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Rubén Oscar Leguizamón: “VOLVÍ A LAS MOSCAS BUSCANDO LA TRANQUILIDAD QUE SOLAMENTE PUEDEN BRINDAR ESTOS PUEBLOS”

Rubén Leguizamón nació en Las Moscas y las vueltas de la vida lo llevaron muy joven a Buenos Aires, donde construyó una trayectoria impecable durante 25 años como chofer de colectivos de línea.
 
En la actualidad, ya disfrutando de su jubilación, volvió para vivir en su localidad natal, reencontrándose con los amigos de la infancia y para brindarle a su familia el contexto de tranquilidad y sosiego que posee la vida de pueblo.

Este diario charló con él para recrear un importante bagaje de historias vividas recorriendo las arterias de la gran ciudad y la provincia de Buenos Aires.

- ¿Dónde nació y dónde vivió su niñez y adolescencia?

- Nací el 7 septiembre de 1962 en Las Moscas. Hice la primaria, hasta 6° grado, en la Escuela N° 25 “José de San Martín” y luego completé el 7° grado en la Escuela N° 111. Tuve una infancia y adolescencia muy lindas. Después estudié un año (en 1976) en la Escuela de Educación Técnica de Rosario del Tala pero me tuve que volver porque era muy costoso y mi familia no podía afrontarlo. Entonces regresé a mi pueblo a trabajar en la carnicería que había puesto mi padre junto a Marcos Kolovsky (de Villa Domínguez).


 

- Por muy poquito no le tocó estar en Malvinas

- Sí, en el año 1981 me tocó el servicio militar en Posadas (Misiones), en el cual estuve desde el 9 de marzo hasta el 12 de noviembre porque salí en la primera baja. Pero como sucedió lo de Malvinas me volvieron a incorporar en Concepción del Uruguay el 10 de abril hasta 25 de junio de 1982. Lo curioso de esto fue que teníamos todo el equipaje listo para ir a Malvinas. Vivimos ese momento con mucha tensión, nerviosismo e incertidumbre. A un amigo, Oscar Stagnaro (también de Las Moscas, que vive en Villaguay), le tocó ir a las islas. Cuando salí de la conscripción, a los 20 años me fui a trabajar a Buenos Aires, porque mi familia se había ido a vivir allá. Mi papá cerró la carnicería y mi madre renunció al hospital. Inicialmente estuvimos en Ingeniero Pablo Nogués y luego en General Rodríguez.


- ¿Qué empleos tuvo allá?

- Durante los primeros cuatro años, manejé un camión de reparto de leche La Suipachense, propiedad de mi gran amigo Oscar Estévez. En los cuatro años siguientes trabajé con Aníbal Silva en los camiones de La Serenísima. Desde 1991 hasta fines del 96 estuve como chofer de la empresa de colectivos La Independencia. El recorrido que hacíamos era Puente Saavedra, Presidente Derqui, Moreno, San Andrés de Giles, Carmen de Areco y Luján. Después desde fines de 1997 hasta noviembre de 2020 (me faltaron 20 días para cumplir los 24 años de servicio) manejé los colectivos de la línea 60 (Micro Ómnibus Norte S.A). Era una excelente empresa hasta que la compró el monopolio de Dota y ahí pasamos de todo, tuvimos épocas buenas como así también paros y problemas para cobrar. Pero hay que reconocer que Dota se hizo cargo de los choferes, trajo muy lindas unidades nuevas con comandos electrónicos (porque la línea 60 tenía colectivos viejos que ya no daban más). El recorrido era Plaza Italia, Escobar, Constitución, Rincón de Milberg, Tigre e Ingeniero Maschwitz.

- ¿En tantos años de manejar en la gran ciudad y la provincia sufrió asaltos?

- Sí, en tres oportunidades. Te ponían el revólver en las costillas y le tenías que dar la plata, fueron dos veces cuando se cortaba boletos. Después vinieron las máquinas, entonces te decían que te quedes quieto mientras la rompían para sacar las monedas. Uno de los asaltos fue más violento porque me negué, me paré y le quise pegar una trompada, pero el delincuente me agredió y con un puñetazo me produjo un corte en la ceja.

- ¿Y otras circunstancias más agradables que le haya tocado vivir arriba del colectivo?

- Subió una mujer embarazada rumbo a capital para hacer un control y cuando íbamos por Cabildo y General Paz, la pareja de la chica me dijo que estaba por dar a luz. Entonces, con el colectivo lleno de pasajeros, los llevé hasta el Hospital Fernández. Ahí me bajé, llamé a un policía, al médico y vinieron a llevarla con una silla de ruedas. Después me enteré que le fue muy bien en el parto y que tuvo un varón. Hace alrededor de 7 años en Escobar (en el recorrido entrábamos a Temaikén), yo venía por la Panamericana y entre los countries Septiembre y Aranjuez, un Wolkswagen Gol hizo una mala maniobra, se llevó puesto el guardarrail, chocó contra el acoplado de un camión y quedó detenido adelante del colectivo. La esposa del conductor del Gol estaba embarazada de 8 meses. Me bajé y junto a mí también lo hicieron dos médicos cubanos que venían de Temaikén. La revisaron, luego vino Defensa Civil y se llevaron a la chica al hospital. Cuando volví a la empresa a dejar el colectivo fui a la comisaría para preguntar cómo estaba la embarazada y me dijeron que me quedara tranquilo, ya que tanto ella como el bebé estaban bien. Lo más curioso del caso es que según me contaron, el muchacho que era la pareja de la chica estaba más preocupado por el auto que por su señora…Por suerte estuvimos justo ahí, frente al auto chocado, con los médicos que la atendieron enseguida.

- ¿Por qué luego de jubilarse decidió volver a su pueblo natal?

- El 23 de enero de 2021 me vine a vivir acá. Me cansé de la gran ciudad, volví buscando la tranquilidad que solamente pueden brindar estos pueblos, tratando de revivir los momentos hermosos que pasé en mi niñez. Tengo un hijo chiquito (Bautista, de 8 años) me gustó la idea que se críe como lo hice yo, tiene todo para ser feliz, disfrutando de caminar sin ningún problema por las calles de Las Moscas. Vivimos a una cuadra y media de la plaza, él busca la pelota y se va solo a jugar. Anda en bicicleta, allá en Buenos Aires no podía hacer estas cosas, porque es muy peligroso. Estoy satisfecho con mi vida, trabajé en lo que me gustaba, formé una familia, conocí a un montón de gente, tengo muchos amigos. Gracias a Dios pude volver a mis orígenes, a sentir lo valioso de la amistad, porque me reencontré con una cantidad de personas que aprecio mucho, entre ellos Daniel “Naja” González. Ahora ya somos grandes y tenemos la “cabeza blanca” de canas, con el recuerdo permanente de aquellos que ya no están pero que permanecerán para siempre en nuestra memoria a través de las anécdotas de la juventud.

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Su familia

El padre de Rubén Oscar Leguizamón se llamaba Simón Celestino y trabajaba como jornalero, mientras que su mamá, Florentina Teodora Molina, era enfermera del Hospital Pringles. Rubén tiene tres hermanos: Liliana Lucrecia (57 años) y Graciela Noemí (54), ambas viven en Buenos Aires. Su hermano Alberto Fernando falleció en 1991. Rubén se casó con Mónica Liliana Suárez, con quien residió en Villa Adelina (partido de San Isidro) y tuvo dos hijos: David Oscar (32 años), quien trabaja en el Ferrocarril Belgrano Norte en Buenos Aires y Bautista (8), que vive con ellos actualmente en Las Moscas.

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