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ADEV 1987-88, Marcelo Belli, el 3° arriba desde la derecha |
- ¿Cuándo arrancó tu vida deportiva?
- Mis padres me llevaron a jugar al básquet a ADEV cuando tenía 5 años. Al principio no quería saber nada con el deporte y recuerdo que me llevaban a los tirones. Y cuando se jugaban partidos tampoco quería, era como que me daba vergüenza o me costaba sociabilizar. Pero después, con el paso del tiempo me empezó a gustar y fue uno de los deportes que más amé. También era un apasionado del tiro, fui durante muchos años al Tiro Federal. Mi padre me acercó a esta actividad, tenía una escopeta del 12 chica y un rifle 22, con las cuales me llevaba a cazar perdices. Me enseñó a tirar y además el manejo y cuidado del arma. Recuerdo que junto a un compañero tiramos con un revólver Colt a una silueta de hierro. La última vez que participé fue en los torneos comerciales que organizó Fernando Retamar, obteniendo el 1° puesto. Varios años después me habló el “Gringo” Schierloh para reflotar el Tiro Federal, cuando Pedro Planas era el presidente, pero le dije que no porque en ese momento estaba muy comprometido con la escuela. También hice vóley, con “Pichón” Antivero, en la escuela Mariano Moreno. Años después, con el Instituto La Inmaculada participamos en los intercolegiales, con un gran equipo, inclusive integré la selección. Además practiqué hándbol, ciclismo y natación.
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- ¿Quiénes fueron tus entrenadores y compañeros de básquet?
- Mis directores técnicos de básquet fueron Carlitos De Meyer, el “petiso” Urristi (que trabajaba en Goldaracena), “Pancho” Almada, “Gordo” Ayala, Manuel Domínguez, Mario Dimotta, “Vizcacha” Fernández y “Papi” Maldonado. Mi camada del barrio con quienes empezamos básquet en ADEV fueron entre otros: Sergio y Osvaldo Elorriaga, el “Gatito” Alegre, “Fierrito” Almada, Marcelo Sturzenegger, José Luis Lavini. En aquel momento, mi padre era el tesorero y tenía la llave del club, era un portón de hierro grande y lo abríamos para entrar a practicar. Cuando papá no me daba la llave saltábamos el tapial de 2,20 mts y jugábamos al fútbol. Esa era nuestra diversión, vivíamos todo el día en el club. Creo que con el paso del tiempo se ha ido perdiendo el interés de los chicos por ir a los clubes.
- Después de recibirte de profesor de educación física empezaste a trabajar en clubes.
- Sí, la primera institución que me contrató para trabajar en el Minibásquet fue Parque, donde junto con Francisco González llegamos a un provincial con la categoría Premini. Me terminé cansando porque el espíritu del Minibásquet que nació en Bahía Blanca nunca se respetaba. A los chicos desde corta edad, ya los padres los presionan para que entren a jugar, que hagan goles y corran. Trabajé 2 años y dije “esto no es para mí”, porque es la edad justa donde los profesores tenemos que empezar a formarlos. Y los padres deben acompañar pero resulta que son mucho más competitivos que los mismos jugadores. Los gurises los miraban a los padres sin entender nada cuando les gritaban desde afuera de la cancha. Una locura, inclusive hasta me llegaron a amenazar para que ponga a sus hijos. La verdad es que yo los comprendía, pero a la cancha solamente pueden entrar 5 chicos y en Mosquito, Premini y Mini tenía 20 y pico de jugadores. Era imposible poner a todos y me increpaban con: “Yo pago la cuota para que mi hijo juegue”. Haciendo un paralelismo con la escuela, muchos años atrás hicimos una reunión provincial de Educación Física, yo me manifesté en contra de que en los intercolegiales se utilicen jugadores federados y me miraron como a un bicho raro. Mi idea era que en la escuela debíamos formar a los chicos que no están en los clubes, porque ese es el verdadero trabajo de un profesor, enseñarle fundamentos y técnicas de cada deporte. Como no me dieron bolilla llegué hasta a no participar de los intercolegiales. Otra de las cosas que no me gustaban y desvirtuaban a la educación física es que cuando perdían con el equipo de básquet ponían a los mismos chicos en el vóley, quitándoles la posibilidad de jugar a otros.
- Habitualmente te destacabas en los rebotes, ¿cómo surgió esta especialización?
- Se fue dando, porque con edad de Cadetes ya me ponían en primera. En ese momento jugaba adelante, en la zona en defensa y abierto en el ataque. A medida que fui creciendo físicamente tenía más fuerza y le sumé experiencia, entonces de abajo del tablero no me sacaba nadie. Recuerdo que con un jugador grandote y físicamente muy fuerte como el “Negro” Fernando Rupani, cuando él jugaba en Parque, íbamos al salto y yo le ganaba la pelota, él se enojaba mucho conmigo (risas), igualmente en los rebotes. Pero después terminamos jugando juntos en ADEV y fuimos muy compañeros. La técnica para tomar los rebotes requiere de mucha concentración. Cuando yo estaba en defensa y el adversario tiraba al aro, de acuerdo a la trayectoria de la pelota, ya me iba ubicando y decidiendo hacia qué lado iba a ir a buscar el rebote. Con una mano sostenía al atacante que estaba atrás o al costado mío y con la otra trataba de llegar lo más arriba posible para poder bajar la pelota. Inmediatamente tiraba el pase largo para un compañero (por ejemplo “Fierrito” Almada), que ya estaba en la mitad de la cancha para escaparse y convertir el gol tranquilo de contraataque. Otra de mis características era lanzar por tablero y anotar. En ataque siempre me anticipaba a los que defendían, entrando por detrás de ellos. Cuando la pelota pegaba en el tablero yo ya los había madrugado en el salto, entonces podía “cachetear” esa pelota hacia afuera, agarrarla para que me cometan una falta o dar el pase a mi compañero mejor posicionado para que enceste desde el perímetro.
- También participaste activamente de los campeonatos comerciales.
- Sí, junto a los profesores de educación física ya teníamos un grupo armado, aunque a veces me invitaban y participaba en distintos equipos. Realmente fueron muy lindos los torneos comerciales que se organizaban tanto en ADEV como en Parque. Justamente en un campeonato comercial convertí lo que yo considero el triple más importante de mi vida, porque le ganamos al equipo más fuerte y favorito de ese torneo sobre la chicharra con un lanzamiento mío desde el perímetro (risas).
- Nunca ocultaste tu amor incondicional por ADEV.
- Siempre me sentí muy identificado con ADEV, club del que no me hubiera ido por nada del mundo. Trabajé en Parque como “profe” de educación física y formador, pero siempre seguí jugando para los “azules”. Los gurises que tenía en Parque o sus padres nunca me hicieron ninguna historia como por ejemplo gritarme “vendido” o algo por el estilo, me trataban con mucho respeto. ADEV siempre fue mi segunda casa, cuando éramos chicos y practicábamos en el club, era una odisea cada vez que se nos iba la pelota a lo del vecino “Martincho” Montiel. Vivía en San Martín y 25 de Mayo, tenía como 6 perros, entonces pasábamos dos, uno distraía a los canes y otro buscaba la pelota. Pero si los balones caían en poder de los perros, los deshacían. El presidente de ADEV pero estaba interesado en comprar esa propiedad para agrandar el club y construir la sede social, pero no se pudo. Siempre se tuvo la idea de llevar todo a la “Terraza”. Quiero felicitar a la dirigencia que concretó la unión del fútbol y el básquet en un solo predio, porque lo hicieron con una gran visión de futuro. Cuando comenzó a funcionar la pileta, integré la subcomisión de natación, pero hacía poco que me había jubilado y quería descansar, así que me retiré. Trato de seguir acompañando desde donde se pueda, aunque sea comprando los pollos.
- Mis directores técnicos de básquet fueron Carlitos De Meyer, el “petiso” Urristi (que trabajaba en Goldaracena), “Pancho” Almada, “Gordo” Ayala, Manuel Domínguez, Mario Dimotta, “Vizcacha” Fernández y “Papi” Maldonado. Mi camada del barrio con quienes empezamos básquet en ADEV fueron entre otros: Sergio y Osvaldo Elorriaga, el “Gatito” Alegre, “Fierrito” Almada, Marcelo Sturzenegger, José Luis Lavini. En aquel momento, mi padre era el tesorero y tenía la llave del club, era un portón de hierro grande y lo abríamos para entrar a practicar. Cuando papá no me daba la llave saltábamos el tapial de 2,20 mts y jugábamos al fútbol. Esa era nuestra diversión, vivíamos todo el día en el club. Creo que con el paso del tiempo se ha ido perdiendo el interés de los chicos por ir a los clubes.
- Después de recibirte de profesor de educación física empezaste a trabajar en clubes.
- Sí, la primera institución que me contrató para trabajar en el Minibásquet fue Parque, donde junto con Francisco González llegamos a un provincial con la categoría Premini. Me terminé cansando porque el espíritu del Minibásquet que nació en Bahía Blanca nunca se respetaba. A los chicos desde corta edad, ya los padres los presionan para que entren a jugar, que hagan goles y corran. Trabajé 2 años y dije “esto no es para mí”, porque es la edad justa donde los profesores tenemos que empezar a formarlos. Y los padres deben acompañar pero resulta que son mucho más competitivos que los mismos jugadores. Los gurises los miraban a los padres sin entender nada cuando les gritaban desde afuera de la cancha. Una locura, inclusive hasta me llegaron a amenazar para que ponga a sus hijos. La verdad es que yo los comprendía, pero a la cancha solamente pueden entrar 5 chicos y en Mosquito, Premini y Mini tenía 20 y pico de jugadores. Era imposible poner a todos y me increpaban con: “Yo pago la cuota para que mi hijo juegue”. Haciendo un paralelismo con la escuela, muchos años atrás hicimos una reunión provincial de Educación Física, yo me manifesté en contra de que en los intercolegiales se utilicen jugadores federados y me miraron como a un bicho raro. Mi idea era que en la escuela debíamos formar a los chicos que no están en los clubes, porque ese es el verdadero trabajo de un profesor, enseñarle fundamentos y técnicas de cada deporte. Como no me dieron bolilla llegué hasta a no participar de los intercolegiales. Otra de las cosas que no me gustaban y desvirtuaban a la educación física es que cuando perdían con el equipo de básquet ponían a los mismos chicos en el vóley, quitándoles la posibilidad de jugar a otros.
- Habitualmente te destacabas en los rebotes, ¿cómo surgió esta especialización?
- Se fue dando, porque con edad de Cadetes ya me ponían en primera. En ese momento jugaba adelante, en la zona en defensa y abierto en el ataque. A medida que fui creciendo físicamente tenía más fuerza y le sumé experiencia, entonces de abajo del tablero no me sacaba nadie. Recuerdo que con un jugador grandote y físicamente muy fuerte como el “Negro” Fernando Rupani, cuando él jugaba en Parque, íbamos al salto y yo le ganaba la pelota, él se enojaba mucho conmigo (risas), igualmente en los rebotes. Pero después terminamos jugando juntos en ADEV y fuimos muy compañeros. La técnica para tomar los rebotes requiere de mucha concentración. Cuando yo estaba en defensa y el adversario tiraba al aro, de acuerdo a la trayectoria de la pelota, ya me iba ubicando y decidiendo hacia qué lado iba a ir a buscar el rebote. Con una mano sostenía al atacante que estaba atrás o al costado mío y con la otra trataba de llegar lo más arriba posible para poder bajar la pelota. Inmediatamente tiraba el pase largo para un compañero (por ejemplo “Fierrito” Almada), que ya estaba en la mitad de la cancha para escaparse y convertir el gol tranquilo de contraataque. Otra de mis características era lanzar por tablero y anotar. En ataque siempre me anticipaba a los que defendían, entrando por detrás de ellos. Cuando la pelota pegaba en el tablero yo ya los había madrugado en el salto, entonces podía “cachetear” esa pelota hacia afuera, agarrarla para que me cometan una falta o dar el pase a mi compañero mejor posicionado para que enceste desde el perímetro.
- También participaste activamente de los campeonatos comerciales.
- Sí, junto a los profesores de educación física ya teníamos un grupo armado, aunque a veces me invitaban y participaba en distintos equipos. Realmente fueron muy lindos los torneos comerciales que se organizaban tanto en ADEV como en Parque. Justamente en un campeonato comercial convertí lo que yo considero el triple más importante de mi vida, porque le ganamos al equipo más fuerte y favorito de ese torneo sobre la chicharra con un lanzamiento mío desde el perímetro (risas).
- Nunca ocultaste tu amor incondicional por ADEV.
- Siempre me sentí muy identificado con ADEV, club del que no me hubiera ido por nada del mundo. Trabajé en Parque como “profe” de educación física y formador, pero siempre seguí jugando para los “azules”. Los gurises que tenía en Parque o sus padres nunca me hicieron ninguna historia como por ejemplo gritarme “vendido” o algo por el estilo, me trataban con mucho respeto. ADEV siempre fue mi segunda casa, cuando éramos chicos y practicábamos en el club, era una odisea cada vez que se nos iba la pelota a lo del vecino “Martincho” Montiel. Vivía en San Martín y 25 de Mayo, tenía como 6 perros, entonces pasábamos dos, uno distraía a los canes y otro buscaba la pelota. Pero si los balones caían en poder de los perros, los deshacían. El presidente de ADEV pero estaba interesado en comprar esa propiedad para agrandar el club y construir la sede social, pero no se pudo. Siempre se tuvo la idea de llevar todo a la “Terraza”. Quiero felicitar a la dirigencia que concretó la unión del fútbol y el básquet en un solo predio, porque lo hicieron con una gran visión de futuro. Cuando comenzó a funcionar la pileta, integré la subcomisión de natación, pero hacía poco que me había jubilado y quería descansar, así que me retiré. Trato de seguir acompañando desde donde se pueda, aunque sea comprando los pollos.