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FRONDIZI Y YO TENIAMOS LA CULPA. Por Manuel Langsam


La decisión ya estaba tomada desde mucho tiempo antes. Era cuestión de esperar el momento adecuado y contar con los fondos necesarios para los primeros tiempos. Yo no me iba a quedar en Domínguez trabajando encerrado en una oficina o detrás de las rejas de la caja del Banco Popular. Mi ambición era seguir una carrera universitaria relacionada con la biología, poder trabajar en espacios abiertos, con el solo límite del horizonte para la visión y que no fuera rutinaria. La veterinaria encajaba perfectamente en esos deseos.

Por lo tanto cuando logré reunir ahorros que creí suficientes para mantenerme los primeros tiempos, renuncié a mis cargos de tesorero del banco, ayudante del administrador de la Jewish Colonization y profesor en el recién creado Instituto Alberdi (precursor del actual colegio Alberto Gerchunoff).

En esos años solo existían tres facultades de veterinaria en el país: Buenos Aires, La Plata y Corrientes. Elegí Corrientes, decisión que resultó acertada, ya que era (y es) una hermosa ciudad, tiene un admirable ambiente universitario y ese año ingresaron a primer año solo cuarenta y cinco estudiantes, cuando los ingresantes en Bs. Aires y La Plata fueron alrededor de cuatrocientos… (como acotación, agrego que de esos cuarenta y cinco nos recibimos solo veintidós. Los demás fueron quedando por el camino). 


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Pero, si bien contaba con los fondos suficientes para desenvolverme durante los primeros meses, la preocupación fue el conseguir trabajo con vistas al futuro. Tarea a la que me aboqué desde el principio.

Y tuve suerte. Enterado que estaba en busca de trabajo, un compañero de la facultad que ya estaba al final de la carrera, me dijo que rendía el examen final dentro de poco y, al recibirse, ya tenía un trabajo comprometido en la Provincia de Santa Fe. Más precisamente en Humboldt. Él se estaba desempeñando en la municipalidad, como ayudante del veterinario en la inspección del Mercado de Abasto. Ese puesto quedaría vacante, por lo que concurrí a la municipalidad para anotarme como postulante. Parece que fui el único interesado, ya que al recibirse y renunciar el anterior ayudante, el cargo me fue concedido. Supongo que nadie más se anotó porque de cómodo ese puesto no tenía nada. El sueldo era bajo, el horario de trabajo era de cinco a nueve de la mañana, sábados domingos y feriados incluidos y solo los miércoles libre.

Así que empecé a trabajar. Tenía que levantarme a la cuatro y media, pero el esfuerzo valía la pena ya que a las nueve ya estaba desocupado. Como las clases en la facultad comenzaban todos los días a las catorce (los sábados a las diez) me quedaba tiempo para estudiar

Además pensé que me iría familiarizando con el trabajo en bromatología, ya que de eso no sabía nada. Esas materias recién se veían en cuarto y quinto año. Al lado del veterinario titular iría aprendiendo algo. Vana ilusión…

El veterinario titular del cargo era propietario de una carpintería mecánica y se dedicaba a eso. Solo pasaba por el mercado una o dos veces por semana (para hacer las compras de su casa) a eso de las ocho, y me preguntaba: ¿alguna novedad?... Por supuesto que no había novedades. No me iba a poner a hacer algún decomiso y enemistarme con los puesteros si no tenía los conocimientos necesarios para ello. Además, el veterinario me encargó que todos los días antes de irme tenía que dejarle una planilla con el detalle de los productos decomisados. Ahí el futuro colega me dejo la primera lección. NO como se debía trabajar, sino como NUNCA se debía trabajar. Según sus deseos dejaba en su escritorio una planilla que seguía sus instrucciones: decomisos del día, algunas carnes, achuras, pescados, cajones de fruta...Todo mentira. No lo podía creer. Lo que si, nunca firme una de esas planillas falsas. Las habrá firmado él, no lo se, pero al parecer no las leía nadie.

Pero, llegó marzo del 62. El Presidente de la Nación era el Dr. Arturo Frondizi, que vivía jaqueado por planteos militares, paros y disturbios impulsados por corruptos sindicalistas que le hacían muy difícil la tarea de gobernar. Finalmente en ese mes y año hubo elecciones para elegir gobernadores y legisladores en varias provincias. El Dr. Frondizi permitió presentarse al peronismo, con el nombre de Unión Popular, los que ganaron en la mayoría de las provincias (incluida la estratégica de Buenos Aires) y eso, los militares no lo pudieron soportar. Presionaron para anular las elecciones pero el Presidente no lo aceptó. Entonces optaron por una vía expeditiva: destituyeron a Frondizi, lo llevaron preso a Martín García y pusieron a un títere que les obedecía en la presidencia, anularon las elecciones e intervinieron los gobiernos provinciales.

¿A que viene todo eso? A que también intervinieron Corrientes y, a su vez, el interventor destituyó a los intendentes.

Como de costumbre se hicieron muy lindos discursos y se afirmó que las nuevas autoridades venían a arreglar los desastres políticos y económicos del gobierno anterior. ¿Y como lo hicieron? Muy fácil. Al desastre político lo “arreglaron” destituyendo a Frondizi y, al parecer, el desastre económico, en Corrientes, lo solucionaron dejándome cesante a mí…

Así terminó mi trabajo en el Mercado de Abasto. Quede muy conforme al suponer que mi sueldo era el que “desequilibraba” el presupuesto de la provincia y producía déficit y con mi salida se solucionaba el problema económico de la municipalidad. ¿Habrá sido así?

Otra cosa. No me afectó para nada el despido. A esa altura yo ya había conseguido entrar a trabajar en la facultad como ayudante rentado (por concurso) en la cátedra de Zoología, puesto que mantuve hasta terminar la carrera. Además, no me gustaba para nada confeccionar todos los días planillas con datos falsos. Tal es así y para confirmar que esas planillas no le importaban a nadie, en la última que hice antes de irme, puse como decomisos: dos hígados, una media res vacuna, cincuenta kilos de pescado, un presidente de la nación y un ayudante de veterinario. No tuvo mayores consecuencias, lo que confirmó mi sospecha de que no las leía nadie.

Tiempo después me entere el veterinario que no trabajaba nunca seguía en su puesto y que en mi lugar no nombraron un ayudante. Nombraron dos…

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