¿El básquet te sirvió para destacarte como guardavallas en el fútbol?
Sí, mi característica en el fútbol era siempre jugar adelantado, delante de la línea del área chica y tenía mucha seguridad de manos, salía siempre a agarrar los centros y era muy raro que se me escapara alguna pelota. El básquet también me dio confianza para saltar a tomar la pelota junto a un rival o un compañero al lado, ese roce te sirve mucho en el fútbol. Tengo recuerdos de 5° y 4° división, porque jugábamos los domingos a la mañana. El “Turquito” Llanán en su bicicleta nos llevaba la ropa cuando jugábamos de visitante. Nos levantábamos el domingo con unas heladas bárbaras pero íbamos a jugar porque el amor por el fútbol era más fuerte. La pelota con el rocío que se acumula en el pasto a la mañana quedaba mucho más pesada y generalmente atajábamos sin guantes. Siempre fui muy observador respecto de los movimientos de los arqueros. Me gustaba el alemán Sepp Maier, tenía videos de sus entrenamientos y crecí viéndolo atajar al “Pato” Fillol. Son los estilos que fui aprendiendo. Y en el ámbito local lo observaba a “Pirulo” Colonessi, que era un ícono de Sarmiento. Desde su forma de vestir, atajar, la manera de salir, cómo ponía el cuerpo para caer. “Tito” Velázquez, un muchacho que había atajado en la tercera de River, llegó a Sarmiento y me enseñó muchas cosas. A los que dicen que para ser arquero hay que ser “medio loco” no les falta razón. Es un puesto muy ingrato, aunque si volviera a nacer, elegiría nuevamente vez ser arquero porque me ha dado muchas satisfacciones.
¿Cuándo debutaste en primera división?
En el año 1981, yo tenía 17 años, me llevaron a primera. Durante casi un año entero fui suplente de “Pirulo” Colonessi. A veces lo chocaban o golpeaban y se caía, parecía quedar lesionado, entonces “Perita” Buet (era el técnico) me hacía calentar, yo corría como 15 minutos pero “Pirulo” se recuperaba y seguía atajando (risas). Debuté en Villa Clara y ganamos 3-1, se había lesionado Colonessi y entré, me fue muy bien. Era un placer verlos jugar al “Caio” Esteybar, al “Flaco” Martinetti, “Peludo” Robles, “Poro” y Daniel Arabí. Cuando terminaban las prácticas, nos quedábamos con Darío Rovetta, “Roly” Mendoza y “Caio”. Ellos me pateaban de todos lados, siempre me iba último de la práctica porque me gustaba entrenar. Al año siguiente “Pirulo” dejó de jugar, “Perita” me dio la confianza y atajé como titular hasta que en el año 86 por razones familiares me fui al sur a trabajar. En el 1985, dirigidos por Ramón “Sospecha” Robledo, logramos un recordado campeonato porque hacía varios años que Sarmiento no lograba el título. Volví a Villaguay en el 90 y atajé un año en Salud Pública, pero extrañaba mucho a mi club y retorné a Sarmiento en el 91. Fui suplente en reserva y primera (me pasaba todo el domingo sentado en el banco). Esperé porque sabía que iba a tener mi oportunidad, hasta que se lesionó el titular de la primera y pude regresar en buen nivel. No abandoné más el arco de Sarmiento hasta que me retiré a los 33 años, porque vi que venían chicos con mucho futuro y condiciones como Marcelo Chaparro y Florencio Montiel. Decidí dejarles el lugar a ellos y esperar un año más para empezar a jugar en el fútbol de veteranos.
Te enfrentaste en grandes duelos con tu hermano Arturo, destacado goleador de ADEV.
Sí, en un clásico disputado en cancha de Sarmiento, vino un centro, salí a cortarlo y él desde atrás me quiso sacar la pelota con la cabeza, entonces con la parte de atrás de mi cabeza le pegué sin querer en la nariz y se la quebré. Cayó desplomado, perdió el conocimiento, lo llevaron al hospital, se armó un lío familiar de proporciones (risas). Él dijo que no se acordaba nada lo que había pasado en la cancha. En otra oportunidad, en una final del campeonato de los barrios entre San Ceferino (mi equipo) y Acopio Gysé (del “Gringo” Rudaz), entró Arturo por el lado izquierdo del área, salí a taparlo y él pateó cruzado. La pelota se fue afuera rozando el palo, Arturo quedó lamentándose en el piso, me agaché y le di un beso, como agradeciéndole que lo haya errado, la tribuna se venía abajo (risas). También tuve un recordado choque en otro ADEV – Sarmiento con mi primo José Luis Verbauwede. Le tiraron un pelotazo largo por la punta derecha, salió el “Garza” Delgadino a cortar y vi que José Luis llegó antes, entonces empecé a salir. Cuando José Luis se la tocó por un costado, yo ya estaba en el área grande. Me tiré al piso y agarré la pelota, pero con la rodilla le pegué en la tibia. Enseguida se escuchó el ruido como si se hubiera quebrado una madera. Entonces le dije: “No te muevas, está quebrada”. A la noche fui al hospital y estaba con la pierna enyesada. Son esas cosas que pasan adentro de la cancha, porque no es que uno haya ido con mala intención, sino que yo era fuerte y salía con todo para atrapar la pelota. Los arqueros siempre recibimos golpes, yo ya había tenido varios choques bravos con delanteros potentes y grandotes, por lo cual salía a defenderme. Una vez en cancha de Barrio salté a cortar un centro y al levantar los brazos para agarrar la pelota uno queda descubierto, un defensor me pegó un tremendo codazo en el pecho. Me cortó el aire, no podía respirar y estuve varios minutos para recuperarme.