
Foto: José Luis Raota.
Durante 44 años el kiosco “La Kenga” ha formado parte de la localidad, convirtiéndose en un innegable referente para la población. ¿Qué ciudadano no conoce el renombrado negocio? ¿Quién no ha ido a “lo de Wouterlood” a comprar agua caliente para el mate antes de cruzarse la Plaza Ramírez? Muchos han abastecido su viaje en colectivo de golosinas o alimentos, de revistas o diarios. En esta entrevista, Raúl Wouterlood cuenta el amanecer de su oficio y llena de coloridos anécdotas sobre sus años en la actividad.

Foto: Google Maps.
- ¿Cómo surge La Kenga?
- En 1969 se inaugura la Terminal de Ómnibus de Villaguay en el lugar en el que se encuentra en la actualidad. En ese año gané la licitación para su kiosco, que funcionaba donde ahora es la Oficina de Informes. Lo atendía junto a Gloria Perdomo. Además yo trabajaba desde el ´68 como viajante de Bagley, hasta 1975, año de gran desfalco económico que llevó a la quiebra a la empresa. En 1976, Constantino Tiropolis vendía el terreno frente a la Terminal, que tenía una construcción de madera, donde fundé mi negocio. El nombre tiene una historia en particular, ya que mi hija María Eugenia, que era pequeña en ese entonces, se refería a sí misma como "Kenga". Entonces decidí ponerle Kiosco “La Kenga”. Es un negocio familiar: mi esposa trabajó muchos años también, en los horarios en los que yo no estaba.
Foto: José Luis Raota.
- ¿Cuáles fueron los beneficios de asentarse frente a la Terminal?
- Una de las ventajas principales es la cantidad de visitas que recibí, tanto de gente local y de los alrededores como de personalidades de diferentes ámbitos. Por nombrar algunos, al gran Osvaldo Terranova, que me visitaba frecuentemente, compraba los cigarros que él fumaba. Norberto “el Beto” Alonso, Amílcar García, Hugo Montiel e incluso Nicole Neumann. La modelo ingresó un día cuando se encontraba de paso por Villaguay y cuando la veo le digo: “de algún lado te conozco”, ella se ríe y me dice, “Si, estoy en esa revista que está atrás suyo”. Edgardo “Coti” Redruello, hermano de “Juancho”, cuando vino a Villaguay después de estar más de 20 años afuera, venía a saludarme y a charlar. Ahí se reencontraba con gente de la ciudad, por lo que me propuso ponerle al kiosco “Lugar de encuentros”. Claro que mandé a hacer el cartel y nunca me lo entregaron. Otros beneficios ha sido que siempre trabajé rodeado de buenos amigos, y la relación con los vecinos es inmejorable.
- ¿Tienen muchos clientes fijos de afuera de la ciudad?
- Enorme la cantidad de gente que viene de afuera, y todos me conocen. He ido a muchos eventos en varios puntos del campo y me ha pasado que el anfitrión me diga “a vos te conocen más que a mí que soy de acá”. Asimismo yo enviaba el diario y otros artículos con Don Lalanda, que hacía su recorrido en una jardinera por Lucas Norte llevando a diferentes clientes. También mandaba pedidos en los colectivos que iban al campo como “La Lita” o “El Águila”, a Mojones, Lucas Norte y Lucas Sur, además de otros puntos. Incluso, hace muchos años, mucha gente de zonas rurales que venía a hacer las compras en carritos, bajaban sus cosas acá y las dejaban para que se las cuidara.
Foto: José Luis Raota.
- Su familia lo acompaña en el negocio, ¿quién va a continuar con el trabajo cuando usted decida retirarse?
- María Eugenia actualmente es la que se encarga del negocio. Creo que si algún día me retiro completamente, todo va a quedar en manos de ella. Es quien se ha puesto la empresa a los hombros durante mi enfermedad.
Foto: José Luis Raota.

Foto: José Luis Raota.
- ¿Cuáles fueron los beneficios de asentarse frente a la Terminal?
- Una de las ventajas principales es la cantidad de visitas que recibí, tanto de gente local y de los alrededores como de personalidades de diferentes ámbitos. Por nombrar algunos, al gran Osvaldo Terranova, que me visitaba frecuentemente, compraba los cigarros que él fumaba. Norberto “el Beto” Alonso, Amílcar García, Hugo Montiel e incluso Nicole Neumann. La modelo ingresó un día cuando se encontraba de paso por Villaguay y cuando la veo le digo: “de algún lado te conozco”, ella se ríe y me dice, “Si, estoy en esa revista que está atrás suyo”. Edgardo “Coti” Redruello, hermano de “Juancho”, cuando vino a Villaguay después de estar más de 20 años afuera, venía a saludarme y a charlar. Ahí se reencontraba con gente de la ciudad, por lo que me propuso ponerle al kiosco “Lugar de encuentros”. Claro que mandé a hacer el cartel y nunca me lo entregaron. Otros beneficios ha sido que siempre trabajé rodeado de buenos amigos, y la relación con los vecinos es inmejorable.
- ¿Tienen muchos clientes fijos de afuera de la ciudad?
- Enorme la cantidad de gente que viene de afuera, y todos me conocen. He ido a muchos eventos en varios puntos del campo y me ha pasado que el anfitrión me diga “a vos te conocen más que a mí que soy de acá”. Asimismo yo enviaba el diario y otros artículos con Don Lalanda, que hacía su recorrido en una jardinera por Lucas Norte llevando a diferentes clientes. También mandaba pedidos en los colectivos que iban al campo como “La Lita” o “El Águila”, a Mojones, Lucas Norte y Lucas Sur, además de otros puntos. Incluso, hace muchos años, mucha gente de zonas rurales que venía a hacer las compras en carritos, bajaban sus cosas acá y las dejaban para que se las cuidara.

Foto: José Luis Raota.
- Su familia lo acompaña en el negocio, ¿quién va a continuar con el trabajo cuando usted decida retirarse?
- María Eugenia actualmente es la que se encarga del negocio. Creo que si algún día me retiro completamente, todo va a quedar en manos de ella. Es quien se ha puesto la empresa a los hombros durante mi enfermedad.

Foto: José Luis Raota.
- ¿Ha habido algún cambio en el kiosco a lo largo de los años?
- Además de las cuestiones estructurales, teniendo en cuenta que al principio era una construcción de madera, hemos anexado a la venta todo tipo de artículos para adaptarse a las necesidades y solicitudes de la gente. Empezamos con unos caramelos, golosinas, diarios y revistas. Pero después empecé a agregar productos regionales, para los clientes que venían de visita y querían llevar recuerdos de Villaguay. La panificación y algunos alimentos fueron un acierto. Los pastelitos son pedidos por muchos clientes de todos lados. El tabaco en todas sus formas se vende muchísimo, sobre todo para la gente del campo. En el año ´83 se anexó el servicio de lotería y quiniela.

Foto: José Luis Raota.
- ¿Cómo se lidia con la competencia en el rubro?
- Todo va en cómo se lo tome uno, por ejemplo yo nunca miré hacia lo que hacían los demás. Al principio no había mucha competencia, ya que en toda la ciudad no había más de cuatro o cinco kioscos. Cincuenta años atrás éramos contados con una mano.
- ¿Cómo se vio afectada la actividad durante la pandemia?
- Se redujo muchísimo, sobre todo al encontrarse detenido el tránsito de colectivos. La realidad es que la gente no puede comprar como antes por más que quiera, por la situación económica. Y el kiosco debe estar en un 30% de las ventas que antes se realizaban.
Foto: José Luis Raota.
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La Kenga y El Pueblo
- Se redujo muchísimo, sobre todo al encontrarse detenido el tránsito de colectivos. La realidad es que la gente no puede comprar como antes por más que quiera, por la situación económica. Y el kiosco debe estar en un 30% de las ventas que antes se realizaban.

Foto: José Luis Raota.
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La Kenga y El Pueblo
Siempre vendimos el diario El Pueblo – cuenta Raúl Wouterlood – desde los tiempos que su director era Emilio Surra, luego cuando siguió su hijo Juan Carlos “El Chino” Surra y su esposa; y en la actualidad lo vendemos para los nietos del fundador. Fue un artículo que siempre se comercializó bien. Además contábamos con la visita diaria del Chino en sus búsquedas de datos para formular editoriales.
Luis Bravo, que trabajaba en el diario también, en ocasiones realizaba la “Bravomanía”, un programa de radio donde se hacían recitales en el terreno frente a la terminal. En esos encuentros siempre había mucha concurrencia, por lo que Juan Carlos venía al kiosco y pasaba las tardes conmigo viendo las celebraciones. Luego volcaba los acontecimientos en el diario.
Para las noticias locales no hay como el diario El Pueblo, y fue un gran acierto que comenzaran a repartirlo por la mañana. Las ventas aumentaron en gran medida y eso beneficia al comercio que lo expende también.
Luis Bravo, que trabajaba en el diario también, en ocasiones realizaba la “Bravomanía”, un programa de radio donde se hacían recitales en el terreno frente a la terminal. En esos encuentros siempre había mucha concurrencia, por lo que Juan Carlos venía al kiosco y pasaba las tardes conmigo viendo las celebraciones. Luego volcaba los acontecimientos en el diario.
Para las noticias locales no hay como el diario El Pueblo, y fue un gran acierto que comenzaran a repartirlo por la mañana. Las ventas aumentaron en gran medida y eso beneficia al comercio que lo expende también.