Valeria Mazza con María Laura Santillán: “Verlo retorciéndose de dolor me hizo muy mal. Yo lloraba y decía ‘hagan algo!’”



Valeria Mazza con María Laura Santillán: “Verlo retorciéndose de dolor me hizo muy mal. Yo lloraba y decía ‘hagan algo!’”
Cómo fue el día que empezó a llorar y no pudo parar. El miedo, la bronca y el dolor. El antes y el después de su hijo Tiziano. Mamá de varones: les enseñó a lavar la ropa, a pasar el trapo y a coser para que fueran autónomos. Por qué sus amigos le dicen “la alemana” o “il generale”


Para presentar a Valeria Mazza hay que hablar de su destacadísima carrera como modelo. Nació en Paraná, Entre Ríos. Durante años y en tiempos de supermodelos, fue tapa de las más importantes revistas del mundo, fue cara de innumerables campañas internacionales. Es empresaria, tuvo su propia marca de cremas, de anteojos y de perfumes. Y mucho más. Hoy está filmando una docuserie sobre su vida para Paramount Plus. La reina del glamour argentino cumplió 50.



— No sé si sentirme halagada con toda tu presentación o eterna, muchos años (risas). Sigo teniendo mis contratos de imagen como modelo. Tengo mi propia marca donde me involucro en el desarrollo de producto, el diseño. Y hago trabajo social, cada vez me involucro más. Esa en realidad era mi verdadera vocación. Yo de chica pensaba que iba a ser maestra, que iba a trabajar con personas con discapacidad, me gustaba mucho la psicología, y cuando me vine a Buenos Aires estudié terapia ocupacional. He elegido causas que tienen que ver con la niñez, con la salud, la educación, la discapacidad, la inclusión.


— A determinada edad hay obligaciones que uno no hace más? Hay gente a la que uno no quiere ver más? ¿Hay decisiones distintas que empiezan a aparecer a los 50?

— Yo no soy muy de hacer análisis. Yo celebro todo lo que puedo, celebro la vida. Me encanta cumplir años porque significa que estamos vivos. Pasan cosas y hay cambios y hay novedades. También hay decepciones porque obviamente no todo te sale como querés. Pero lo importante es cómo uno transita esos momentos y cómo salís de ahí. Lo ideal es siempre salir fortalecido. Que no te cueste volver a empezar. Salir con nuevas ideas. Siempre estoy metiéndome de nuevo en el ruedo y a veces digo “por qué, qué hago acá”. Me pongo nerviosa, otra vez la opinión pública, para qué me metí en esto. Me meto porque me gusta. Y los años te habilitan a determinadas cosas.


— Por ejemplo?

— A hablar de determinados temas. Cosas que decís que no. Hoy con la edad que tengo digo: hay causas que son mucho más importantes que yo y que lo que opine la gente de mí. Y vale la pena involucrarse porque son más grandes que uno. Entonces voy a hablar de la educación a pesar de que haya gente a la que le moleste que Valeria Mazza, una modelo, hable de educación. Y sí, hablo de la educación. ¿Sabés por qué? Porque soy mamá de cuatro chicos y entiendo a la familia como la célula de una sociedad y creo que es muy importante la educación en valores, que salen de una familia.


— Y al interlocutor, ¿ si no le gusta que se la banque?

— Muchos amigos me dicen “la rusa”, yo en Paraná soy la rusa. Otros me conocen como muy estricta. Algunos me llaman “alemana”. Otros me dicen “el general”. Tengo unos amigos italianos que me dicen ‘il generale’ porque mis casas están abiertas, con muchos chicos, pero soy muy de poner reglas. Soy muy de “orden”.


— ¿Por ejemplo?

— Hay que organizar. Poner horarios. El desayuno se sirve de tal hora a tal hora. Cada uno hace lo que quiere, pero a tal hora volvemos todos para almorzar. Los chicos sacan la mesa. Esto no me lo dejás tirado. Orden por acá. Los zapatos van uno al lado del otro ordenados (risas). Nunca un aparato electrónico en la mesa. Jamás un aparato electrónico en la mesa. Malas palabras tampoco. Lo he hecho con mis hijos y con los amigos de mis hijos.


— ¿Cómo? ¿Se los sacás?

— No se los saco. Te invito a comer a mi casa y si te sentas con el teléfono en la mesa me parece una falta de respeto.



— ¿Pero lo decís?

— A los chicos sí, cuando yo estoy en la mesa. Si es una reunión de chicos no me meto. Uno no educa igual a los 5, a los 10, a los 15. Vas adaptándote a la edad. Por eso hay muchas cosas que es muy importante les marques cuando son chicos. Después obviamente, uno educa con el ejemplo.


— Los años van afianzando nuestras características.

— Sí, pero uno va evolucionando. Yo antes era muy estricta y después dije ¿vale la pena? Te vas ablandando con los años. Y la vida va cambiando tan rápido. El mayor mío tiene 23 años, Baltasar y la menor, Taína, tiene 14. En esos casi 10 años de diferencia ha cambiado muchísimo la educación. Peleaba con el mayor por el tema del alcohol a los 16 años, hoy a mi hija de 14 le tengo que hablar de que si a la reunión a la que va hay alcohol o no. 14 años. Me parece un disparate que todavía los padres no hayamos aprendido que es ilegal el alcohol antes de los 18. A mi hijo le digo: yo no te puedo educar en la ilegalidad. En mi casa hasta que no tengas 18 años, no hay.


— Hasta ahora no veo en qué cambiaste.


— (Risas). Bueno, después de los 18 los voy a dejar tomar alcohol. Me controlo. Me controlo. Cuando digo estas cosas me dicen “uy pobre chico, la vieja que le tocó”. Para mí el límite es una demostración de amor. Porque te quiero me preocupo. Te acompaño. Nuestros chicos tienen la suerte de tener padres presentes, lo hicieron conmigo también. A mí me enseñaron a usar la libertad. Están cerca, apuntalando y después dejás volar.


— A los chicos les encanta ir a tu casa porque sos una gran anfitriona. Ahora, en casa con los tuyos, sos una institutriz.

— (Risas). Me gusta mucho recibir. Encuentro mucho placer en hacer sentir bien al otro. Y una manera de dar es recibir en mi casa, cocinarte algo, invitarte, agasajarte. Me encanta. Eso les enseño también a mis hijos. Les enseño también que si vos invitas, te hacés responsable.


— En estos tiempos y después de la pandemia las mujeres usamos mucho más zapatillas. Con tantos años te taco alto, ¿te encontrás en la vida diaria en zapatillas?

— Sí, me he relajado muchísimo con ese tema. Entre los 20 y los 30 no me bajaba del 12 pulgadas. Porque vivía trabajando y porque salía de la pasarela o de las fotos pero seguía siendo la modelo. Siempre estaba altísima, altísima. Con los embarazos me bajaba. Con los chicos empecé a buscar practicidad. Y ahora mamá cancherísima, zapatillas. La moda va acompañando a la mujer en los diferentes roles. Hoy tenemos un rol completamente distinto en la sociedad que hace 50, 100 años, y la moda es mucho más práctica. Es más cómoda.


— Las mujeres hemos planteado y exigido hoy tener todos los derechos.


— Así es, sí. Era hora. Igual todavía creo que estamos en lucha y todavía queda… hay un montón de países donde la desigualdad es enorme. A mí me cuesta hablar de esto sin verlo de manera global. Yo crecí en el mundo de la moda donde el protagonismo de la mujer es absoluto. Pero creo que todavía hay lugares donde la diferencia se siente. Uno se tiene que capacitar porque ahora te dan el lugar, la mujer durante mucho tiempo no se preparó para ocupar esos lugares. Entonces también requiere un proceso de crecimiento de la mujer.


— ¿Siempre fuiste autónoma?

— Sí. A mí me educaron para ser ama de casa, para estudiar. Mi madre siempre trabajó. Pero nosotras teníamos que saber cocinar, lavar, planchar, y a mí en mi casa me hacían hacer todo. Yo sé hacer todo eso.


— ¿Las mujeres eran las que levantaban la mesa?

— Sí obvio.


— ¿Y lavaban los platos?

— Sí. Sí.


— Nunca un varón.

— No. Entonces Dios me regaló tres varones maravillosos y una niña, y a los chicos siempre les enseñé a lavar, a coser. La pandemia me ayudó mucho en esto. Si hay algo positivo que puedo sacar de la convivencia pura y dura durante tanto tiempo y sin ayuda es ¿te das cuenta lo que mamá siempre te hablaba? Saber hacer todo te hace mucho más independiente. No tener para comer rico depender de alguien. Tener que cambiarte la camisa porque se salió el botón y no saber coser. Yo me fui de mi casa muy joven y me sirvió tanto el haber aprendido todas estas cosas en casa, que salí al mundo con 17 años y necesitaba trabajo para poder pagarme las cuentas, pero podía resolver.


— La diferencia se ve entre los tres varones y el papá, que no creo que ande cosiendo botones.

— El papá conoció dónde quedaba la cocina de casa en la pandemia (risas). Ahora sabe. Y descubrió y hasta disfrutó el hecho de poder agarrar un vaso, un plato. Es maravilloso ser independiente, poder abastecerse uno mismo y no siempre tener que estar pidiendo lo que uno necesita.




— ¿Tus hijos saben hacer todo?

— Todo. Hay cosas que les gustan más, cosas que les gustan menos. Pero yo me he encontrado en clase práctica de “vamos a pasar el trapo”. Balde, trapo, se estruja y se limpia. ¿A ver? Ahora ustedes (risas). Sí. Yo siento que les estoy enseñando cosas importantes para la vida. El saber lavarte un calzón es muy importante. Vos no podés gritar libertad y autonomía si no te sabés lavar un calzón. Hacete cargo de tu vida y después hablamos de la independencia.


— Y hasta dónde llega esa deconstrucción. ¿Hablan de todo lo que pasa en relación a la deconstrucción?

— Sí, todo. Todo. A mí me llenan de orgullo mis hijos. Son chicos completamente conscientes del entorno en el que viven, del mundo en el que viven. Han viajado mucho desde muy chicos acompañando a papá y mamá y después por el deporte han viajado solos y eso los ha hecho crecer, conocer diferentes culturas, aprender diferentes idiomas. Son chicos que saben perfectamente de lo que es el sacrificio, el mérito. Hoy Baltasar se está recibiendo de ingeniero industrial. Tiziano está en el equipo nacional de ski y estudiando negocios digitales. Benicio está terminando el colegio y a Taína le quedan tres años. Son todos buenos estudiantes, nunca se llevaron una materia, nunca tuve que pelear.


— ¿Tus hijos quieren vivir en Argentina?

— Mis hijos son muy argentinos y siempre eligen volver a Argentina. Por un lado me encanta, pero por otro lado estaría buenísimo que pudieran hacer una experiencia laboral afuera.


— ¿Vuelven a casa?

— Viven todos en casa, obvio. Obvio (risas).


— ¿Cómo “obvio”?

— Obvio porque ninguno todavía se podría pagar su propia casa. Yo no voy a bancar, se irán cuando puedan…


— ¿Se los dijiste así, “yo no voy a bancar”?

— Sí, así tal cual.



— Hasta que no tengan su plata.

— Mis padres pusieron un departamento en Rosario para mi hermana y para mí. Pero a partir del día que nosotras pusimos un pie fuera de casa había que ser productivo. Las dos trabajamos desde el día que nos fuimos de casa.


— En la parte estética, clave para quien es imagen de marcas, ¿qué cambió? Estás igual.

— Traigan el archivo (risas). Cambió un montón, lo que pasa es que por suerte no es de un día para el otro. Uno evoluciona. Estéticamente los cambios son enormes obviamente. Pero para mí la vida no pasa por una foto. Me siento mucho mejor como mujer, como persona, como mamá, como profesional. Tanto mejor ahora que a los 20, a los 30 que no quisiera volver atrás ni un minuto.


— Pasan los años y estás igual. Sería buenísimo si compartieras un secreto.


— (Risas). Hay mucho genético. Pero después, está todo escrito. Vida sana, comer bien, mantenerse activa, cuidarte la piel, protector solar. Todos los días de mi vida uso protector solar. Antes iba cada tres meses a la dermatóloga. Ahora voy dos veces por mes. Es muy importante cuidar la calidad de la piel. Tenés que ser muy metódica usando tus cremas. Después, todavía no me hice nada. Cuando salí del hospital después de lo que le pasó a Tiziano, un momento súper trágico, no quería hablar pero no me podía escapar porque fue muy importante la participación de la prensa en la resolución del caso. Yo no era una mamá que salía del hospital, era Valeria Mazza que salía del hospital. Obviamente me había llevado mi producto, me arreglé un poco la cara, pero venía de estar tres días en el hospital, venía del caos. Enfrenté la cámara como pude, no sé qué, no sé cuánto. Después empieza lo tragicómico, siempre después de una tragedia. Uno dice “esa no es Valeria Mazza, qué se hizo”. Y yo me empecé a reír y dije: “nada, ese es el problema, no me hice nada” (risas). Esa es Valeria Mazza hoy.


— ¿En qué momento pudiste llorar? Porque uno no llora inmediatamente ante una emergencia, sale a resolver.


— El lunes, al otro día. El domingo a la madrugada pasó todo esto y empezamos a resolver. Estuvimos todo el día en el hospital en Rosario. Esa noche, después de terminar de hacer la denuncia, volvimos a casa a las nueve, diez de la noche a la casa de mi madre. Nos quedamos a dormir en Rosario. Mis hijos se volvieron a Buenos Aires porque al otro día tenían Facultad, colegio, Alejandro y yo nos quedamos con Tiziano en Rosario. Al otro día a la mañana nos levantamos y desde que me levanté ese lunes no podía parar de llorar. Lloré absolutamente todo el día, todo el viaje. No podía parar. No podía parar. No podía parar. Empezas a pensar lo que pasó, lo que podría haber pasado, lo que se viene ahora. Terrible. Después de esa primera operación vino la segunda operación y salió muy mal, muy dolorido. Tiziano es una persona que tiene el umbral del dolor muy alto, es una persona muy fuerte, y verlo con los puños apretados retorciéndose en la cama me hizo muy mal. Yo lloraba y decía “hagan algo, hagan algo”. Fueron momentos muy duros. Que al final terminan, de algún modo fortaleciéndolo a él como persona, a nosotros como familia.


— También quedan algunas consecuencias que no son tan buenas. Por ejemplo: los chicos que deberán cuidarse más en la calle.

— Lamentablemente vamos naturalizando un montón de cosas, hace cuánto que en la calle no nos movemos libremente. Siempre estás atenta, como con ese tercer ojo, cuando ponés la llave, cuando abrís mirar para todos lados. Ya hace mucho tiempo que vivimos así. Estamos muy acostumbrados. A raíz de lo de Tiziano empecé a escuchar amigos de mis hijos, hijos de amigos nuestros, que no se sorprendían del hecho terrible, aberrante, que había sucedido. “Ah, si eso pasa todo el tiempo”. Las peleas, las piñas, las trompadas, la agresión, la discriminación. Conviven con eso todo el tiempo.


— En ese sentido no cambió nada, decís vos.

— No. Tiziano trabajó mucho lo que le pasó para poder procesarlo y salir fortalecido, que no le quedara miedo. El miedo hay que atravesarlo.



— También la bronca.

— Sí. Tampoco nos vio a nosotros maldiciendo, puteando, preparando las valijas. Sino enfrentando la situación y viendo cómo salíamos de esto. Tiziano lo elaboró bien y dijo “no soy el primero y tampoco voy a ser el último lamentablemente, pero hagamos que estas cosas no pasen más”. Recibimos un montón de mensajes de padres, de chicos agredidos, de chicos que lamentablemente hoy no pueden contar su historia porque no están. Me parece fundamental que los chicos no lo naturalicen. Poner el foco. O sea, si veo un acto de violencia voy, denuncio, busco ayuda. Si me pasa, denunciar. Es muy importante tener las pruebas. Y muchas veces las cámaras están pero nadie las quiere entregar por cuidarse entendés.


— ¿Por cuidarse de la represalia?

— Sí, del juicio, después. Cuando hacés la denuncia necesitas la prueba. La prueba son las cámaras que están en las puertas de los boliches o de alguien que haya filmado. Y por miedo a lo que puede pasar después no entregan las cámaras.


— ¿Cambió algo en la vida de Tiziano?

— Sí, cambió. Pero no en su manera de actuar. Ha cambiado él. Esto fue un antes y un después en su vida. Creo que salió fortalecido. Te pueden pegar una trompada y no te tumbaron, en sentido figurativo. Yo no pude dormir durante muchísimo tiempo. No podía dormir la noche entera. Y durante las primeras semanas me despertaba todos los días entre las 5 y las 5:30 de la mañana, la hora en la que me llamó mi hijo.


— ¿Hicieron terapia?

— Tiziano hizo terapia, tiene su psicólogo deportivo. Yo nunca hice terapia en… Sí, hice muy poco tiempo después de tener mi primer hijo cuando empecé a trabajar, fue un momento así de… mucha confusión. Ya no sabía lo que quería. No sabía si podía, si no podía. No sabía cómo hacerlo. Después no soy de diván. Hago mucha terapia haciendo entrevistas (risas). Estoy tan bien así que para qué, por ahí empiezo a hablar con el psicólogo y me cambia todo. No cambiemos nada (risas). Por ahí es miedo lo que tengo, no sé.


— En tu trabajo, ¿qué dejaste de hacer?

— Llegó un momento que dejé de desfilar, dejé de hacer fotos en ropa interior, fui creciendo. No podés seguir haciendo siempre lo mismo. Siempre vi la profesión de modelo como la de un deportista, como la carrera de un bailarín, dependes mucho de tu físico y son carreras cortas. Hoy yo trabajo de Valeria Mazza, trabajo con mi imagen. Es lo mismo que le pasa a Leo Messi. Es imagen de un montón de marcas pero no porque sea modelo.


— ¡Mira con quién te comparaste nada menos!

— Por poner un deportista que se conozca y se entienda el ejemplo.


— No te puedo imaginar sin hacer nada.


— Yo tampoco, pero sin embargo disfruto enormemente el no hacer nada. No soy de las que todo el tiempo tiene que estar culo inquieto, culo inquieto.


— ¿Qué crees que a las mujeres les gustó de vos? Tu imagen sigue siendo valorada. Son las mujeres las que más te consumen.

— Totalmente. El 87% de mis seguidoras en redes son mujeres, sí. Yo creo que siempre trabajé para las mujeres, siempre les hablé a las mujeres. Siempre vendí feminidad, sensualidad, elegancia. Pero nunca vendí sexo. siento que no soy competencia. Nunca fui competencia. Las mujeres se identificaron, me vieron como una hija, como les hubiese gustado esa nuera, después me vieron como mamá. En la Universidad de Palermo tengo una cátedra, una vez una chica me dijo: me encantaría que fueses mi madre. Yo le dije: si yo fuese tu madre no dirías lo mismo (risas).


— Después de haber tenido tres varones, por suerte llegó ella ¿no? Hay cosas que solamente se viven con las chicas. Con las hijas mujeres.

— Sí. Pero toda mi vida me hubiese encantado tener un hermano varón. Yo tenía más amigos varones que mujeres. Era siempre muy deportista, muy activa. Deseaba tener con toda mi alma un hijo varón. Soy re mamá de varón. No sé qué significa eso, van a decir: “qué quiere… Es muy difícil hablar de estas cosas y no entrar en esta diferencia de género. No me quiero meter en líos pero…




— Las mamás de varones dicen que nacieron para ser mamás de varones. Entendí que ibas a disfrutar con una hija.


— Disfruto enormemente. Lo descubrí con mi hija. Pero no es que lo busqué, lo deseé, lo estaba esperando con toda el alma. Yo deseaba tener un hijo varón. Tuve hijos varones, uno, dos, tres, y bueno, fui por mi cuarto hijo, varón, mujer, lo que sea. No era que yo buscaba la nena hasta que viniera. Hoy agradezco obviamente a Dios que me dio la posibilidad de tener esta otra experiencia y me encanta. Obviamente hay un costado mío que puedo disfrutar con ella que no lo puedo hacer con mis hijos varones. No me quiero meter en líos pero como estructura el hombre es mucho más simple que la mujer.


— ¡No, no digas eso! No. No.


— Entonces como mamá es mucho más simple, para mí es mucho más fácil y más simple la crianza del varón que de la mujer.


— Yo soy mamá de mujeres, no puedo imaginarme ser mamá de varones.


— Mamá de varón: tenés que hacer diez preguntas para poder tener una respuesta que sea una frase completa, tirás la pelota, aplaudís, te estoy mirando, qué lindo. (Risas). La mujer es ta, ta, ta, ta, ta. Empecé a escuchar unas novelas… nunca me pasaba. Yo llevaba en el auto chicos con sus amigos y era: “cómo les fue? Bien. Qué hicieron hoy? La clase”. Y de repente con chicas, me subía al auto y era bla, bla, bla, bla, me dijo, se peleó, porque Fulanito, porque Menganito. Paren un poco! Paren un poco! Primero: no critiquen. No se critica. No hables mal de nadie. Ponete en el lugar del otro. Vamos a analizar un poco. Sino son unas novelas interminables.


— Mis hijas no son así. Te lo cuento solamente porque tenés la idea de que los hijos varones son de una manera y las hijas mujeres de otra.

— Por eso yo dije que esta fue mi experiencia. Varones simples, súper deportistas, muy compañeros, respetuosos. La mujer, mucho más sedentaria, más de hablar. Bueno, soy bastante charleta también con lo cual es ta, ta, ta.


— Taina salió a la madre decís (risas).

— A veces está bueno, ahora por ejemplo me voy sola con ella de viaje despuntamos todas las necesidades femeninas que tenemos.


— ¿Qué vas a contar en la docu serie? ¿Vas a mostrar tu trabajo o tu vida en general? ¿Va a ser un reality?

— Voy a contar mi historia. Ya tengo 50 años, qué pasó, qué hice. Yo no lo puedo creer, hay un montón de cosas que hice, un montón de cosas que me pasaron. Voy a contar que esta chica que salió de Paraná llegó a lo más alto de la moda internacional. Cómo llegué. Y mi vida personal no queda afuera porque tiene que ver con decisiones, con muchas cosas muy íntimas. Voy a compartir mi historia.


— Muchas gracias Valeria por este rato.

— No, de nada. Un placer. ¿Cuándo es la próxima sesión, a qué hora empieza? ¿Qué día? (risas). (Fuente: Infobae).

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