MIRADAS CON LAS PUPILAS DEL ALMA. Por Silvia Villo


“El síntoma más poderoso de amor es una ternura casi insuperable" (Víctor Hugo)

Cuando sentimos que nuestro corazón se ha conmovido por alguna vivencia social es porque miramos con los ojos del alma y es inevitable que los latidos se conviertan en infinita ternura, aunque puedan provocar cierto dejo de tristeza pero siempre a través del amor y la ternura. Ésa fue la reacción que tuve y tuvieron tantos corazones que compartieron y vieron un videíto sobre el perrito Benito que visitaba a su dueña en su lecho de eterno reposo, que se publicó en una página de las redes sociales y se viralizó en momentos en que la pandemia era el tema central y una ola de incertidumbres y confusas situaciones nos invadía por diferentes situaciones.
 
Visitamos a los familiares de Johana, “la mamá de Benito”, quienes con sonrisas de hermosos recuerdos nos hablaron de su hija ausente, solo físicamente, que había nacido con problemas coronarios pero sobrellevó con admirable fortaleza y fe todos sus tiempos hasta el día en que su corazón se detuvo ante sus sueños.

Con su belleza innata y su inteligencia sin pausas, Johana cursaba el profesorado de Biología, apostando a la vida, aunque sus latidos a veces se debilitaban y con internaciones e intervenciones volvía a sus pasos marcados de proyectos.

Una familia que sabe de luchas ante las adversidades de la vida ya que tuvieron que superar varios difíciles momentos. Su hijo mayor hoy es artífice de su propia vida y recuerda a su hermana con tantas anécdotas, sonrisas y emociones compartidas. Y María Belén, cuando la leucemia la debilitaba y su vida parecía cortarse, nuevamente el milagro, la vida, y su camino sembrado de anhelos. 



Ismael, el papá, nos cuenta de su trabajo en el Ejército Argentino y sus tiempos con su esposa para dividir y compartir tantas cosas juntas que aunque sentían muchas veces que los superaban, la Fe y la voluntad los mantenía de pie. Beba, con su fortaleza innata, nos cuenta sobre Benito, el perrito que llegó un día a los brazos de su dueña a través de Matías, su otro amor. Dos años fueron suficientes para que ese lazo fuera indestructible.

Cuando concurren a visitarla Benito sabe el camino, mira, pide en su idioma subir y acurrucarse un ratito sobre el lecho mortal de su dueña, lleno de mimos regresa al hogar para seguir como un niño recibiendo y dando cariño.

Tenía en mis brazos a Benito y recordaba la película del perro que esperaba a su dueño en la estación de trenes, el mismo sentimiento, “Siempre a tu lado, Hachico” con Richard Gere, basada en un hecho real… Amor, ternura, lealtad… Entonces pienso en una frase de Milan Kundera: "Sólo los animales no fueron expulsados del paraíso”.

Será por eso que la historia de Benito y la celestial Johana en momentos tan sensibles ha conmovido hasta las lágrimas con infinita ternura…




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