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NO PERDER EN LA BAJADA… Por Miguel Ángel Federik


Según el saber popular, no es bueno perder en la bajada lo que se ganó en el repecho. Esta pandemia y sus cuarentenas han traído perjuicios económicos y hasta psíquicos en todos los países del mundo, independientemente de sus estrategias de apertura o clausuras totales o intermedias, y muchas de las medidas inusuales -algunas hasta reprobables ética y jurídicamente- han afectado y afectan nuestras vidas, según venía siendo, pero precisamente eso es el Covid-19: un enemigo invisible, desconocido y mutante, cuyas consecuencias e implicancias finales, aún no hemos visto, ya que nadie puede hoy pararse en la cima del mundo y sacar las cuentas de todos los daños que causará en definitiva, mientras el huracán está pasando todavía.

Las pujas sectoriales, los reclamos diversos, las teorías conspirativas, las desobediencias juveniles, los remedios alternativos y hasta las diversas vacunas en marcha, aún son formas de ataque o de defensa, en una batalla en desarrollo y no cerrada en modo alguno.

Y hay conductas solidarias y hay conductas egoístas y como en todas las batallas, también hay víctimas y hay héroes.

Los universales y consabidos consejos de distanciamiento social, uso de barbijos, higiene de manos y hasta los aislamientos preventivos y conductas urbanas responsables, corresponden a la memoria universal contra todas las epidemias y/o pandemias que ya fueron durante siglos.

El pasado 16 de agosto fue el día de San Roque, el santito de las pestes a quien salvara de la suya y en su tiempo su aislamiento voluntario y un perro llamado Melampo, que le lamía las heridas y le llevaba un pan -robado a su dueño rico- entre sus dientes.

Nelaj Iarcho, el médico milagroso de las colonias judías, hizo de pobrísimas escuelas rurales, centros de aislamiento contra el tifus y las primeras estadísticas médicas sobre esa enfermedad entre nosotros y por aquí, y hasta nuestro Hospital mayor de hoy día, fue un Centro Tisiológico, para aislamiento y tratamiento de la tuberculosis, y creo que ya existía la vacuna.

Las constantes advertencias y apelaciones actuales a la responsabilidad social de cada uno, a la debida información de cada uno y a la solidaridad de cada uno para con su prójimo, es lo menos que puede pedirse, sin restringir derechos.

El esfuerzo social viene siendo elogiable, aunque nos pese y nos limite individualmente.

En tiempos difíciles, no hay mejor forma de defender las libertades irrenunciables, que cumplir y someterse a ciertas obediencias…Y sobre todo y en nuestro país, para no perder en la bajada lo que se ganó en el repecho.



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