marca histórica muy difícil de repetir, era la época de los australes de Raúl Alfonsín, por lo cual con lo que cobré por haber ganado 7 competencias no me alcanzó para comprar un cuadro inmenso donde estaban las fotos de todas las llegadas y los festejos (risas). Con un gran dolor en el alma le dije al fotógrafo que no me lo hiciera porque tenía que llevar el dinero para mi casa. Me tuve que conformar con un recorte del diario “La Calle” donde relataba la hazaña que había logrado.Siendo de físico no tan pequeño, ¿cómo te las arreglabas para dar el peso? Yo no tenía el cuerpo ideal, era pesado (64 o 65 kg) y montaba con 57 kg, así que tenía que cuidarme bastante en las comidas. Era un sacrificio grande el que tenía que hacer, la mayoría de los jockeys en la historia de Villaguay sufrieron el mismo problema. En la actualidad tengo 54 años pero si yo tuviera una estructura física pequeña con peso normal de 55 kg, estoy seguro que hoy estaría corriendo porque me encanta. 



¿Sufriste alguna rodada importante? Me he caído varias veces pero gracias a Dios tuve la suerte de no quebrarme nunca, como le ha pasado a muchos colegas, que después sienten miedo o no pueden “estribar” bien porque la pierna no queda con la capacidad de sujeción justa al cuerpo del caballo. Desde el mismo momento en que se monta un caballo sabemos que la caída es una situación de riesgo que puede pasar. Lo que siempre te recomiendan los jockeys de mayor experiencia es luego de rodar, quedarse quieto en el suelo, hecho un “ovillo” si es posible, porque de esta manera se favorece que el caballo por instinto te salte y no te pise o patee. No hay que levantarse hasta que no pase el último. Lamentablemente, han ocurrido casos en los cuales los jockeys fallecen a causa de esto. Mi rodada más brava fue acá en Villaguay, en una reunión muy importante, donde concurrió muchísimo público porque tenía como principal atracción el duelo entre Tirol y Ventarrón (Nogoyá). Me tocó correr en la primera con un ejemplar de la familia Ramírez y el caballo “billaqueó” después de largar y me tiró. Me golpeé en la cabeza, me ayudaron a levantarme la gente que trabajaba en las gateras y les dije que estaba bien. Pero cuando me trajo la ambulancia hasta el cuarto de jockeys se dieron cuenta que yo estaba bastante perdido. Luego me llevaron al Sanatorio, donde me atendió el Dr. Francia, quien me dejó internado. Recuerdo que después anduve una semana con mareos pero gracias a Dios me recuperé bien. Cuando volví a correr lo hice de la mejor manera, sin ningún tipo de temor. 

¿Cuál es la diferencia entre ser hincha del turf y vivir la adrenalina desde la montura? Cuando yo era chico (6 o 7 años) venía al hipódromo y me sacaba fotos con los caballos, me encantaba todo el circo que rodeaba a la actividad hípica, sabía los nombres de los caballos, los colores de las chaquetillas de los distintos studs y demás, pero cuando empecé a correr, todo eso fue cambiando y tiene otro sabor. Desde arriba del caballo es otra la sensación, porque ya es un trabajo, a vos pagan por correr, sos un profesional y estás tan concentrado en lo que tenés que hacer que se pierde eso que siente el hincha que concurre a las carreras. Como jockey desde el momento previo en el que estás entrando a las gateras tenés que olvidarte de la gente, de los familiares que fueron a verte y de todo el entorno, para estar con la computadora de tu mente prendida para la carrera.

Más leídas de la semana

Más leídas del mes

Más leídas del año

Más leídas históricas