1- Es fácil y rápidamente detectable por las lesiones obvias que produce en la piel. A diferencia del Covid, su diagnóstico no requiere de grandes, lentos ni costosos estudios bioquímicos. Solo hay que ver las lesiones.
2- El período de incubación sin síntomas es muy breve, lo que permite detección precoz antes de que produzca los temidos contagios expandiendo las epidemias.
3- No hay reservorio animal, sólo los humanos la trasmiten. Cuando hay animales interpuestos en la cadena del virus, las vacunas no evitan la circulación en la sangre animal, los que siguen contagiando.
La pandemia de Gripe Española de 1918, fue el evento colectivo infeccioso más letal del Siglo XX .
Desgraciadamente, se superpuso con la 1ra Gran Guerra potenciando el contagio que alcanzó a 500 millones de personas con una mortalidad del 10% (50 millones de fallecidos).
En esa pandemia hubo tres grupos de mayor mortalidad: niños menores de 5 años, jóvenes de entre 20 y 40 y mayores de 65 años.
Lo más importante que hemos aprendido en relación al final de una pandemia, es que solo puede ocurrir cuando la enfermedad llega a un punto en el que el virus ya no encuentre huéspedes a quienes contagiar ni propagar la enfermedad. Con el coronavirus, no estamos ni cerca de ese punto ahora mismo.
Esta es la situación conocida como inmunidad de rebaño. Es decir la epidemia cede, porque ya afectó a la enorme mayoría de las personas y por ese mecanismo han desarrollado inmunidad.
Si el virus, no ingresa a una célula humana no puede replicarse ni continuar su ciclo. Aún contando con inmunidad de rebaño, es probable que el virus siga entre nosotros nadie sabe por cuánto tiempo más, pero al atenuar su capacidad de parasitar células humanas, pierde energía y si logra infectar a alguien, sólo produce síndromes menores.
La Gripe Española de 1918, duró tres años y fue costosísima en términos de vidas humanas. La población total del mundo era entonces de 1.650 millones de personas. Hoy somos cerca de 8.000 millones, por lo cual lograr inmunidad de rebaño es un esfuerzo enormemente mayor al de 1918.
Más vale que aprendamos que contar con una vacuna no es igual a bajar el interruptor de daño del virus. Desde el inicio hablamos de la necesidad de la vacuna, hoy que la conseguimos hablamos de la necesidad de la vacunación, cuyas demoras no previmos nunca por inexperiencia. La pandemia no tiene un día de cierre, el proceso será de lenta atenuación y continuo. Lo que esperamos de la vacuna es que baje el número de contagios y de muertes.
Eliminar al virus por completo es más bien imposible. Se ha logrado solo una vez con vacunaciones masivas contra la viruela en todos los países del mundo. El último caso registrado fue en Somalia en 1977. Así, la viruela es hasta hoy la única enfermedad viral declarada erradicada por la OMS hace 40 años Inmunidad colectiva y erradicación no son lo mismo. El virus seguirá estando entre nosotros y superado este periodo, probablemente se transforme en un productor de resfríos. Pero seguirá obligándonos a convivir con él hasta que juntemos el rebaño.
Al menos ya sabemos lo que hay que hacer mientras termina la pandemia: falta asumir con convicción y coherencia, lo que no hay que hacer.
La humanidad ya perdió este partido contra el virus, el asunto solo es, por cuánto perderemos...
2- El período de incubación sin síntomas es muy breve, lo que permite detección precoz antes de que produzca los temidos contagios expandiendo las epidemias.
3- No hay reservorio animal, sólo los humanos la trasmiten. Cuando hay animales interpuestos en la cadena del virus, las vacunas no evitan la circulación en la sangre animal, los que siguen contagiando.
La pandemia de Gripe Española de 1918, fue el evento colectivo infeccioso más letal del Siglo XX .
Desgraciadamente, se superpuso con la 1ra Gran Guerra potenciando el contagio que alcanzó a 500 millones de personas con una mortalidad del 10% (50 millones de fallecidos).
En esa pandemia hubo tres grupos de mayor mortalidad: niños menores de 5 años, jóvenes de entre 20 y 40 y mayores de 65 años.
Lo más importante que hemos aprendido en relación al final de una pandemia, es que solo puede ocurrir cuando la enfermedad llega a un punto en el que el virus ya no encuentre huéspedes a quienes contagiar ni propagar la enfermedad. Con el coronavirus, no estamos ni cerca de ese punto ahora mismo.
Esta es la situación conocida como inmunidad de rebaño. Es decir la epidemia cede, porque ya afectó a la enorme mayoría de las personas y por ese mecanismo han desarrollado inmunidad.
Si el virus, no ingresa a una célula humana no puede replicarse ni continuar su ciclo. Aún contando con inmunidad de rebaño, es probable que el virus siga entre nosotros nadie sabe por cuánto tiempo más, pero al atenuar su capacidad de parasitar células humanas, pierde energía y si logra infectar a alguien, sólo produce síndromes menores.
La Gripe Española de 1918, duró tres años y fue costosísima en términos de vidas humanas. La población total del mundo era entonces de 1.650 millones de personas. Hoy somos cerca de 8.000 millones, por lo cual lograr inmunidad de rebaño es un esfuerzo enormemente mayor al de 1918.
Más vale que aprendamos que contar con una vacuna no es igual a bajar el interruptor de daño del virus. Desde el inicio hablamos de la necesidad de la vacuna, hoy que la conseguimos hablamos de la necesidad de la vacunación, cuyas demoras no previmos nunca por inexperiencia. La pandemia no tiene un día de cierre, el proceso será de lenta atenuación y continuo. Lo que esperamos de la vacuna es que baje el número de contagios y de muertes.
Eliminar al virus por completo es más bien imposible. Se ha logrado solo una vez con vacunaciones masivas contra la viruela en todos los países del mundo. El último caso registrado fue en Somalia en 1977. Así, la viruela es hasta hoy la única enfermedad viral declarada erradicada por la OMS hace 40 años Inmunidad colectiva y erradicación no son lo mismo. El virus seguirá estando entre nosotros y superado este periodo, probablemente se transforme en un productor de resfríos. Pero seguirá obligándonos a convivir con él hasta que juntemos el rebaño.
Al menos ya sabemos lo que hay que hacer mientras termina la pandemia: falta asumir con convicción y coherencia, lo que no hay que hacer.
La humanidad ya perdió este partido contra el virus, el asunto solo es, por cuánto perderemos...
Una arenga apropiado del director técnico del equipo Rebaño para estimular la autoestima en la derrota podría ser: “Muchachos, no hay nada que ganar donde todos pierden. ¡Hagan goles y no se dejen hacer!”
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Daniel de Michele
eljibaro2002@gmail.com