"SARMIENTO FUE MI SEGUNDO HOGAR: YO ERA EL PRIMERO EN LLEGAR Y EL ÚLTIMO EN IRME"


 Sin dudas que Darío Emilio Rovetta ha sido uno de los más grandes goleadores del fútbol departamental. Típico número 9 de área, de extraordinaria potencia y gran velocidad, dueño además de un temible remate de media distancia. Es uno de los artilleros históricos de Sarmiento, la Selección de la Liga Villaguayense y Talleres en el fútbol de los barrios de Barrio Sud. Además jugó con éxito en Belgrano de Paraná. El “Negro” también trabajó en la institución como entrenador de los equipos de fútbol, básquet y estuvo a cargo de la enseñanza de la natación durante muchos años. EL PUEBLO lo entrevistó para recorrer su historia futbolística. 

- ¿Quién te llevó a jugar en Sarmiento? 

Mi papá trabajaba en la firma Goldaracena Hermanos, nosotros vivíamos ahí a la vuelta y el club del barrio era Parque, donde mi padre jugaba a las bochas y al casín, además de compartir la vida social de todos los días con sus amigos en esa institución. No menos de cuatro veces llevé mi ficha para que me la firmen los dirigentes y no me la aceptaban, me decían que vuelva otro día. En ese momento habíamos salidos campeones con el Colegio Nacional en un torneo interescolar, donde convertí una gran cantidad de goles. Entonces el profesor Juan Ángel Méndez me llevó la ficha para Sarmiento. Cuando le dije a mi papá al principio no le gustó nada, pero cuando le conté lo que me habían hecho en Parque se enojó y aunque demoró unas dos semanas hasta aceptarlo, finalmente me firmó la ficha.

Una vez en el “Rojo” ¿cómo continuó la historia? 

Yo era muy jovencito, tenía 14 años, jugué dos o tres partidos en la cuarta división (que se jugaba los domingos por la mañana) y luego ya me citaron como suplente en primera, por lo cual nunca integré la reserva. Tuve la suerte de compartir equipo con varios históricos jugadores de Sarmiento como “Machito” Segovia, “Pirulo” Colonessi, los hermanos Daniel y “Poro” Arabí, los Roldán, “Quico” Enríquez y “Perita” Buet. Me fui haciendo un lugar a fuerza de goles, porque cada vez que entraba convertía, hasta que “Machito” Segovia, que era el delantero titular como número 9 le dijo al director técnico que él me veía muy bien, que se iba a retirar porque ya estaba grande y quería que me dieran la posibilidad a mí. Integré delantera con quien me había llevado al club, Juan Méndez, que se desempeñaba como puntero derecho. Junto al “Caio” Esteybar éramos los más jóvenes de ese equipo.



¿Cómo te convertiste de aquel pibito de 14 años a esa especie de “Increíble Hulk negro” que a pura potencia física anotó una impresionante cantidad de goles? 

Sucede que yo practicaba muchos deportes, porque a los 14 años no solamente estaba en la Selección de la Liga de Fútbol sino que también integraba la Selección de básquet de Villaguay en la categoría Cadetes y además jugaba en un combinado de vóley de nuestra ciudad con el cual viajábamos a distintos torneos en varias localidades de Entre Ríos. Yo arrancaba a entrenar a las 6 de la tarde y terminaba cerca de las 12 de la noche, porque primero iba a vóley, después básquet y por la noche con el equipo de primera de fútbol o con la Selección de la Liga. En básquet nos “daban con todo”, era un entrenamiento muy exigente en la parte física y yo no le decía al DT que venía de otra práctica, no me quejaba y hacía todo lo que nos pedían. De ahí me iba al entrenamiento de fútbol, donde tampoco contaba que ya había realizado dos partes físicas en el mismo día. De esta manera fui alcanzando una potencia y un estado físico tremendo, que era mayor al que tenían los otros muchachos que entrenaban con la media normal. Además le pegaba muy fuerte a pelota. Nunca fui un jugador de fútbol virtuoso, nadie va a recordar una jugada mía en la cual hubiera dejado atrás a dos o tres jugadores con pelota dominada, en cambio sí los dejaba en el camino pero corriendo hacia adelante. Una vez me preguntaron por qué no “mareaba” y les contesté que yo no necesitaba gambetear, porque lo mío es tirar la pelota hacia adelante, aguantar con el cuerpo la carga de los rivales, forcejear con los defensores y llegar cerca del área para después poder patear al arco.

¿Cuántas veces sentiste que los rivales chocaban contra vos y terminaban en el suelo? 

Tuve la suerte de enfrentar a grandes defensores y algunos de ellos de mucha experiencia, te hablaban, te querían amedrentar de esa manera porque uno era gurí. También me iban a golpear, a veces con mala fe, pero yo no les hacía caso y si me hacían enojar, con más fuerza iba a la pelota todavía, no me achiqué nunca. Tenía mucho amor propio y eso fue lo que me permitió jugar tres años en buen nivel en un equipo como Belgrano de Paraná, donde estuve gracias al Dr. Gabrovich, lo cual significó una muy linda experiencia.




Fuiste hombre récord en la historia de Talleres, uno de los grandes protagonistas durante muchos años del fútbol de los barrios de Barrio Sud. 

Sí, jugué alrededor de 23 años en Talleres, son recuerdos hermosos porque concurría muchísima gente a los partidos, ponían sillas en todo el perímetro de la cancha, al lado de la línea de cal y realmente no entraba un alfiler, sobre todo en los grandes clásicos que disputábamos contra Me Asustaste. Según Jorge Jaluf, quien lleva las estadísticas y es el historiador máximo de Talleres, fui el jugador que más años vistió una misma camiseta. Talleres tenía la base del Club Atlético Sarmiento, porque sus organizadores eran hinchas del “Rojo” y tuvieron el gran mérito de armar el equipo durante tantos años, ya que es el más longevo de todos los elencos que participaron alguna vez de este tradicional torneo. Todas las temporadas se formaban fantásticos equipos, la gran mayoría de los jugadores de Villaguay querían jugar con la camiseta azul y roja, ya que se armaban verdaderos seleccionados, fue algo hermoso compartir la cancha con tantos buenos jugadores.

¿Cuáles fueron los goles más lindos que convertiste? 

Fueron tantos que se me hace muy difícil elegir, pero creo que el recuerdo más grato y que lo voy a llevar en el corazón hasta mis últimos días fue aquella tarde en la vieja cancha de Gualeguay, donde enfrentamos a Ferro y convertí 11 goles. Todavía tengo guardado el recorte del diario EL PUEBLO, que nombra los goles y en cada secuencia del partido en la que sucedieron. Antes, que tu apellido saliera en el diario como la figura de un partido era comparable a que hoy en día te hagan una nota en un canal importante de Buenos Aires.

¿Cómo podrías definir lo que ha significado Sarmiento para vos? 

Por amor a esa casaca dejé muchos años de mi vida, porque no sólo jugué al fútbol en esta querida institución, sino que también jugué al básquet, al tenis, al padel y aún en estas dos últimas disciplinas, que son individuales, siempre lo hice vistiendo una camiseta de Sarmiento. Por ejemplo, si iba a jugar un torneo de tenis en cualquier ciudad de la provincia o fuera de ella, me ponía la casaca roja y vestía con orgullo el escudo del Club Atlético Sarmiento. También de la misma manera lo hacía en el padel, en el circuito de UPRU, que era un torneo que se organizaba entre República Oriental del Uruguay y Argentina. Sarmiento fue mi segundo hogar, porque ya ejerciendo como profesor de educación física, entrené a los equipos de básquet y de fútbol de la institución, enseñé 14 años a nadar a los chicos en el club y también estaba a mi cargo el equipo de natación. Hoy tengo la inmensa satisfacción de que mi hija Cynthia Rovetta siga mis pasos, quien es la entrenadora de gimnasia artística de la entidad. Sin dudas que me veo reflejado en ella porque le pone tanto empeño, amor y pasión, de la misma manera en la que yo lo hacía cuando defendía estos colores. Yo era el primero en llegar al club para preparar el entrenamiento y el último en irme, guardando todos los elementos y apagando la luz.

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