MARADONA ELIGIÓ JUGAR CON LOS POBRES... Por Daniel de Michele


A primera vista Italia podría parecer dos países separados. 
 
Por un lado, el Norte rico, con núcleos urbanos como Milán, Torino, Génova, Venecia, centros de la industria, la moda y el turismo de alto nivel y por el otro el Sur, por donde la revolución industrial parece no haber pasado, el sur agricultor donde los jóvenes toman las herramientas de labranza campesina que sus padres dejaron en sus manos. El PBI per capita es un 40% mas bajo en el Sur y el desempleo es superior al 30% de la población activa. El sur italiano es pobre y sufre la discriminación del norte rico y poderoso.





La pertenencia natural de Diego a la pobreza extrema lo llevó a sumarse al Nápoli, el club de fútbol de la ciudad homónima, despreciado por los equipos supermillonarios de Milán.

Hoy es fácil concluir que el Nápoli, era el equipo ideal para un tipo salido de Villa Fiorito.

Por instinto aceptó integrar un equipo pobre, de una ciudad pobre, del sur olvidado de Italia. Simplemente fue natural para un tipo como el Diego ponerse a pelear del lado de los oprimidos.

Mas allá de la revolución que produjo en el fútbol italiano en sus siete años de jogo bonito en el Nápoli, mas allá de las estadísticas de torneos ganados, copa europea y de la UEFA obtenidas, es interesante conocer que en esa época el fútbol italiano era famoso por sus sistemas defensivos cerrados, caracterizados por la marca rígida y dura. El sistema se popularizó como Il Catenaccio (el cerrojo).

Pues bien, el Diego abrió il Catenaccio y a los tanos no les gustaba ni medio que un pibe pobre, pasara entre las defensas urdidas por los ricos como una ardilla endemoniada gambeteando a todos como maniquíes. Mucho menos ser vencidos con goles tan hermosos como humillantes para los ricos llenos de dinero.

Por eso el pibe se convierte en el blanco predilecto de los defensores de pierna dura. De hecho por años lo cagaron a patadas siempre que osaba invadir sus territorios. Pero el Diego se levantó cada vez con un moretón más para meter otro de sus increíbles y bellos 115 goles en Italia.

El romance entre la ciudad con dramas sociales y el argentino atrevido e irrespetuoso con los ricos del norte, comenzó de inmediato. Al transformarse en un mediador de la alegría de un pueblo postergado, ganó la categoría de ídolo popular. Nápoli se lo hizo saber inequívocamente. Hubo respeto y amor genuino entre los napolitanos, Diego y la Argentina por extensión.

Relatando esas experiencias Maradona dijo “Nápoles era una ciudad loca, estaban tan locos como yo, el fútbol era la vida misma”. “Muchas cosas me recordaron mis orígenes. Había habido huelgas de hambre y la gente se había encadenado al arco del estadio San Paolo, rogándome que fuera. ¿Cómo podría decepcionarlos?" “Conozco todos los problemas que tienen. Estas personas hacen sacrificios para comprar una entrada. Siempre están ahí, siempre... Eso me hizo identificarme con ellos desde el primer día”

“Ellos creyeron en mí, me dieron todo sin conocerme y eso no se puede olvidar”.

Cuentan que en el Mundial 90 cuando Argentina jugó contra el local, los napolitanos hincharon por Diego.

La locura que produjo en Nápoli, lo arrastro y se lo llevo puesto.

La única finta que le faltó completar y nunca logró, fue gambetear la cocaína y se sabe que la suma de la pobreza con la falopa suele ser letal. Entonces se vuelve a la Argentina a desandar el último tramo de su vida.

Una vez, cuando los fanáticos del Milán imitando el sonido de los monos desde la tribuna, humillaron a Kalidou Koulibaly -un moreno senegalés del Nápoli- Maradona desde aquí hizo escuchar su voz en toda Italia. “Me siento napolitano y hoy quiero estar con Kalidou Koulibaly” dijo. "Espero que todo esto ayude a acabar con el racismo en el fútbol de una vez por todas. También yo lo padecí"

El Nápoli, despreciado por los ricos del norte, fue el equipo perfecto para él. Y Diego fue perfecto para una ciudad como Nápoles y así lo sienten todavía hoy los napolitanos.

Algo tuvo este hombre que dejando la vida a un costado, hace un par de días paralizó al mundo entero al irse para siempre.

El Papa, discretamente hizo unos trámites y facilitó tu entrada al cielo. En el infierno no te recibirían…

Francisco les explicó que ya hiciste una pasantía por ahí en los últimos años de tu vida.

Dale Diego, que en el cielo los tobillos casi no duelen.

¡Dale!




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Daniel de Michele
eljibaro2002@gmail.com

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