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“EL EJEMPLO DE MIS PADRES POR EL TRABAJO QUE HABÍAN REALIZADO EN SARMIENTO, ME QUEDÓ DE POR VIDA”

Sorteo del torneo Federativo, Hugo Borrero, Gabriel Deppen y Fernando Malara

Hugo Alberto Borrero tuvo una estupenda etapa deportiva en su niñez y adolescencia, en la cual brilló con la camiseta de Sarmiento y la Selección de Villaguay, tanto en el minibásquet como así también en categorías formativas. Luego, el estudio y la familia le impidieron continuar con la práctica deportiva. Desde hace 25 años está radicado en Concordia y la pasión por el básquet lo terminó convirtiendo en dirigente del Club Hípico. Junto a sus compañeros de subcomisión realizaron un fenomenal trabajo para insertar al básquet en esa institución. EL PUEBLO lo entrevistó de esta manera.


- ¿Cómo empezó tu historia deportiva?
Arranqué por una costumbre familiar, porque mis viejos jugaron al básquet toda la vida. Mi papá en Sarmiento y mi mamá en Huracán. Desde que yo me acuerdo nací con una pelota de básquet, arranqué desde muy chiquito en el Club Sarmiento, que era algo así como la extensión del patio de mi casa, porque vivía a una cuadra. En verano íbamos al club a las 9 de la mañana (para la pileta) y volvíamos a las 8 de la noche después de la práctica de básquet. Siempre sentí una identificación plena con Sarmiento y se los debo a mis padres, quienes tenían un gran compromiso y acompañaron en todo momento a la comisión directiva. Mi viejo fue dirigente del club y también llegó a ser presidente de la Comisión Villaguayense de Minibásquet. En mi casa se respiraba básquet, mi papá trabajó muchísimo para que la subcomisión de Sarmiento nos dé todo lo que estaba a su alcance. Fue una experiencia hermosa y una infancia increíble. Empecé y terminé mi trayectoria basquetbolística luego de finalizar la secundaria con “Payo” Alzamendi como entrenador. 

Sarmiento campeón local en Premini 1981
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¿Quiénes integraban aquel equipo de premini que ganó todo a nivel local, arrasó en el provincial y terminó jugando el Campeonato Argentino?
En Sarmiento teníamos un excelente equipo de premini, estaban entre otros: Jorge “Pocho” Monjo, “Cabezón” Trabichet, “Rafa” Wagner, Marcelo Chaparro, Alejandro Páez, Daniel Bodino, “Chancha” Urioste, “Turco” Yussip, “Joselo” Carreras. El DT era “Payo” Alzamendi, mi hermano el monitor y “Roly” Mendoza como acompañante incondicional. A diferencia de lo que es en la actualidad, en aquella época competíamos desde muy chicos en el minibásquet, tanto a nivel local, provincial y nacional. En el año 1981 salimos campeones invictos en el torneo local y se armó la Selección de Villaguay, equipo que integré junto a chicos de Parque, Huracán, Barrio Sud y por supuesto compañeros de Sarmiento. Fuimos a jugar el Entrerriano de Selecciones en Diamante. Hicimos un torneo espectacular y terminamos subcampeones. Fui el goleador y también me eligieron mejor jugador del certamen. Luego, cuando pasamos a mini también ganamos el torneo local y tuvimos mucha competencia afuera. Nuestros padres realmente se “rompían el lomo” para que pudiéramos viajar a jugar a distintos lugares y si no había fecha oficial, íbamos a Colón, Villa Elisa, Urdinarrain, a Pinocho (Buenos Aires) a jugar amistosos. Sarmiento era un club marginal donde concurrían chicos de estratos sociales diversos, que se mezclaban en la pileta, el tenis, el fútbol y el básquet. Pero la diferencia social se notaba en las zapatillas, en la ropa o en la forma de vestir, por lo cual nuestros padres, con muy buen criterio, dijeron que todos tenemos que estar vestidos iguales. Comenzaron a juntar plata y nos armaron un equipo completo: zapatillas, medias, pantalón corto y largo, camiseta y campera. Y además nos habían comprado bolsos (con forma de zapatilla) para que todos tengamos el mismo. Era algo espectacular, la gente de los otros clubes se admiraba por la indumentaria nuestra. Creo que la superioridad que teníamos con Sarmiento por aquellos años se debía a que en los otros clubes las camadas no eran tan parejas, aunque había grandes jugadores, que con el paso del tiempo fueron creciendo en forma notable. Después se emparejó y se jugaban partidos “pesados”, con Huracán y Parque por ejemplo. 


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¿Cómo continuó tu historia en el “decano”?
Después jugué en las intermedias U13, U15 y U17, categorías que antes se llamaban Cadetes Menores, Cadetes Mayores y Juveniles. No alcancé a jugar en la primera de Sarmiento por razones de estudio, ya que terminé la secundaria y tuve que emigrar de Villaguay. Estuve unos años en La Plata, ahí Huguito Van Derdonckt me quiso llevar al club donde él jugaba pero me quedaba muy lejos, además me sentía en compromiso con mi viejo, porque veía el esfuerzo que él hacía para que estudiemos mi hermano en Córdoba y yo, así que prioricé el estudio en lugar del básquet. Después fui a la Universidad de Concepción del Uruguay que tenía un centro regional en Federación. Mientras estudiaba fui papá de mi primer hijo, mi actual señora (en ese momento éramos novios) estudiaba en Concordia y nos vinimos a vivir acá. Ni bien terminé la facultad ingresé a trabajar en la empresa en la cual estoy desde hace 25 años. Seguí jugando al básquet sólo con amigos, le alquilamos la cancha durante varios años al Colegio San José y allí practicábamos dos o tres días a la semana. Después aparecieron las lesiones, el trabajo era mayor, nacieron los gurises y decidí dejar de jugar. 

¿Cómo fue la difícil misión de levantar al Club Hípico Concordia?
Nuestro primer entrenador fue Luciano Correa, quien arrancó con cuatro nenes y dos nenas, en una cancha abierta, como era la vieja cancha del club Sarmiento, a diferencia que la del “Rojo” tenía baldosas y la de Hípico era un alisado de cemento y pedregullo. Ahí empezaron mis hijos en premini y mini, hace cinco o seis años atrás. Cuando hacía frío había que ir abrigado hasta la cabeza, la superficie “comía” las zapatillas y a los gurises había que comprarles tres o cuatro pares en el año, además cuando se caían se lastimaban. Como en todas las subcomisiones, son contados con los dedos de una mano los que trabajan para que se pueda salir adelante. Con el ejemplo que yo había tenido de mis padres por el gran trabajo que habían realizado en Sarmiento, esa enseñanza me quedó de por vida. Yo también quería dejarles ese mensaje a mis hijos, que valoraran el sacrificio de uno en pos de conseguir mejoras en el club para ellos. Y así lo vivimos, el día a día de pintar la cancha, colgar el tablero electrónico del tejido de la cancha de tenis, ubicar las sillas para que se siente el público, las cuales teníamos que traer desde los quinchos donde se hacen los eventos, armar la mesa de la cantina poniendo dos caballetes y un tablón. Los gurises colaboraban en todo, esa fue la gran tarea de Luciano Correa, quien enseñó y comprometió a los chicos. Todo este trabajo mancomunado nos hizo crecer abismalmente. En cinco años llegamos a tener un estadio, en el que aún nos faltan las tribunas, pero cuyas dimensiones son de 34 x 29 mts, el mismo tamaño de la cancha de Estudiantes, donde se juega Liga Nacional. El sacrificio fue durísimo, hubo gente que puso muchas horas de trabajo para concretar este sueño. Sin olvidarnos que todo esto fue realizado en un club en el cual su principal actividad es el hipismo, seguido en segundo lugar por el hockey y después el tenis. Fue tremenda la tarea de uno de los principales dirigentes Gabriel Deppen, actual tesorero del club y presidente de la subcomisión de básquet. Luciano Correa también aportó mucho para que este proyecto se cristalice. Luego por razones de la vida y el desgaste de las relaciones propio del paso del tiempo, Luciano dejó la institución y llegó Fernando Malara para reemplazarlo en el cargo de DT. El “Negro” fue jugador de Selección Argentina, de varios clubes de Liga Nacional y también del exterior. Se quedó a vivir en Concordia luego de su paso por Estudiantes y Capuchinos y aceptó el desafío de conducir Hípico. Se siente muy a gusto y para nuestros chicos es muy importante tenerlo debido a su experiencia y lo que representa como emblema del básquet nacional.

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