Opinión. EL BESO DE LA JUEZA
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Por Natalia Volosín
El video en el que se observa a una jueza penal de Chubut a los besos con un detenido condenado a prisión perpetua por un Tribunal que ella integró nos puede parecer absurdo, gracioso, una bella historia de amor o un espanto, pero no parece haber, de momento, elementos jurídicos o éticos (desde el punto de vista profesional) para reprochar su conducta, mucho menos para sancionarla.
Lo digo no porque no esté claro que se besan. Aunque la magistrada provincial lo negó, parece obvio en la filmación que es eso lo que, entre otras cosas, ocurre. Toman mate, se besan, se sacan selfies. El Superior Tribunal de Justicia de Chubut ordenó iniciar actuaciones administrativas porque consideró que, con ello, la jueza habría incurrido en conductas inadecuadas. La magistrada negó lo innegable, rechazó tener una relación sentimental o sexual con el condenado y, además, ensayó una justificación en plan “el perro se comió mi tarea”: dijo que estaba haciendo una investigación académica sobre el caso.
Lo que se sabe de los hechos es que el hombre fue condenado a perpetua el 22 de diciembre pasado por el homicidio de un policía ocurrido en 2009, cuando lo encontraron luego de que se fugara de una comisaría en la que estaba alojado acusado de matar a su hijo de 9 meses, hecho por el que fue sentenciado a 20 años de prisión.
A las pocas horas de que se conoció el video, la magistrada fue condenada y ejecutada a la horca.
Primero se conocieron todos sus antecedentes como jueza: se supo que fue destituida en 2013 por inconducta y que la salvó una acción de amparo. Hasta ahí muy bien. Queremos saber quiénes son los jueces y juezas (todos y todas) y qué antecedentes tienen.
Pero la banquina no tardó en llegar. Hubo especialistas en salud mental que pulularon en los medios para explicar qué tipo de psicopatologías podría haber detrás de semejante conducta. Se escuchó a una psicóloga decir que podría tratarse de un desdoblamiento de la personalidad y que claramente hay que destituir a la funcionaria. Una psicóloga explica en qué consisten los deberes éticos de una jueza, asevera que hay que destituirla y desliza que podría tener doble personalidad mientras los periodistas le preguntan si se parece al caso de la mujer que se casó con el múltiple femicida Ricardo Barreda.
Si no aparecieran otros elementos (como la preexistencia del vínculo), con lo que hay hasta ahora no cabe duda de que pueden besarse, abrazarse y tener relaciones sexuales todo el tiempo que se los permita el reglamento de visitas del penal y en todas las posiciones que quieran los dos adultos con capacidad de prestar consentimiento que se observan en el video.
El caso me hizo acordar a “La Conspiración”, un gran thriller político gringo del 2000. Lo cuento en un minuto. Si no la vieron, sigan leyendo; antes de llegar al spoiler les aviso. Jeff Bridges es el presidente demócrata, se muere el vice y, aunque hay un candidato del establishment obvio para sucederlo, propone a la senadora Joan Allen. En la audiencia de confirmación en el Congreso, un Gary Oldman republicano y más malo que la maldad se dedica a destrozar a la candidata. En ese marco, aparecen unas fotos de ella en su juventud participando de una orgía. Si no la vieron, pasen al siguiente párrafo porque viene el spoiler. Joan Allen no niega ser la de las fotos, sino que se rehúsa a contestar preguntas sobre ello porque las considera inadmisibles. Investíguenme todo lo que quieran, dice una y otra vez, pero si estuve en una orgía o no es un asunto de mi vida privada, de mi autonomía, irrelevante para la función que vengo a cumplir. Y, por supuesto, al final de la película se revela que no era.
¿Sos jueza y te querés besar con la persona a la que condenaste y con quien antes de eso no tenías ningún tipo de relación que invalidara tu imparcialidad? Está bien. ¿Sos ciudadano y te parece un espanto y un papelón? Está bien. ¿Sabés qué está mal? Que el Estado nos quiera decir cómo vivir en relación a conductas autorreferentes que no causan daño a terceros. ¿Y sabés qué más está mal? Que los funcionarios judiciales armen y desarmen causas con los servicios de inteligencia para proteger al poder. (Fuente: Infobae).