Luego de un 2020 atípico efecto de la pandemia, muchos de nosotros nos percatamos que hace casi un año, marzo más precisamente, se extinguió el último videoclub de la ciudad, el DVD City; de esta forma los villaguayenses deben recurrir únicamente al servicio de video on demand, como Netflix, Disney+, o HBO Go, por nombrar algunos, para disfrutar de una noche de cine.
Este acontecimiento quizá para los más chicos no signifique nada, pero quienes supimos disfrutar de la aventura de recorrer los pasillos de un videoclub, de cintas de video primero y DVD después, implica el cierre de una etapa que resulta al menos nostálgica. Es que, la mayoría de las veces, ponerse de acuerdo con amigos al elegir una película o seleccionar alguna, terminaba siendo una experiencia mucho más memorable que el film en sí.
En lo personal, tuve la suerte de atender un DVD club y me siento orgulloso de eso. Los mejores recuerdos son los sábados a la noche recomendando películas a los más chicos que se reunían con amigos con la esperanza de encontrar una joya del terror que los asuste por todo el fin de semana. Ordenar las cajas por género como si se tratara de una biblioteca, debatir con los socios por los largometrajes y una infinidad de memorias gratas que derivan de un puesto de trabajo que finalmente ha dejado de existir.
Si bien casi no percibimos el avance de la tecnología porque lo hemos naturalizado, somos conscientes de que varios empleos van a desaparecer. Cabe recalcar también que este cambio viene de la mano con la desaparición del medio, es decir el soporte físico del CD/DVD/Blu Ray está desapareciendo para su uso fuera de los videojuegos. Supongo que así debe ser, lo viejo se hace a un lado para darle lugar a lo nuevo, pero no puedo evitar pensar las experiencias que se esfumaron, tales como la recomendación personal de películas. Netflix recomienda largometrajes al usuario, pero es un mero producto de algoritmos sin alma, sin sentimientos, sin pasión, sólo fórmulas que determinan qué podría gustarle en base a lo que previamente indicó que disfrutó.
Hoy en día, veo tres minutos de una película y si no me convence, no le doy una segunda oportunidad, directamente la quito y busco otra cosa. En la era de las cintas y los discos, si estabas en tu casa con el film, tenías que verlo, porque ya habías pagado por él, y si bien te encontrabas con decepciones, a veces esto llevaba a encontrar joyas del cine para luego recomendar.
Un nuevo paso en el avance tecnológico y un cambio en el paradigma del entretenimiento, sacrifica uno de los lugares a los que todos en algún momento entramos como niños a una juguetería, y nos obliga a tener una buena conexión a internet para poder reproducir las películas vía streaming y a recorrer las opciones para ver como si se tratara de un zapping para finalmente, no ver nada y no arriesgarse con algo que no convence porque no saliste de tu casa y no tenés que llevarte algo para justificar el viaje hasta algún local.
En lo personal, tuve la suerte de atender un DVD club y me siento orgulloso de eso. Los mejores recuerdos son los sábados a la noche recomendando películas a los más chicos que se reunían con amigos con la esperanza de encontrar una joya del terror que los asuste por todo el fin de semana. Ordenar las cajas por género como si se tratara de una biblioteca, debatir con los socios por los largometrajes y una infinidad de memorias gratas que derivan de un puesto de trabajo que finalmente ha dejado de existir.
Si bien casi no percibimos el avance de la tecnología porque lo hemos naturalizado, somos conscientes de que varios empleos van a desaparecer. Cabe recalcar también que este cambio viene de la mano con la desaparición del medio, es decir el soporte físico del CD/DVD/Blu Ray está desapareciendo para su uso fuera de los videojuegos. Supongo que así debe ser, lo viejo se hace a un lado para darle lugar a lo nuevo, pero no puedo evitar pensar las experiencias que se esfumaron, tales como la recomendación personal de películas. Netflix recomienda largometrajes al usuario, pero es un mero producto de algoritmos sin alma, sin sentimientos, sin pasión, sólo fórmulas que determinan qué podría gustarle en base a lo que previamente indicó que disfrutó.
Hoy en día, veo tres minutos de una película y si no me convence, no le doy una segunda oportunidad, directamente la quito y busco otra cosa. En la era de las cintas y los discos, si estabas en tu casa con el film, tenías que verlo, porque ya habías pagado por él, y si bien te encontrabas con decepciones, a veces esto llevaba a encontrar joyas del cine para luego recomendar.
Un nuevo paso en el avance tecnológico y un cambio en el paradigma del entretenimiento, sacrifica uno de los lugares a los que todos en algún momento entramos como niños a una juguetería, y nos obliga a tener una buena conexión a internet para poder reproducir las películas vía streaming y a recorrer las opciones para ver como si se tratara de un zapping para finalmente, no ver nada y no arriesgarse con algo que no convence porque no saliste de tu casa y no tenés que llevarte algo para justificar el viaje hasta algún local.