
María Bernardita Esteybar es una joven villaguayense que hace poco más de una década se recibió de chef en Rosario y partió a buscar nuevos horizontes. Trabajó en Dubai durante un año y medio, para luego partir hacia los Estados Unidos, donde vive desde hace nueve años junto a su marido y sus dos hijos.
Primero residió en el estado de Virginia, en el este de EEUU, y ahora en la ciudad de Seattle, estado de Washington, en la costa noroeste de ese país.
En esta entrevista cuenta sobre sus particularidades laborales en el exterior, su familia y la forma en la cual impactó el Covid 19 en la vida de los norteamericanos.
- ¿Dónde estudiaste la carrera de gastronomía y cómo terminaste en el exterior?
- Estudié en El Gato Dumas, en Rosario. La posibilidad de ir a trabajar al exterior estaba a disposición de cualquiera. Yo la tomé porque decidí a ir a una entrevista en Buenos Aires donde podía aplicarse a quien lo deseara y tuviera el título para poder hacerlo.


- ¿Cómo fue la experiencia en Dubai, Emiratos Árabes?
- Viví allí durante un año y medio, trabajando en la cocina del hotel Burj Al Arab. La experiencia fue muy buena, por el hecho de estar en contacto con nuevas culturas. Además era la primera vez que me iba al exterior y también que viajaba en avión. En realidad fue la primera vez en muchas cosas (risas). En lo que respecta a la gastronomía se cuenta con la disponibilidad plena de todos los materiales al servicio de cada uno y en cantidades con las que nunca me imaginé que iba a poder trabajar (por ejemplo, baldes con kilos de langosta). No se trabaja tanto con dubaienses sino más que nada con turistas de todo el mundo con un poder adquisitivo muy alto.

- Viví allí durante un año y medio, trabajando en la cocina del hotel Burj Al Arab. La experiencia fue muy buena, por el hecho de estar en contacto con nuevas culturas. Además era la primera vez que me iba al exterior y también que viajaba en avión. En realidad fue la primera vez en muchas cosas (risas). En lo que respecta a la gastronomía se cuenta con la disponibilidad plena de todos los materiales al servicio de cada uno y en cantidades con las que nunca me imaginé que iba a poder trabajar (por ejemplo, baldes con kilos de langosta). No se trabaja tanto con dubaienses sino más que nada con turistas de todo el mundo con un poder adquisitivo muy alto.

- ¿Cómo surgió la posibilidad de irte a los Estados Unidos?
- Me vine a Estados Unidos a mediados del 2012, porque me enamoré y mi novio (Rashid) en ese momento (quien en la actualidad es mi esposo) tenía una propuesta de trabajo muy interesante y me invitó a venir con él. En realidad, yo tenía contrato en Dubai por dos años y podría haberme quedado porque sólo tenía que hablar para extenderlo, pero decidí venirme con él. Primero fuimos a vivir a Virginia, en Arlington, que queda cerca de Washington DC, porque mi marido tenía amigos allí. Al principio trabajé de niñera, ya que me faltaba actualizar el tema papeles y visa. Luego ya empecé a trabajar en mi profesión, en un restaurant en el cual hacían tartas, que se llama Pie Sisters. Después nos vinimos a Seattle, donde estamos desde hace aproximadamente tres años.
- ¿Cómo es tu vida en Seattle?
- ¿Cómo es tu vida en Seattle?
- Trabajo en la pastelería de un supermercado (Whole Foods Market), donde ingreso a las 7 de la mañana, mientras que mi marido es manager de un restaurant y arranca a las 10 u 11. Los nenes van a la guardería. Tengo dos hijos, un varón de 4 años (Yousef) y una nena de 6 meses (Naya). Ahora en invierno, oscurece muy temprano, alrededor de las 4 y media de la tarde ya es casi de noche. Voy a buscar a los chicos al jardín, vamos a casa y más tarde llega mi marido. Comparando mis trabajos, son diferentes, considero que el de la cocina en el hotel de Dubai era más demandante porque tenía que trabajar de noche, en cambio ahora en el supermercado, tengo la posibilidad de ingresar bastante temprano por lo cual a las 17 ya estoy en casa.

- ¿De qué manera los afectó la pandemia de Covid 19?
- Realmente sentimos que somos unos privilegiados porque nunca dejamos de trabajar. Yo soy considerada esencial por desempeñarme en un supermercado y mi marido también, porque existen compañías que tercerizan el delivery, entonces el restaurant nunca debió dejar de trabajar. Con respecto a la guardería de los chicos, la propietaria decidió tomar todas las precauciones y no cerrar. Entonces nos toman la temperatura antes de entrar, firmamos la planilla a la hora que dejamos a los chicos y cuando los buscamos. En forma permanente nos desinfectamos con alcohol en gel, los padres nos tenemos que turnar para bajar a los buscarlos, como para que no haya ningún tipo de contacto. En el trabajo nos protegemos con máscaras (barbijos) desechables todo el tiempo, que nos provee la empresa. Son las azules, las que se utilizan en medicina. Se controla le temperatura antes de entrar (el límite son los 100 grados fahrenheit, si por ejemplo se tiene 100.2 ya no se puede ingresar). Para el almuerzo tenemos distintas áreas ya que sólo se permite en el mismo momento una determinada cantidad de personas. A todos los lugares donde se concurre, tiendas, negocios, shoppings, etc, es obligatorio el uso de máscaras. En Seattle empezó la pandemia, fue en Kirkland, que queda a minutos de mi casa, en un geriátrico, donde se reportó el primer caso de Covid 19 en todo el país. Tengo una amiga enfermera y otra médica quienes me contaron que al principio habían hecho medio piso destinado a pacientes de coronavirus, como después se intensificó tuvieron que poner el piso entero a disposición. Luego hubo momentos en los cuales improvisaban carpas afuera del hospital, más tarde se armaron también en los estadios de fútbol americano. Considero que acá la gente entendió rápido que había que ponerse los barbijos y, que extremar las medidas de seguridad y limpieza era una responsabilidad de todos. El problema es que al ciudadano norteamericano no le gusta que le digan lo que tiene que hacer y como Donald Trump estaba a favor de dejarlo a criterio de la gente hubo un momento muy difícil en el cual todo se complicó y literalmente se paralizó el país. Seattle es una ciudad tecnológica, donde están las grandes empresas mundiales como Amazon, Microsoft, Google, por lo cual en este sentido lo bueno fue que la gran mayoría pudo trabajar desde su casa.
- ¿El gobierno compensó de alguna manera a la gente que se había quedado sin trabajo?

- ¿De qué manera los afectó la pandemia de Covid 19?
- Realmente sentimos que somos unos privilegiados porque nunca dejamos de trabajar. Yo soy considerada esencial por desempeñarme en un supermercado y mi marido también, porque existen compañías que tercerizan el delivery, entonces el restaurant nunca debió dejar de trabajar. Con respecto a la guardería de los chicos, la propietaria decidió tomar todas las precauciones y no cerrar. Entonces nos toman la temperatura antes de entrar, firmamos la planilla a la hora que dejamos a los chicos y cuando los buscamos. En forma permanente nos desinfectamos con alcohol en gel, los padres nos tenemos que turnar para bajar a los buscarlos, como para que no haya ningún tipo de contacto. En el trabajo nos protegemos con máscaras (barbijos) desechables todo el tiempo, que nos provee la empresa. Son las azules, las que se utilizan en medicina. Se controla le temperatura antes de entrar (el límite son los 100 grados fahrenheit, si por ejemplo se tiene 100.2 ya no se puede ingresar). Para el almuerzo tenemos distintas áreas ya que sólo se permite en el mismo momento una determinada cantidad de personas. A todos los lugares donde se concurre, tiendas, negocios, shoppings, etc, es obligatorio el uso de máscaras. En Seattle empezó la pandemia, fue en Kirkland, que queda a minutos de mi casa, en un geriátrico, donde se reportó el primer caso de Covid 19 en todo el país. Tengo una amiga enfermera y otra médica quienes me contaron que al principio habían hecho medio piso destinado a pacientes de coronavirus, como después se intensificó tuvieron que poner el piso entero a disposición. Luego hubo momentos en los cuales improvisaban carpas afuera del hospital, más tarde se armaron también en los estadios de fútbol americano. Considero que acá la gente entendió rápido que había que ponerse los barbijos y, que extremar las medidas de seguridad y limpieza era una responsabilidad de todos. El problema es que al ciudadano norteamericano no le gusta que le digan lo que tiene que hacer y como Donald Trump estaba a favor de dejarlo a criterio de la gente hubo un momento muy difícil en el cual todo se complicó y literalmente se paralizó el país. Seattle es una ciudad tecnológica, donde están las grandes empresas mundiales como Amazon, Microsoft, Google, por lo cual en este sentido lo bueno fue que la gran mayoría pudo trabajar desde su casa.
- ¿El gobierno compensó de alguna manera a la gente que se había quedado sin trabajo?
- Sí, se entregaron los bonos por desocupación. En cuanto a la vacunación, se terminó de completar la Fase 1, es decir el personal esencial de salud (trabajadores de hospitales, enfermeras, médicos) y ahora se comenzará con la Fase 1B (los mayores de 65 años y personas de riesgo). Acá, en el estado de Washington hay una página online, en la cual te hacen algunas preguntas para determinar si podés ser elegible para tener la vacuna antes. Nosotros somos la fase que sigue, por lo cual según lo que sabemos, nos tocará a fines de febrero o marzo.
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A EEUU en tiempos de pandemia
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A EEUU en tiempos de pandemia
Liliana Flier, la mamá de Bernardita, cuenta cómo fue su último viaje a Seattle a visitar a su hija: “Estuve esperando la habilitación de los vuelos con muchas ganas porque quería ir en agosto ya que nacía Naya, mi nieta y no pude, por lo cual viajé recién el 1° de noviembre. Ezeiza estaba desierto pero no me realizaron ningún control, al igual que en Estados Unidos, ya que estaba todo liberado. Cuando entré al avión me dieron toallitas de alcohol para limpiar el asiento. El vuelo iba muy vacío (una persona cada tres asientos) por lo cual viajamos muy tranquilos. Cuando hice la conexión en el aeropuerto de Houston también había muy poca gente. Al llegar a Seattle me esperaba mi hija, fuimos a su casa y lo que me impactó fue cómo se cuidaban. Acá, en Villaguay nos movemos con mayor libertad, no solamente lo del barbijo sino también la distancia social. Estaban muchos locales cerrados y noté una mayor concientización en la gente. A la vuelta estuve más preocupada porque leía las noticias sobre lo que pasaba en Argentina. Tenía pasaje para volver el 29 de enero me generó incertidumbre el hecho de que se habló que iban a disminuir la cantidad de vuelos o que iban a cerrar fronteras y aunque no pasó nada de eso, fue mucho más estricto el control, tanto en Estados Unidos (habían cambiado de presidente) como también en Argentina. Tuve que hacerme el PCR 72 horas antes, mi hija se encargó de conseguirme turno. Ese análisis lo proveía el Estado y era gratuito. Fue muy sencillo, me lo hicieron hacer a mí, me dieron el hisopo y esperaban la muestra. En 24 horas tuve el resultado, que fue negativo. Cuando llegué a Houston me volvieron a pedir todo. En Ezeiza de nuevo el mismo trámite, el gobierno de Argentina también exigía una declaración jurada. Luego lógicamente, tuve que hacer 7 días de cuarentena”.