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"YO ERA TAN APASIONADO POR LOS DEPORTES QUE APRENDÍ A LEER CON EL GRÁFICO"

Juan Méndez, Darío Rovetta, Machito Segovia y Caio Esteybar.

A fuerza de su gran habilidad, velocidad y destreza con la pelota, Ricardo Esteybar supo ganarse el respeto de todo el mundo futbolero villaguayense. Su figura surge en cada charla como uno de los referentes más destacados de nuestro deporte. Porque “Caio” no solamente brilló en el fútbol con la camiseta de Sarmiento y la Selección de la Liga sino que también tuvo una magnífica trayectoria en el básquet vistiendo la casaca de Huracán y del selectivo de la Asociación Villaguayense. “Caio” fue uno de los mejores representantes del “lirismo” en nuestro deporte, del “jogo bonito”, un apasionado de verdad. 

- ¿Dónde naciste, a qué edad viniste a vivir en Villaguay y cómo arrancaste en el deporte?
Nací en Concordia y mis padres vinieron a Villaguay cuando yo tenía 3 años, a trabajar en la estación de servicio Shell y terminal de ómnibus, que estaba en la esquina de Moreno y Alem. Comencé en el deporte a los 6 años, en el básquet del club Huracán. Mis primeros técnicos fueron el Dr. Rodríguez y “Tino” Miranda. Mi mejor compañero fue Aníbal D´Alessandro y hacíamos un buen tándem con “Mandíbula” Etchevest. Fui un loco del deporte durante toda mi vida, también jugábamos al baby fútbol en Huracán. Luego, “Nené” Maldonado (hermano del Papi) me llevó a ADEV, donde empecé en la 5° división, ahí jugué un año. Pero después, como yo era muy rebelde en mi forma de ver el fútbol tuve un entredicho con César Douglas Lobbosco y terminé jugando en Sarmiento, club en el cual debuté en primera a los 15 años enfrentando a Barrio Sud en el “Justo Ramírez”. Habían faltado el “Negro” Almada, que era el “número 10” del equipo y el “Flaco” Di Giusto, entonces “Golo” Núñez y “Licha” Álvarez me preguntaron que si me animaba a jugar. Les dije que sí enseguida y escuché que comentaban “te lo van a matar al gurí, es muy chiquito” (risas). Barrio Sud tenía puros jugadores grandes: Atajaba “Tokio” Robles y jugaban Cepeda, “Quique” Luján, “Tanque” Waltón, “Poro” Acosta, “Celengo” Rodríguez y en ese mismo partido también debutó “Pirulo” Ribas. Me fue muy bien, ese día hice tres goles. Durante muchos años practiqué paralelamente básquet y fútbol, llegando en ambas disciplinas a integrar los dos Seleccionados de Villaguay. La delantera de Sarmiento era Juan Ángel Méndez, “Poro” Arabí, “Flaco” Martinetti, yo y el “Gringo” Koch. Los clásicos eran bravísimos y como yo era chiquito, los defensores rivales me amenazaban que me iban a “romper” entero (risas). Pero tenía compañeros de experiencia que me defendían, como los hermanos “Poro” y “Perita” Buet. Nuestro arquero era el “Tano” Ranieri y en la defensa estaban Mario Ramírez y el “Negro” Martínez. En lo que respecta a la Selección de la Liga, hay que reconocerle el mérito a “Pepe” Carmona y a “Juancho” Duré, quienes armaron un gran equipo, fuimos muy competitivos y llegamos a ser subcampeones en un Entrerriano luego de perder la final contra Concordia. 


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¿Cuáles eran tus principales características de juego en el fútbol y el básquet?
En ambos deportes tenía mucha velocidad, pero para jugar al básquet por ejemplo, tenía un déficit importante que era mi altura. En aquella época se podía jugar siendo petiso, hoy no podría integrar un equipo ni siendo aguatero (risas). En el fútbol, según dicen los que me vieron, que a la ligereza le agregaba habilidad con la pelota. Lógicamente que eso te lo dá el potrero. Igualmente también me entrenaba sólo, pero el hecho de jugar todo el día te brinda muchas ventajas. Tenía un aro en mi casa, en el cual pasaba varias horas tirando. En el fútbol era derecho pero yo quería aprender a usar la zurda así que me pasaba las tardes pateando contra la pared. También practicaba con una bolsa de arena, a la cual le pegaba patadas y hasta hacía pesas con las piernas para agarrar fuerza en el disparo. Por la locura que tenía encima y lo mucho que me gustaba el deporte, me llevó a mejorar en varios aspectos. A mi gustaba jugar al fútbol lindo, era bastante lírico. También tengo que reconocer que tuve un grupo de compañeros bárbaro, tanto en Sarmiento como en el seleccionado, con una capacidad técnica importante, que me ayudaban a desarrollar el buen juego, como por ejemplo Daniel Arabí, “Machito” Segovia, el “Flaco” Martinetti en Sarmiento y en el seleccionado “Lito” Michelena, “Pelusa” Blanco, “Pelusa” Díaz, cantidad de excelentes jugadores que había en esa época porque realmente sobraba talento en Villaguay y todo gracias al potrero.

¿Hasta qué edad jugaste en ambos deportes?
Al básquet dejé de jugar a los 30 años, fue un día en el cual me peleé con mi hermano y Jorge Morales. Yo les llevaba alrededor de 15 años de diferencia y ellos me sacaban 20 cm de altura. Me convencí de que ni con mejor técnica ni con velocidad podía equiparar esa diferencia y me retiré del básquet. En el fútbol dejé de jugar un tiempo y volví porque me habían hablado Daniel Arabí y “Roly” Mendoza, pero me rompí la rodilla, fue a los 35 años. Me operaron ese mismo día, tenía rotura de ligamentos cruzados y laterales en la rodilla izquierda, también me sacaron el menisco y se me había cortado el tendón rotuliano. Me llevó mucho tiempo la recuperación, el médico me dijo que no hiciera más deportes porque corría peligro con esa pierna ya que me habían quedado los ligamentos cortos, de hecho nunca más la pude cerrar bien.
¿Cómo fue el proceso de recuperación?
Con mucho esfuerzo empecé a hacer gimnasia intensivamente y a los 2 años volví a jugar al fútbol con amigos en un torneo bancario que se organizó en Paraná. Un tiempo después empecé con el padel, me decían que tampoco iba a poder por la rodilla pero gracias a Dios jugué 10 o 15 años y nunca más me dolió ni me pasó nada. Creo que volví a jugar por el amor al deporte, al empezar la recuperación me iba en bicicleta las 15 cuadras que separaban a mi casa del trabajo (el Banco Italia). Le levanté el asiento bien alto a la bici porque casi no podía doblar la rodilla y de esa manera iba a ir pedaleando para estirar un poco los ligamentos. El médico me había recomendado que empezara con kinesiología y mis amigos me decían que si me caía de la bicicleta iba a quedar rengo (risas). No obstante eso, hice todo el esfuerzo durante muchísimo tiempo yendo en bici y bajándole el asiento de a poquito para poder ir doblando la rodilla cada vez más. Me sentaba arriba de una mesa con las piernas colgando y una bolsa de arena de un kilo, para despacito tratar de levantarla, se me caían las lágrimas del dolor pero le daba todo el día. Las ganas de volver a jugar fueron las que me impulsaron. Yo era tan apasionado por los deportes que como mi papá compraba El Gráfico, debo reconocer que aprendí a leer con esa revista.
¿Te tentaron para jugar en veteranos o tomar la conducción técnica de algún equipo?
No tengo carácter para dirigir, no me gusta mirar partidos sino juego yo. Por ejemplo, en el último partido de básquet que vi jugaba mi hermano Gustavo y me di cuenta de que era tal la locura que tenía que decidí no ir más. Ni a Huracán iba a verlo y con el fútbol no me gustan los veteranos porque me di cuenta de que la gran mayoría no había jugado al fútbol nunca, y la “pata” más chica te la ponían en la cabeza. Pero en otros pueblos como en Gualeguaychú, Paraná, Concordia o Concepción del Uruguay, es muy lindo como juegan a un toque, sin pegarse, porque ya pasó la época en la cual existía la obligación de ganar. Creo que uno a esta edad tiene que jugar para divertirse. Además, cuando pasás los 40 años, los golpes te duelen en el alma y una lesión que antes se te curaba en una semana ahora demora dos meses.

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