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Básquet. ERIC SCHAUVINHOLD, UNA GRAN HISTORIA DE SUPERACIÓN


A los 17 años, este alero de 2,03 mts brillaba en Concordia y quería ser NBA hasta que sufrió un grave accidente automovilístico. Pero a pesar de todo siguió adelante y hoy es médico, modelo y juega en la Selección Argentina de básquet en silla de ruedas.

El 6 de octubre de 2009 al mediodía Eric Schauvinhold manejaba cerca de su Concordia natal junto a su amigo Joaquín Demarco. Iban por un camino de tierra hacia el camping “Tortuga Alegre”. El conductor estaba particularmente contento porque la vida le sonreía, sobre todo en su gran pasión, el básquet. El alero de 2,03 mts era una de las grandes promesas de la ciudad. Se destacó en cada categoría y en especial, desde su vuelta de un intercambio en Estados Unidos, impactó al DT de la primera división (al punto de hacerlo debutar en el Torneo Nacional de Ascenso). Y también maravilló al reconocido Guillermo Edgardo Vecchio en un campus. Como si fuera poco, el día anterior, en un partido de categoría cadetes en Gualeguay, Eric hizo su primera volcada. Estaba exultante de felicidad, pero no sabía era que horas después, su destino iba a cambiar a su vida para siempre.

Aquel Eric que todos conocían ya no volvería a ser el mismo… “Íbamos a un evento de mi colegio secundario cuando un ternero se nos cruzó y chocamos”. Eric sufrió la peor parte luego del vuelco. Demarco lo ayudó a salir del auto, primero lo llevaron al Hospital Masvernat de Concordia y luego al Hospital Británico, en Buenos Aires.

Todos en ese momento sabían que la fractura de columna vertebral era un hecho, que no volvería a caminar.

“En los intervalos de lucidez que tuve en la ambulancia sólo preguntaba cuándo podría volver a entrenar, pero nadie me contestaba nada. Imaginate que yo vivía por y para el básquet. Era lo más importante de mi vida. A mí me dolió más dejar de jugar que dejar de caminar”, recuerda hoy seguramente con algún sufrimiento por dentro que intenta controlar hablando de manera pausada, intentando recordar sin quebrarse.

Ya pasaron casi 12 años del accidente y Eric es otro.

Lo superó, porque creció, maduró, se recibió de médico (es residente en el Hospital Ramos Mejía), en los tiempos libres se dedica al modelaje (estuvo en festivales en Milán y Roma, Italia) y volvió a jugar al básquet, como todo en su vida, en silla de ruedas.

Hoy forma parte de la preselección argentina que se prepara para el Sudamericano que puede llegar a disputarse en nuestro país, si la pandemia lo permite.

Eric comenzó en el club Ferrocarril (Concordia) y luego pasó a Estudiantes, donde se destacó al punto de ser convocado a integrar las selecciones entrerrianas.

Incluso, un año antes del accidente, hizo un intercambio escolar y pasó unos meses en Oklahoma City.

“Aprendí, mejoré y hasta me ofrecieron una beca. Cuando volví al país tuve que tomar una decisión y resolví quedarme, porque me empezaron a poner más de frente al aro y hasta debuté en el TNA con compañeros como Nicolás Lauría, Federico Senitzky, Facundo Mendoza… Tenía bastante buen tiro, penetración, facilidad para ir al rebote y muchos deseos de mejorar. Me la pasaba entrenando y tenía grandes sueños”, relata mientras se le viene a la mente una anécdota que refleja cuál era su ilusión, a meses de su accidente.

“Un día tuve una lesión y me preguntaron por qué. Les dije que debía ser porque entrenaba a toda hora. Me preguntaron si no era mucho. Les contesté que quería ser jugador de la NBA. Eso deseaba a los 16, aspiraba a lo máximo”.



Pero, claro, esa ilusión se esfumó como arena entre sus dedos aquel mediodía de 2009.

"Terminé en el Hospital Fleni de Escobar para la recuperación y recuerdo que el centro tenía una cancha de básquet. Al mes y medio, cuando ya pude levantarme con andador, fui hasta abajo del tablero y me quedé ahí, mirando hacia el aro. Me di cuenta que ya no podría volver a volcarla. Fue cuando me terminé de partir por dentro” relata, con un dejo de angustia.

Hoy admite que, ante aquel panorama, “fue inevitable enojarme, pensar por qué me tocó a mí y cómo sigo. De todo se me pasaba por la cabeza, me costó mucho superarlo. Porque al dolor físico tenés que sumarle lo emocional. Estaba muy vulnerable y lastimado. Lo que más costó fue tener confianza en mí mismo porque hay que procesar muchas cosas para volver a sentirse bien. Es un cambio abismal, en todos los aspectos y no es fácil de aceptar. Vivir en una silla es un gran duelo” acepta.

“Tengo un sueño recurrente: Me pongo las zapatillas, agarro la pelota, me paro y veo toda una cancha para mí. Me limpio la suela de las zapas con mi mano y hago el clásico ruido de la suela en el parquet. Cuando cierro los ojos, me veo haciendo ejercicios y practicando fundamentos y entradas a canasta. Pese a esos recuerdos, que nunca se van y que en un punto le permiten pensar “que tal vez el proceso aún no está terminado”, Eric nunca dejó de luchar, de ir por sus sueños, gracias a un carácter pasional y personalidad determinada.

“Haber empezado a estudiar medicina, un año y pico después del accidente, fue una locura. No sabía qué hacer con mi tiempo y me anoté. De repente, estaba en el baile, me recibí y ahora estoy en mi cuarto año de residencia. Nunca me detuve, como para no darme cuenta”, dice con una media sonrisa.

Pero claro, lo que superó resulta impactante.

“Tuve un gran apoyo de mi familia y amigos. Pero una cosa cuando estás en el Fleni, con todo listo y otra cuando salís a la calle, a una sociedad que no está preparada para vos. Te encontrás con rivales, como en la cancha y tratás de superarlos. De alguna forma es así. Igual, no todo es color de rosa, hay días en los que insulto mucho. Pero enfrento cada obstáculo y trato de superarlo. Creo que la formación me ayudó mucho y el hecho de ser deportista también. Primero porque me salvó en el accidente, debido a mi capacidad física (2,03 mts y 103 kilos) y el entrenamiento que tenía en aquella época. Lo dijeron los médicos: A este tipo de lesiones de columna la vemos sólo en la autopsias. Desde chico buscaba mejorar la motricidad, el salto y cuando me pasó el accidente se sumó “el estudiar para ayudar a la gente”.

Su especialidad es Anatomía Patológica, el estudio de las enfermedades.

“Recibimos las biopsias, las analizamos, hacemos un diagnóstico de certezas y se lo informamos al médico”.

En general, no hay contacto con los pacientes, en muchos casos enfermos de cáncer, pero a veces sucede.

“Alguno que conoce mi historia me busca, más que nada para que le cuente como pude enfrentar un golpe así.

“Estaba en tercer año de medicina cuando fui a una fiesta del gimnasio de crossfit al que asistía. Ahí conocí al hijo del dueño de CILSA Santa Fe, quien me sacó enseguida la ficha. “Vos jugabas al básquet ¿no? me dijo. Y enseguida me tiró. “Sé que me vas a decir que no, al principio, pero ¿no querés probar jugar en silla de ruedas”? “Le dije que sí y arranque”.

“Fue como aprender básquet nuevamente”.

Pero el hecho de haber jugado antes le dio ventajas. “La mayoría de mis compañeros comenzaron a jugar luego de un accidente, entonces hay cosas en las cuales saco diferencias, como en el tiro, conociendo el juego o la importancia de la defensa. Lo mismo que por mi físico o altura”.

Tan rápido le tomó la mano al básquet adaptado que, a los pocos partidos, el DT de CILSA Santa Fe lo citó a la Selección Argentina. Pero no tuvo continuidad porque “el básquet ya no es mi prioridad, hoy en día lo es mi profesión”.

Pero más allá de jugar torneos, lo importante fue regresar a una cancha. “Me volví a enamorar del básquet y volví a sentir que volada. También pude demostrarme que podía estar a la altura. No fue fácil volver a amar el básquet desde otra perspectiva, mirando el aro desde acá abajo, pero lo logré”.

Da ejemplos de cómo, en la cancha, sigue sintiendo la misma pasión.

“Te das cuenta cuando sentís el olor a rueda quemada en la cancha o sales chispas de las sillas en los roscazos que nos pegamos. O cuando vas rápido, se te termina la cancha y pones lo que sea en las ruedas para frenar, incluso los antebrazos o los codos… Yo siempre fui al límite, terminé con piel quemada o tendinitis en las muñecas, como a los jugadores de parado se le caen las uñas de los pies. El básquet adaptado es un deporte de alto rendimiento”.

Hace un par de semanas, la Confederación Argentina y la Asociación de Clubes organizaron un entrenamiento con las preselecciones (masculina y femenina) de silla de ruedas y jugadores convencionales de las Ligas Nacionales y los seleccionados argentinos. Eric participó y dejó un mensaje sobre lo importante que es algo así.

“Estos encuentros son muy positivos. Porque nos permiten visibilizar nuestra existencia, más que nada para que chico o chicas que tienen problemas físicos de nacimiento o han tenido un accidente como yo, no se queden enojados o frustrados en sus casas. Que se acerquen al básquet, porque el deporte les va a mejorar la vida. Que no tengan prejuicios con la silla, ni con nada. Que vengan a la cancha, que les va a cambiar los días y les permitirá sobrellevar los problemas que todos tenemos”. (Fuente: Prensa CABB – Foto: Gabriel Machado).

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