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"DONDE PASABAN NO QUEDABA ABSOLUTAMENTE NADA". Por Eleodoro Padlog.

Foto ilustrativa: argentina.gob.ar

Hoy casualmente escuché declaraciones de Senasa sobre la invasión de la langosta en la provincia de Corrientes, a 60 kilómetros de nuestra provincia. Una manga abarca una extensión aproximada de 100 kilómetros. Desde mi niñez he sufrido, al igual que todos los que poblábamos los campos, el desastre y la tristeza que dejaba esta plaga.


Recuerdo que después del desove de la langosta, que lo hacía en la tierra, el Ministerio de Agricultura indicaba que la gente debía remover la tierra y juntar los huevos, que parecían granos de trigo, para disminuir la proliferación.




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El Ministerio los recibía y pagaba 20 centavos por kilo. Dada la pobrera de aquella época (la crisis del año 1930) era importante juntar unos kilos de huevos.

No obstante, pasado un tiempo, no recuerdo cuánto, aparecían en los campos unas manchas negras, que al acercarnos producían como una efervescencia de unos pequeños insectos que se amontonaban en las plantas y en poco tiempo se transformaban en langostas saltonas; eran la segunda etapa de su desarrollo, hasta que criaban alas.

Avanzaban saltando en mangas y cubrían superficies kilométricas. Donde pasaban no quedaba absolutamente nada: la tierra quedaba completamente negra. A nosotros nos proveían de barreras de chapa de más o menos 50 centímetros de alto para proteger las huertas y jardines; cada tanto se armaba una trampa con las mismas chapas para que los insectos entraran y no pudieran salir.


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Cuando había una cantidad importante se las quemaba con lanzallamas, herramientas que usábamos con los vecinos para atacar las mangas y evitar que penetraran en las chacras. Pero en los campos de grandes extensiones nadie las combatía, así que nuestro trabajo resultaba inútil.

Terminado este problema, cuando los campos lograban reverdecer llegaba la langosta voladora, que era imposible de detener y otra vez no dejaba absolutamente nada.

Foto ilustrativa: argentina.gob.ar



Yo estaba estudiando en la Escuela de Agricultura en la capital de la provincia de Córdoba y para entonces ya había aparecido un tóxico, gamexane, al que mezclábamos con afrecho de trigo y melaza, y lográbamos así combatir en alguna medida a la plaga.

Cuando la langosta llegó a transformarse en voladora, el Ministerio de Agricultura destinó una cantidad importante de camiones fumigadores, que perseguían a la manga y la fumigaban con gamexane cuando se asentaba en algún lugar. Fue la última manga de langosta que vi en mi vida.

Me llama sobremanera la atención que después de 74 o 75 anos aparezca nuevamente semejante plaga, a pesar de que los medios tecnológicos han avanzado tanto.




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Cuando la langosta llegó a transformarse en voladora, el Ministerio de Agricultura destinó una cantidad importante de camiones fumigadores, que perseguían a la manga y la fumigaban con gamexane cuando se asentaba en algún lugar. Fue la última manga de langosta que vi en mi vida. 

Me llama sobremanera la atención que después de 74 o 75 anos aparezca nuevamente semejante plaga, a pesar de que los medios tecnológicos han avanzado tanto.

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