Opinión. EL BESO DE LA JUEZA


Por Natalia Volosín

El video en el que se observa a una jueza penal de Chubut a los besos con un detenido condenado a prisión perpetua por un Tribunal que ella integró nos puede parecer absurdo, gracioso, una bella historia de amor o un espanto, pero no parece haber, de momento, elementos jurídicos o éticos (desde el punto de vista profesional) para reprochar su conducta, mucho menos para sancionarla.

Lo digo no porque no esté claro que se besan. Aunque la magistrada provincial lo negó, parece obvio en la filmación que es eso lo que, entre otras cosas, ocurre. Toman mate, se besan, se sacan selfies. El Superior Tribunal de Justicia de Chubut ordenó iniciar actuaciones administrativas porque consideró que, con ello, la jueza habría incurrido en conductas inadecuadas. La magistrada negó lo innegable, rechazó tener una relación sentimental o sexual con el condenado y, además, ensayó una justificación en plan “el perro se comió mi tarea”: dijo que estaba haciendo una investigación académica sobre el caso.

Lo que se sabe de los hechos es que el hombre fue condenado a perpetua el 22 de diciembre pasado por el homicidio de un policía ocurrido en 2009, cuando lo encontraron luego de que se fugara de una comisaría en la que estaba alojado acusado de matar a su hijo de 9 meses, hecho por el que fue sentenciado a 20 años de prisión.


La magistrada de la polémica habría votado por condenar al acusado en el juicio por el crimen del policía, pero a una pena menor a la que finalmente recibió. Según explicó, votó en disidencia porque le llamaron la atención algunos elementos en el juicio. Puntualmente, dijo que la policía había “limpiado la escena del crimen” y que a los pocos días el pueblo había sufrido represión de las fuerzas de seguridad. Es por eso, agregó, que decidió escribir un libro con la historia de este hombre y reunirse con él, para lo que requirió la autorización de la defensora oficial y del servicio penitenciario local (la famosa “investigación académica”). En ese contexto surgió el video, filmado apenas una semana después de la condena, el día 29, en un encuentro de tres horas en un aula del Instituto Penitenciario Provincial de Trelew, donde él se encuentra alojado.

A las pocas horas de que se conoció el video, la magistrada fue condenada y ejecutada a la horca.

Primero se conocieron todos sus antecedentes como jueza: se supo que fue destituida en 2013 por inconducta y que la salvó una acción de amparo. Hasta ahí muy bien. Queremos saber quiénes son los jueces y juezas (todos y todas) y qué antecedentes tienen.

Pero la banquina no tardó en llegar. Hubo especialistas en salud mental que pulularon en los medios para explicar qué tipo de psicopatologías podría haber detrás de semejante conducta. Se escuchó a una psicóloga decir que podría tratarse de un desdoblamiento de la personalidad y que claramente hay que destituir a la funcionaria. Una psicóloga explica en qué consisten los deberes éticos de una jueza, asevera que hay que destituirla y desliza que podría tener doble personalidad mientras los periodistas le preguntan si se parece al caso de la mujer que se casó con el múltiple femicida Ricardo Barreda.


Bueno, entonces, ¿pueden besarse o no? La magistrada integra un Tribunal cuya intervención en el caso ya terminó. No es la jueza de ejecución, es decir, no participa de la etapa de cumplimiento de la condena. Incluso si se anulara el juicio en apelación y se ordenara hacer uno nuevo, el Código Procesal Penal de Chubut dispone que no podrían intervenir los mismos magistrados. No hay nada. Nos puede parecer bueno o malo, pero si la relación no fue preexistente a la condena (y esto es algo que sí vale la pena investigar, en especial porque solo pasó una semana entre la condena y los besos), no hay nada más que nuestra opinión sobre la vida privada de una jueza y un condenado, protegidos por el derecho constitucional a la autonomía personal.

Si no aparecieran otros elementos (como la preexistencia del vínculo), con lo que hay hasta ahora no cabe duda de que pueden besarse, abrazarse y tener relaciones sexuales todo el tiempo que se los permita el reglamento de visitas del penal y en todas las posiciones que quieran los dos adultos con capacidad de prestar consentimiento que se observan en el video.


Ah, también pueden compartir el mate. Sí, aunque le duela al Oficial Inspector en función como Jefe de Turno de la División Seguridad Interna del Instituto Penitenciario Provincial que elevó el informe al Jefe del área. Me refiero al documento en el que relató el horror que observó al advertir por las cámaras de seguridad que la jueza y el detenido no solo se abrazaban y besaban (en la boca, aclaró), sino que compartieron “alimentos y mate, siendo este último un elemento prohibido para compartir en virtud de la pandemia que se cursa y de conocimiento público”. Tanto se indignó el Jefe de Turno que logró obtener el video a pesar de que, como explicó en su informe, las cámaras del aula no almacenan lo que registran. La misma indignación debe haber tenido quien lo difundió a la prensa. Seguro que sí.

El caso me hizo acordar a “La Conspiración”, un gran thriller político gringo del 2000. Lo cuento en un minuto. Si no la vieron, sigan leyendo; antes de llegar al spoiler les aviso. Jeff Bridges es el presidente demócrata, se muere el vice y, aunque hay un candidato del establishment obvio para sucederlo, propone a la senadora Joan Allen. En la audiencia de confirmación en el Congreso, un Gary Oldman republicano y más malo que la maldad se dedica a destrozar a la candidata. En ese marco, aparecen unas fotos de ella en su juventud participando de una orgía. Si no la vieron, pasen al siguiente párrafo porque viene el spoiler. Joan Allen no niega ser la de las fotos, sino que se rehúsa a contestar preguntas sobre ello porque las considera inadmisibles. Investíguenme todo lo que quieran, dice una y otra vez, pero si estuve en una orgía o no es un asunto de mi vida privada, de mi autonomía, irrelevante para la función que vengo a cumplir. Y, por supuesto, al final de la película se revela que no era.

¿Sos jueza y te querés besar con la persona a la que condenaste y con quien antes de eso no tenías ningún tipo de relación que invalidara tu imparcialidad? Está bien. ¿Sos ciudadano y te parece un espanto y un papelón? Está bien. ¿Sabés qué está mal? Que el Estado nos quiera decir cómo vivir en relación a conductas autorreferentes que no causan daño a terceros. ¿Y sabés qué más está mal? Que los funcionarios judiciales armen y desarmen causas con los servicios de inteligencia para proteger al poder. (Fuente: Infobae). 

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