
Foto: José Luis Raota.
Para la mayoría de los hombres no hay nada que supere al peluquero de confianza, sobre todo su les cortaba el cabello cuando aún usaban pantalones cortos y acudían acompañados de sus padres. Rodolfo Altinier lleva más de treinta años cortando el cabello a generaciones de hombres y niños de Villaguay. Una trayectoria en la que se encontró con miles de historias y anécdotas para compartir.
- ¿Cuánto hace que comenzó en esta actividad? ¿Por qué se decidió por este oficio?
- Comencé cortando el cabello como un hobbie. Me había formado en la Academia de Peluquería OLI, situada en Liniers, en los años en los que residía en Buenos Aires. Utilizaba las horas libres que me quedaban luego de trabajar. Como mi padre era peluquero, la actividad me llamaba la atención. Sin embargo fue después de casarme, cuando ya vivía en Villaguay, que decidí dedicarme de lleno a la peluquería. Los amigos a los que les cortaba el cabello solían decirme que abriera el negocio porque era bueno en lo que hacía. Poco a poco se fue ampliando el número de clientes y me di cuenta de que era mi fuerte. Al principio mi casa y local estaba situado en calle Alem, pero era tan pequeño que llegado el momento tuvimos que buscar algo más grande. Por ese motivo nos mudamos a este domicilio en el que estamos ahora, en calle Castelli.
- ¿Hay algún estilo con el que usted se sienta más cómodo trabajando?
- ¿Cuál fue el corte más extravagante que le solicitaron?
- ¿Siempre se dedicó exclusivamente a hombres y niños? ¿Nunca realizó peluquería para mujeres?
- ¿Ha tenido ocasión de formar a jóvenes peluqueros?
- ¿Quién va a seguir sus pasos cuando decida retirarse?
- ¿Con el paso del tiempo y las modas ha tenido que realizar capacitaciones para actualizarse?
- En el caso de la peluquería masculina la complejidad no es tanta por lo que las capacitaciones son menos. En muchas ocasiones me fue suficiente mirar una revista para conocer y aprender un corte. Sin embargo, las capacitaciones son necesarias y acudí siempre que pude a atelieres en Paraná y en Buenos Aires. Muchas veces dictados por Angelo Milano, un renombrado peluquero con el que aprendí en mi tiempo de formación.
- ¿Hay algún estilo con el que usted se sienta más cómodo trabajando?
- No particularmente. Mientras sea corte de varón cualquiera me resulta fácil, práctico y los años de experiencia llevan a que uno automatice el trabajo y lo realice en menos tiempo. La cuestión es conocer todos los cabellos. Hay una creencia muy común que dice que los varones se deben peinar de izquierda a derecha, pero es un mito. Porque hay que peinarse hacia donde el remolino del cabello lo indica. Hasta el día de hoy tengo clientes que creen eso y se sorprenden cuando los peino para otro lado y les queda mejor.
- ¿Cuál fue el corte más extravagante que le solicitaron?
- Una de las cosas más raras en un tiempo fue hacer dibujos en los cortes. Se hacían con máquina y con un tipo de moldecitos. La moda era, sobre todo en los que jugaban al básquet, hacer el número de Michael Jordan, por ejemplo. Otra cosa era las tinturas en aerosol. Recuerdo un niño al que trajeron que se iba a Buenos Aires a ver jugar a Boca. Con el aerosol le teñí todo el pelo de azul y amarillo, con las estrellas y todo, y el chico se fue muy contento a ver el partido. Asimismo, además de cortes me he encontrado en situaciones poco comunes, como cortarle el pelo a un bebé mientras se lo amamantaba para que no llore. O sentado en el asiento de una bicicleta en la vereda del local. Son recuerdos que hoy me gustaría tener plasmados en fotografías, es una pena que no se me haya ocurrido en el momento.
- ¿Siempre se dedicó exclusivamente a hombres y niños? ¿Nunca realizó peluquería para mujeres?
- Yo aprendí a cortar el pelo a mujeres, pero nunca me volqué a eso. No me gusta, porque en mi opinión hacer ambas cosas a la vez es como dibujar y pintar a la vez, una de las dos no va a salir perfecta. Prefiero dedicarme a lo que me gusta que es, la peluquería de hombre.
- ¿Ha tenido ocasión de formar a jóvenes peluqueros?
- No, la verdad quizá no sea un buen maestro. Siempre permití que vengan a observar, pero nunca tuve mucha paciencia para explicar. Además es un trabajo que siempre me tomó muchas horas de mi día, y no quería perder el tiempo en enseñar. Uno no puede ocupar el tiempo del cliente tampoco.
- ¿Quién va a seguir sus pasos cuando decida retirarse?
- La verdad es que no tengo quien continúe con la peluquería. A mi hija Sabrina le gusta la peluquería, pero no es a lo que se dedica. Y mi hijo Matías es politólogo y vive en Gálvez, provincia de Santa Fe. Tengo dos nietas pequeñas, Micaela y Camila, hijas de Sabrina, pero aún son muy chicas para saber si se interesarán por la actividad. Así que por lo pronto creería que una vez que decida retirarme cerraré la peluquería.
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Luego de formarse en la ciudad de Buenos Aires, y de trabajar en diferentes rubros, volvió a Villaguay. En esta ciudad comenzó a cortar el cabello a amigos y conocidos, los cuales al ver su capacidad lo impulsaron a dedicarse a la actividad de manera profesional.
Con un nombre compuesto de la palabra griegos poli=muchos y la inglesa boy=chico, la peluquería de Altinier fue donde se cortó a miles de clientes a lo largo de los años. Incluso en una ocasión batió su propio record de cortes, atendiendo hasta casi las tres de la mañana a los soldados que ingresaban al regimiento luego de las vacaciones, en los tiempos en los que no existía la máquina eléctrica. En la actualidad, Altinier dedica sus semanas de lunes a sábado a atender la peluquería y los domingos por la tarde a atender a los clientes más ancianos que no pueden dejar su domicilio.
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Un oficio inesperado
Rodolfo se dedica desde hace más de treinta años a la peluquería, aunque no es el oficio que decidió desde siempre. Su sueño fue estudiar medicina pero la vida lo llevó hacia otros rumbos, por lo que se encontró frente a las tijeras al igual que su padre. “Si bien no opero personas, opero cabello”, afirma sin un ápice de arrepentimiento.Luego de formarse en la ciudad de Buenos Aires, y de trabajar en diferentes rubros, volvió a Villaguay. En esta ciudad comenzó a cortar el cabello a amigos y conocidos, los cuales al ver su capacidad lo impulsaron a dedicarse a la actividad de manera profesional.
Con un nombre compuesto de la palabra griegos poli=muchos y la inglesa boy=chico, la peluquería de Altinier fue donde se cortó a miles de clientes a lo largo de los años. Incluso en una ocasión batió su propio record de cortes, atendiendo hasta casi las tres de la mañana a los soldados que ingresaban al regimiento luego de las vacaciones, en los tiempos en los que no existía la máquina eléctrica. En la actualidad, Altinier dedica sus semanas de lunes a sábado a atender la peluquería y los domingos por la tarde a atender a los clientes más ancianos que no pueden dejar su domicilio.