"... Y LOS PARROQUIANOS DISFRUTABAN ALREDEDOR DE LA PLAZA". Por Manuela Chiesa de Mammana

"En ese entonces la banda de música ofrecía la retreta todos los domingos y los parroquianos disfrutaban alrededor de la plaza". (Foto ilustrativa).

Nunca sabré si los años suman magia o credulidad, por aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Algo de eso hay pero no es totalmente así. 
 
Hace algunos años había en Villaguay una excelente “confitería” que había sido inaugurada en la década de 1920/30 y pertenecía a los hermanos Lablanca.


Mi relato sólo comprende la década de 1950, cuando tuve el gusto de saborear sus diversos productos, como masas, golosinas, helados y además exquisitas tortas y postres. En ese entonces la banda de música ofrecía la retreta todos los domingos y los parroquianos disfrutaban alrededor de la plaza en mesas pertenecientes a diversos comercios.

Aún recuerdo que poder saborear un pan dulce de confitería Lablanca era todo un acontecimiento y un deleite. Cuando las mesitas de la plaza pertenecían a estos dueños, las picaditas que venían con el vermut desaparecían en manos de los niños que acompañaban a sus padres. Mis preferidos: los triangulitos con jamón crudo.

El título de este relato viene a cuento porque para la Semana Santa de 1949, visitaban Villaguay dos distinguidas señoras de la Capital Federal, ambas profesoras de piano, huéspedes del cirujano del pueblo, quien a manera de agasajo envió al Coco por empanadas de vigilia a la confitería Lablanca.

Ni bien llegó el Coco con el mandado, una de las señoras mordió con apetito una de las empanadas y sin mediar palabra expresó: "¡Qué exquisito, aquí también está la confitería Los Dos Chinos!". A lo cual el Coco, ni lento ni perezoso le aclaró: "No señora, en todo caso los tres gallegos".

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