Villaguay. NÉSTOR SUÁREZ PRESENTA SU PRIMERA NOVELA EN LA BIBLIOTECA MITRE
El escritor entrerriano Néstor Suárez presentará su novela El Evangelio según Josefina el próximo viernes 7 de octubre a las 17:30 en la Biblioteca Mitre (San Martín 270, Villaguay).
Se trata de una obra que busca poner en valor las particularidades lingüísticas de los entrerrianos y tematizar la cotidianeidad de la vida en los pueblos del interior de la provincia.
Suárez es profesor en Inglés por la Universidad Autónoma de Entre Ríos (Uader), investigador y escritor. El Evangelio según Josefina es su primer libro.
A continuación, un fragmento de la novela:
I
—Otra vez van a arreglar con el Fondo. El gobierno la tiene con que nos van a llover dólares; para los peronistas, se nos viene la noche. ¡Esta película ya la vi tantas veces! —El señor Spoturno analiza entre suspiros el acontecer político nacional allende un bigote notable; un verdadero bigote contrarrevolucionario; un bigote como corresponde cuando se es un sesentón con voz de contrabajo, de pecho de deidad patriarcal mesopotámica, que reivindica a Seineldín y no falta un domingo a la Santa Misa.
—Ya no tiene gracia, ¿no? —dice Julián, metiéndole el torno en la boca.
Spoturno se las arregla para asentir con una elevación de las cejas y se queda quieto, manso como un soldado raso durante la arenga previa a su aniquilación. Pestañeando compulsivamente, entrecierra los ojos: un hombre aguerrido y antiabortista también arruga ante el contacto de ese diabólico implemento que, cual hábil psicoanalista, escarba hasta lo más profundo y lo más doloroso de nosotros sin atender a los elementalísimos principios de la piedad.
Julián se ha conmovido.
—¡No me cierre! —le pide, no precisamente porque a don Spoturno las mandíbulas lo traicionen—. ¡Así me gusta!
El hombre tiene una fortaleza envidiable. Su vitalidad, sus bigotes, la franqueza con que sugiere el paredón para todo aquel que corte una calle: todo él deambula por los primeros años de este siglo como un testimonio de esa especie ya casi extinta que es el macho.
—Un poco de agua. —Julián ha concluido su labor en la única muela rebelde de una dentadura por lo demás impecable.
—¡Qué rápido, doctor!
Spoturno seca con el dorso de la mano las comisuras de su más ancha sonrisa. Irradia complacencia con su muela, con el trabajo bien hecho, con la vida.
—Se trata de un simple arreglo, señor. Como ya le he dicho en otras ocasiones, su condición es envidiable: una dentadura genéticamente perfecta, cuidada con el esmero y el rigor higiénico propios de un caballero.
—Higiénico y estético.
—Por supuesto.
Ríen su deleite y su camaradería nutrida de años de confidencias tocantes a ciertas faldas y a las propiedades blanqueadoras de ciertas hierbas.
—¡Usted es una personalidad, doctor! ¡Un prohombre! Hay maliciosos que dicen que usted tiene suerte, que a usted todo le sale bien. A mí me parece que usted hace todo bien, ¡que es muy distinto!
—Si las cosas me salen bien es porque me rodeo de gente que inspira.
Efusiones filo-paternales. Un hombre parado en el alba del bipedismo bajo el vino púrpura de los cielos; el otro atisbando soles en el ojo sifilítico del pozo profundo que es su soledad siempre peregrinante.
—Todavía tengo que leer la novela, doctor. Es una cuenta pendiente con quien es uno de mis escritores favoritos, que encima resulta ser mi amigo.
—Espero su crítica.
—¡Cómo no! Celeste ya lo tiene… lo leyó… me cuenta que es extraordinario. Dice que valió la pena todo el quilombo que se armó.
—¿Eso dice?
—¡Eso y mucho más! Y no solo ella: estos días no se habla de otra cosa por acá. Parece que, de a poco, va cumpliendo su cometido de hacer de la caterva de pobres diablos que es nuestro pueblo una comunidad de gente culta e instruida.