UN HOMENAJE A MIS EDUCADORAS. Por Rodrigo Méndez Filleul


Foto ilustrativa

Podemos afirmar que la vida es un constante devenir de escenas que se suceden una tras otras sin solución de continuidad. Y en verdad lo es, hasta que un hecho de cierta magnitud tiene la fuerza de implosionar y con ello llevarse puesto todo aquello que dábamos por sentado como seguro iba a suceder. Y esto no es otra cosa que lo acontecido con la emergencia del Covid-19 y su posterior declaración mundial de pandemia. A lo que se agregó mas tarde el conocido y por muchos sufrido, aunque necesario, aislamiento social, preventivo y obligatorio.

Dicen que las crisis sacan a relucir las cosas buenas pero también desnudan las deficiencias que ostentamos en diversos órdenes, muchas de las cuales siempre estuvieron, sólo que nadie remedaba en ellas por el devenir antes referido.

Una de las deficiencias que a mi entender emergieron fue la falta de formación digital y el no haberla incluido como política de Estado.

Seguramente algunos me podrán enrostrar que tal o cual gobierno sí lo hizo, bajo el argumento de haber llevado internet a las escuelas, mientras que otros dirán que se compraron un número importante de pc o notebooks para todos los alumnos. Eso está bien y fuera de toda discusión, teniendo cada uno seguramente su razón. Pero esas herramientas son lo mínimo indispensable que podemos exigirle al Estado en estos tiempos de internet de las cosas, realidad virtual, algoritmos, big data e inteligencia artificial, para que nuestros alumnos de hoy no sean los analfabetos del mañana.

No obstante se impone destacar que invertir en política educativa digital es mucho más que eso e implica principalmente la formación continua de los recursos humanos (llámese docentes, personal administrativo y alumnos), contar con los medios tecnológicos para ello, brindados por el Estado y no por los propios docentes, además de imbricar a las familias de los alumnos en la concreción del objetivo propuesto.

Por tristes razones personales, el confinamiento me encontró en Villaguay, lo que me permitió la oportunidad de vivenciar de cerca una realidad que me era completamente ajena.

Recuerdo la frase que se repetía al iniciar la cuarentena (más aún cuando la misma se profundizó), referida a cómo abordar de manera virtual el dictado de clases, sin contar con las herramientas necesarias para ello y en especial sin haber nunca antes siquiera utilizado entornos de educación online, virtual, a distancia, etc.

Y aquí es cuando la deficiencia de la que hablaba mas arriba surgió de manera automática, donde todos tuvimos que aprender a medida que los hechos se sucedían.

Aun cuando la pandemia y sus desafíos en el mundo de la educación sean el punto de inspiración de estas líneas y hasta tal vez un simple recurso de redacción, lo que pretendo en realidad es resaltar y rescatar la tarea del docente en tiempos de confinamiento.

Hoy hablar de docencia, - al igual que otras actividades y/o profesiones- nos lleva necesariamente a hablar de entornos tecnológicos y a asumir la idea de que la capacitación permanente será un mínimo inderogable desde donde arrancar.

En tiempos donde los agentes de salud (llámese médicos, enfermeros, bioquímicos, farmacéuticos, personal administrativos relacionados con estos servicios, etc,) son los grandes protagonistas -y con mucha razón-, también los docentes lo están siendo, ahora y todo el año.

Vivimos un país, que no privilegia la educación, y esto no es de ahora, ni obra del actual gobierno, sino que es responsabilidad de todos y cada uno de los que nos han gobernado, con algunas honrosas excepciones claro está.

También, responsabilidad y producto de una comunidad, que hace oídos sordos a la situación por la que atraviesa la educación formal.

El día después del Covid 19, no será el mismo, tampoco lo será la forma en que se impartirán contenidos en las escuelas.

Para quienes no lo entiendan así, evidentemente estarán viviendo en otra dimensión.

La educación digital, llegó para quedarse.

Y es aquí cuando se impone la pregunta de qué recursos de la enseñanza tradicional servirán para el abordaje de la enseñanza digital.

Sin miedo a equivocarme, serán los mismos que considero debe tener todo actual docente: las ganas, la pasión y el compromiso por enseñar, la formación continua, y el aprendizaje de nuevos saberes a la par de la adquisición de nuevos recursos didácticos.

Creo que aquí estará la clave.

La faena sin duda será mayor y ojalá como sociedad, asumamos el deber cívico, de exigirle al estado la formulación de una verdadera política de educación digital.

Repárese que los conocimientos que se imparten en nuestras aulas, ya son arcaicos y de poca utilidad para el ciudadano del presente, ni pensar en el ciudadano del futuro.

Un par de letras del futuro, en este caso referidas a la educación, no serían completas ni justas, si no recordáramos desde donde venimos, en la idea de que el futuro se construye en gran medida del presente.

Y es aquí cuando me gustaría honrar la tarea de los docentes que me formaron en otros tiempos, con mayores dificultades y seguramente con menores recursos.

Siento y sentiré un agradecimiento infinito por aquellos docentes que me formaron. Ellos son parte de lo que conseguí a nivel educativo y profesional.

Sus conocimientos me permitieron estudiar y concluir mis estudios universitarios y mas tarde de postgrados, tanto en el país como en el extranjero y créanme que muchas veces en las clases que imparto en la Universidad, intento replicar algunos de los recursos aprehendidos.

Al igual que muchos de esta ciudad, puedo decir con orgullo que soy producto de la educación pública de nivel, sin la cual no hubiera podido ser quien hoy soy.

Poner en nombre los docentes que marcaron mi paso por la educación primaria y secundaria se impone, aun bajo el riesgo de olvidarme de alguno.

Sepan disculparme desde ya por tamaña injusticia.

De mi paso por el otrora afamado Departamento de Aplicación, sin duda que llevo en mi corazón a Cata Obludziner, Poro Carabio, Yiya Migueles, Chombi Siri, Rosa Dekimpe, Mireya Rizonelli y obviamente, a mi amada y recientemente fallecida mamá.

De mi secundaria en el Colegio Nacional: a Marta Santamaría, Mecha Álvarez, Manuela Mammana, Negrita Ayala, Mary Menzella, entre otras.

Sus nombres brotan de mi memoria de manera fácil, ni bien rememoro mis tiempos de educación formal.

De ellas, me queda su formación académica, su rigor científico, su compromiso con la enseñanza en el aula y fuera de ella, sus métodos para hacer entendible lo que podía no serlo, y obviamente su humanidad.

No soy de los que piensan que los tiempos pasados fueron los mejores, pero sinceramente, debo decir que el modelo educativo que ellas representaban, es el que mas fruto dio en tiempos en que Argentina era un país bien distinto del que transitamos.

Y ello es contrastable con cualquier medición educativa.

Todas ellas con su estilo particular, su forma de ser, su manera de enseñar y su don de gente, las convirtieron a mi criterio claro está, en grandes educadoras que aquellas instituciones tuvieron.

En tiempos de fama rápida y efímera, como de loas inmerecidas, el reconocimiento a personas que realmente hicieron algo grande por la sociedad, en este caso por la educación de miles y miles de niños y jóvenes villaguayenses, es tan sólo un acto necesario que se impone.

No se si mis palabras son suficientes, seguro que no, porque su legado es inconmensurable, pero lo único que sé, que un acto de justicia es reconocerles alguna vez y en la medida de lo posible en vida, su labor desarrollada.

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