Entrevistado por Canal 9 de Paraná, el excomisario aseguró que tanto él como sus compañeros fueron "víctimas de una interna policial" y calificó al caso como "un verdadero circo armado por determinadas personas de la institución". En concreto, Ferreyra cargó contra un suboficial de la delegacía de Toxicología de Villaguay, que hoy se encuentra retirado, con quien por entonces mantenía problemas personales.
Lamentablemente, según dijo, tanto el Juez Federal de Concepción del Uruguay como la fiscal de primera instancia creyeron a tal punto en las acusaciones en su contra que en ningún momento le concedieron el beneficio de la duda, ni a él ni a otros policías detenidos.
Esta semana, finalmente, en un juicio abreviado que se desarrolló mediante videoconferencia, la Justicia absolvió a Ferreyra y a dos suboficiales que se hallaban detenidos por la misma causa. Distinto fue el caso de un cabo de policía, que recibió una condena de tres de años de ejecución efectiva.
Pese a estar libre, el excomisario no ha tenido aún ningún contacto con la gente de la jefatura de Villaguay pero espera retomar el vínculo a partir de ahora, sobre todo con quienes dudaron de su inocencia, no sólo para contarles su verdad sino también para mostrarles lo que dice el expediente.
No sólo eso. Ferreyra prevé regresar a la fuerza para "seguir siendo el mismo de antes de pasar por esta mala experiencia". Jura que no guarda ningún resentimiento.
Respecto a su denunciante, dice que no le interesa lo que sea de su vida. Y si bien promete utilizar "las herramientas legales para que alguien pague por este perjuicio", asegura que no apuntará hacia una persona en particular.
Durante todo ese tiempo, según contó, tuvo algunos problemas con los demás internos, aunque no con los del pabellón de exfuncionarios policiales, sino con "el resto de la población" carcelaria, a la que obligatoriamente debía cruzarse al "realizar cualquier tipo de trámite dentro del penal".
Recordó haber llegado incluso a solicitar auxilio del servicio penitenciario para evitar "un mal mayor" con dos internos a quienes estaba enfrentado: "Si no me se hubiera encendido la alarma de pedir ayuda, tal vez hubiera resultado con alguna lesión de faca o cuchillo, que son usados habitualmente por algunos internos", sostuvo.
En general, indicó que fue una experiencia muy difícil, tanto para él como para su familia. Recordó, por ejemplo, que tanto su madre, que lo visitaba cada dos semanas, como sus hijas de 7, 10 y 14 años eran sometidas a requisas inflexibles. Su pareja, en tanto, tuvo un accidente de tránsito muy serio cuando iba a visitarlo, aunque por suerte no sufrió heridas de gravedad.
Una sola cosa resultó especialmente alentadora en medio de tantas dificultades: sus compañeros del pabellón de seguridad no dejaron nunca de considerarlo un policía, a pesar de que la Justicia lo había separado de la fuerza.
Lamentablemente, según dijo, tanto el Juez Federal de Concepción del Uruguay como la fiscal de primera instancia creyeron a tal punto en las acusaciones en su contra que en ningún momento le concedieron el beneficio de la duda, ni a él ni a otros policías detenidos.
Esta semana, finalmente, en un juicio abreviado que se desarrolló mediante videoconferencia, la Justicia absolvió a Ferreyra y a dos suboficiales que se hallaban detenidos por la misma causa. Distinto fue el caso de un cabo de policía, que recibió una condena de tres de años de ejecución efectiva.
Pese a estar libre, el excomisario no ha tenido aún ningún contacto con la gente de la jefatura de Villaguay pero espera retomar el vínculo a partir de ahora, sobre todo con quienes dudaron de su inocencia, no sólo para contarles su verdad sino también para mostrarles lo que dice el expediente.
No sólo eso. Ferreyra prevé regresar a la fuerza para "seguir siendo el mismo de antes de pasar por esta mala experiencia". Jura que no guarda ningún resentimiento.
Respecto a su denunciante, dice que no le interesa lo que sea de su vida. Y si bien promete utilizar "las herramientas legales para que alguien pague por este perjuicio", asegura que no apuntará hacia una persona en particular.
"No se lo deseo a nadie"
Tras 26 mese de cárcel y dos de prisión domiciliaria, Andrés Ferreyra confesó que no le desea a nadie una experiencia como la que le tocó vivir a él.Durante todo ese tiempo, según contó, tuvo algunos problemas con los demás internos, aunque no con los del pabellón de exfuncionarios policiales, sino con "el resto de la población" carcelaria, a la que obligatoriamente debía cruzarse al "realizar cualquier tipo de trámite dentro del penal".
Recordó haber llegado incluso a solicitar auxilio del servicio penitenciario para evitar "un mal mayor" con dos internos a quienes estaba enfrentado: "Si no me se hubiera encendido la alarma de pedir ayuda, tal vez hubiera resultado con alguna lesión de faca o cuchillo, que son usados habitualmente por algunos internos", sostuvo.
En general, indicó que fue una experiencia muy difícil, tanto para él como para su familia. Recordó, por ejemplo, que tanto su madre, que lo visitaba cada dos semanas, como sus hijas de 7, 10 y 14 años eran sometidas a requisas inflexibles. Su pareja, en tanto, tuvo un accidente de tránsito muy serio cuando iba a visitarlo, aunque por suerte no sufrió heridas de gravedad.
Una sola cosa resultó especialmente alentadora en medio de tantas dificultades: sus compañeros del pabellón de seguridad no dejaron nunca de considerarlo un policía, a pesar de que la Justicia lo había separado de la fuerza.