
La profesora Yolanda Chabert se desempeñó casi toda su carrera en Villa Domínguez y, hasta el día de hoy, aquella localidad tanto como Villaguay la tienen en estima por su trayectoria destacada. Ella supo guiar a alumnos de varias generaciones y convertirlos en ciudadanos de bien y con un futuro brillante. En esta nota relata su historia como docente y la huella que su tarea le ha dejado.
- ¿En qué año comenzó su carrera docente? ¿Por qué la eligió?
- Elegí ser profesora de historia porque fui muy influida por María “Mere” Thamm. Ella hizo que yo amara tanto la historia que no dudé en dedicarme a esto. Empecé en 1957, en el Instituto Nacional del Profesorado Secundario de Paraná, cual fue fundado por Sarmiento. Me recibí en el ´60, y al año siguiente empecé a trabajar en el Colegio Nacional Martiniano Leguizamón, donde estuve un año antes de dedicarme por completo a la escuela de Domínguez.
- ¿Cómo era el enfoque de los estudios en aquellos tiempos?
- ¿En qué año comenzó su carrera docente? ¿Por qué la eligió?
- Elegí ser profesora de historia porque fui muy influida por María “Mere” Thamm. Ella hizo que yo amara tanto la historia que no dudé en dedicarme a esto. Empecé en 1957, en el Instituto Nacional del Profesorado Secundario de Paraná, cual fue fundado por Sarmiento. Me recibí en el ´60, y al año siguiente empecé a trabajar en el Colegio Nacional Martiniano Leguizamón, donde estuve un año antes de dedicarme por completo a la escuela de Domínguez.
- ¿Cómo era el enfoque de los estudios en aquellos tiempos?
- Nosotros nos volcábamos al contenido durante los tres primeros años, recién en el cuarto empezábamos con la práctica a la que se le dedicaba un año completo. Realmente nos controlaban muchísimo, calculando cada minuto en los temas que debíamos desarrollar. Siempre recuerdo a mi profesor de Historia Argentina, que era miembro de la Academia Nacional de la Historia, Facundo Arce. Fue un hombre y docente extraordinario, que nos hizo amar la historia entrerriana. Estábamos formados por gente muy capacitada.
- ¿De qué manera era vista la figura del profesor en sus inicios?
- En aquella época yo era “La Profesora”, con mayúscula. Cuando llegaba a la escuela y había algún chico afuera fumando, tiraba el cigarrillo y me saludaba de manera respetuosa. Los chicos se formaban delante de la bandera y realizaban el izamiento con una ceremonia y un respeto que hoy no se ven. Cuando el docente entraba al aula los estudiantes se paraban a un lado del banco. Era algo totalmente diferente
- ¿Cómo difiere el sujeto adolescente de antes con el actual?
- ¿Cómo difiere el sujeto adolescente de antes con el actual?
- Antes era un chico respetuoso, tanto de la escuela como del docente. Por supuesto que había vagos, pero ninguno tenía maldad. He tenido chicos que fueron expulsados de otras escuelas de acá, y allá se enderezaron, se recibieron y son buenos ciudadanos. Además, no había la falta de interés hacia la educación que hay ahora.
- ¿Qué presencia de la familia había en la Educación Secundaria?
- ¿Qué presencia de la familia había en la Educación Secundaria?
- Los padres venían seguido a ver cómo era el progreso de los chicos. Pero dejaban la educación en manos de los docentes. Sobre todo porque no era gente capacitada para manejar un secundario o participar de manera muy activa. Sin embargo la preocupación por la educación de sus hijos era presente. Y siempre tuve una buena respuesta cuando necesité llamar a un padre o madre. Nunca hubo uno que me haya insultado o quisiera llevarme por delante.
- ¿Hay algún suceso que haya marcado su trayectoria?
- ¿Hay algún suceso que haya marcado su trayectoria?
- Son muchas las cosas que no me puedo olvidar, pero me gusta destacar los campamentos educativos que realizamos. Uno en el Lago Futalaufquen, en Chubut; otro en Las Juntas, en Catamarca; y el tercero, en Río Tercero, Córdoba. El Estado nos proveía el lugar y el traslado y nosotros procurábamos la comida, la estadía y las actividades. Son viajes que incluso treinta años después, algunos estudiantes recuerdan con cariño mientras me dicen “Yolanda, ¿se acuerda cuando nos fuimos al campamento?”. Además, para el Día del Estudiante, los docentes acompañábamos a los alumnos a un campamento que hacían en el arroyo Bergara. Comíamos con ellos, jugábamos y realizábamos todo tipo de actividades. Y junto con Tola Sánchez teníamos una radio llamada “Radio TCK”, en la que durante las fiestas reproducíamos todos los sucesos que había habido en el año en forma de versitos. Los chicos disfrutaban muchísimo de esto. Los días de la Tradición y las Fiestas de la Educación Física, representaban veladas hermosas que uno no puede olvidar.
- ¿Qué es lo que más extraña de su trabajo?
- El contacto con los alumnos. Si bien sigo viendo y hablando con ex alumnos, falta la presencia del aula. Pasar las tardes con ellos en la escuela. Todos los días recibo saludos de gente que extraña las épocas del colegio. La verdad es que mis años de docencia fueron muy fecundos, tuve posibilidad de tener a mis tres hijas de alumnas, así como a cientos más. Y es un tiempo en mi vida que dejó una huella enorme.
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Formando parte de una escuela desde sus inicios
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Formando parte de una escuela desde sus inicios
La Escuela de Comercio de Domínguez, nació en 1960 como Instituto Privado “Juan Bautista Alberdi”. En esos momentos Yolanda cursaba el cuarto año del Profesorado de Historia. En 1961, se incorporó a la escuela donde trabajó durante 36 años, desempeñando el rol de profesora los primeros cuatro años y los siguientes como rectora también.
La escuela es la culminación de una labor realizada por toda la comunidad de Villa Domínguez. Los vecinos mantuvieron durante cinco años su funcionamiento con mucho sacrificio, incluso con la presentación de propiedades ante el Ministerio de Educación de la Nación como garantía.
Cuando el Instituto se vuelve estatal, se convierte en la Escuela Nacional de Comercio y por pedido del equipo directivo se la llama “Alberto Gerchunoff”, en homenaje al escritor y periodista, y su importante labor en la literatura provincial.
Los primeros años no fueron fáciles. El traslado se dificultaba por la falta de caminos adecuados. Yolanda, junto con dos maestras y dos alumnos, asistían a la escuela realizando una parte del trayecto en tren y otro caminando. A la vuelta, sobre todo en las noches de invierno, los obstáculos aumentaban debido a la falta de tránsito. Sin embargo en ocasiones el jefe de la estación les brindaba ayuda permitiéndoles viajar en un tren de carga.
Hoy Yolanda recuerda como una aventura la travesía que realizaba a sus 21 años.
La escuela es la culminación de una labor realizada por toda la comunidad de Villa Domínguez. Los vecinos mantuvieron durante cinco años su funcionamiento con mucho sacrificio, incluso con la presentación de propiedades ante el Ministerio de Educación de la Nación como garantía.
Cuando el Instituto se vuelve estatal, se convierte en la Escuela Nacional de Comercio y por pedido del equipo directivo se la llama “Alberto Gerchunoff”, en homenaje al escritor y periodista, y su importante labor en la literatura provincial.
Los primeros años no fueron fáciles. El traslado se dificultaba por la falta de caminos adecuados. Yolanda, junto con dos maestras y dos alumnos, asistían a la escuela realizando una parte del trayecto en tren y otro caminando. A la vuelta, sobre todo en las noches de invierno, los obstáculos aumentaban debido a la falta de tránsito. Sin embargo en ocasiones el jefe de la estación les brindaba ayuda permitiéndoles viajar en un tren de carga.
Hoy Yolanda recuerda como una aventura la travesía que realizaba a sus 21 años.
Cuando se desempeñó como directora logró unir un equipo muy importante con el que trabajó de manera muy eficaz. Los miembros eran el Dr. Hipólito Vales, Héctor Esteybar, Concepción “Tola” Ortiz de Sánchez, Orfilia “Pincha” Muñoz de Surra y Dora “Mimiya” Hermelo, entre otros.
Asimismo la ayuda de todo el personal de maestranza y administrativos, todos ex alumnos del colegio, fue siempre muy valorada por Yolanda.