TODAVÍA NO SE ENTIENDE SI LO PEOR YA PASÓ. Por Emilio Nogueira (Italia, mayo 2020)

"Los senderos vacíos son todavía más lindos: a la izquierda los olivos y a la derecha la viña"

Al atardecer del domingo 26 de abril nos llegó vía whatsapp la primera buena noticia desde que empezó la pandemia: a partir del día siguiente cambiarían algunas medidas de contención. 

Luego de leer rápidamente las novedades y antes de compartirlas, chequeamos en el sitio web de la región para no caer en la trampa de las llamadas “fake news”, o sea las ilusiones, fantasías y mentiras que algunas personas fabrican y muchas otras difunden.

El comunicado enumeraba varios puntos que resumo a continuación: a nivel nacional reabrían los negocios de comida para llevar; se permitían los desplazamientos para mantenimiento de caballos y embarcaciones dentro del territorio de la región; se liberaba la práctica de pesca y ciclismo a nivel individual dentro de los límites de cada municipio y se habilitaban los paseos -de 6 a 22 horas- para los integrantes del núcleo familiar.

Eran muy buenas noticias.

Debo decir que los primeros días que siguieron al comunicado fueron muy extraños.

Junto al supuesto alivio había también cierta desconfianza e incredulidad luego de 8 semanas en cuarentena absoluta y 4 semanas de “ayuno” informativo.

Ya en la segunda semana había abandonado el consumo de TV y radio locales, un cóctel letal que combina el informe oficial con la cantidad diaria de muertos y contagios registrados, animado por un variopinto ecosistema de panelistas mediáticos y especialistas en distintos temas que esbozan hipótesis sobre un fenómeno desconocido, alimentando el morbo y la confusión general.

En cambio, me mantenía al día gracias a dos diarios serios que operan en las antípodas ideológicas, lo que me permitía sacar mis propias conclusiones, porque como decían los romanos “in medio virtus stat” (la verdad está en el medio).

Más tarde, en la cuarta semana, había dejado también de leer los diarios, ya que las buenas noticias no aparecían y como la situación era cada vez más compleja, quería dedicar la energía a la armonía doméstica, a la educación de nuestra hija y al mantenimiento de la huerta.

Durante las últimas semanas he estado deliberadamente desconectado de la realidad italiana ya que me informo exclusivamente a través de la BBC World, 30’ a la mañana y 30’ a la noche, para lograr un panorama global relativamente objetivo, sin dramatizaciones ni opiniones personales.

Esto me permite confrontar la situación italiana en perspectiva con el resto de los países europeos y relativizar la cuestión.

Lo cierto es que a partir de la semana pasada podemos salir a caminar sin otro motivo que pasear al aire libre. 



Lo primero que hicimos fue volver a los senderos que surcan las colinas que tanto extrañábamos: una merecida inmersión en el verde y una recarga de energía más que necesaria luego de una rutina muy particular que fuimos construyendo con el correr de las semanas.

Al igual que 1/3 de la población mundial que estuvo o estamos en cuarentena, la dinámica es más o menos así: salgo por provisiones una vez por semana con una lista precisa para aprovechar el viaje y amortizar el trastorno del nuevo protocolo de higiene -guantes, barbijo, cambiarse la ropa antes de entrar a casa y limpiar con lavandina cada cosa, incluyendo verduras y frutas-, las filas en los negocios y la peregrinación por varios de ellos para evitarlas.

La otra novedad que trajo la pandemia es la “escuela a distancia”: en una plataforma digital preexistente –que no se usaba- recibimos las lecciones –para el libro o mediante videos de las maestras- y las tareas que luego se escanean y se cargan otra vez en la plataforma.

Esto es simple: un sistema que funciona, una práctica que se adquiere y una rutina que se debe implementar para estar al día.

Lo verdaderamente difícil es ocupar aunque sea transitoriamente el lugar de la escuela: se necesita la capacidad y formación única del docente para transmitir los conceptos, mantener la atención, imponer disciplina y sobre todo el amor por enseñar y la paciencia infinita que entregan cada día en la escuela.

A ellos un sentido reconocimiento y la confesión de que si bien siempre supe el valor que producen, recién ahora pude dimensionar la complejidad que comporta.

Todavía no se entiende si lo peor ya pasó, o si cambiaron las medidas para no asfixiar del todo la economía y ‘comprar tiempo’ hasta un eventual rebrote que supondría la vuelta a la cuarentena.

O no.

Sólo atinamos a disfrutar el momento, el canto de los pajaritos y el aire limpio mientras dure, sin pensar mucho en el mediano plazo.  Porque el panorama sigue siendo incierto. ¡Hasta la próxima!


Emilio Nogueira
atrip@iselectortravel.com 

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