El lamentable fallecimiento de Augusto, de sólo 19 años, caló muy profundo en los corazones de numerosos villaguayenses que disfrutaron de su amistad y de su gran habilidad dentro de una cancha de básquet.
Augusto arrancó desde muy pequeño en las categorías del minibásquetbol del Club Atlético Sarmiento, donde basando su juego en la velocidad y la entrega permanente, se destacó hasta llegar a las categorías intermedias y luego a la primera división, siempre siendo protagonista y transformándose en uno de los emblemas de cada divisional en la que actuó.
Esta predisposición para dejar todo en cada pelota (circunstancia que a veces lo desordenaba tácticamente) y ser una de las claves en el juego ofensivo del “Decano”, hizo que en varias oportunidades fuera convocado para integrar las selecciones villaguayenses de categorías formativas.
También desde muy joven se puso la camiseta de la primera división en Sarmiento, sumando minutos e importante experiencia al lado de jugadores ya consagrados que valoraban su aporte en el plantel.
Augusto fue un apasionado de la pelota anaranjada, le encantaba entrenar, ir al club a tirar al aro y siempre priorizó el hecho de divertirse jugando, quitándose la presión del contexto, a veces en canchas llenas de público y con los segundos corriendo hacia el sonido final de la chicharra, pero siempre con una sonrisa en los labios y una excelente actitud hacia sus compañeros.
Este año había fichado para Huracán, siendo la primera vez que iba a jugar para una entidad distinta a la de sus amores.
Entrenó en “El Globito” junto a sus nuevos compañeros desde la vuelta a las prácticas luego de la flexibilización por las restricciones de la pandemia, inclusive estaba citado para enfrentar a Parque en el “Dora W. de Torriani” la semana pasada, pero ese maldito accidente se lo impidió.
El dolor de las partidas siempre es desgarrador, pero el sentimiento se duplica cuando el que se va de este mundo es una persona joven, lleno de energía, con ilusiones y proyectos de vida además de una innumerable cantidad de gente que lo quería.
Llegó mucho antes de lo imaginado el indeseado momento de la despedida, será tarea de sus familiares y amigos evocarlo cada día, en todos los encuentros y charlas de básquet, para que su recuerdo permanezca vivo en nuestros corazones, haciendo lo que más le gustaba, picando una pelota anaranjada, haciendo un dribbling y lanzando al aro.
Sin dudas que el “Eduardo Castello” extrañará sus bromas, risas y ocurrencias, como así también las veces que se disfrazó de héroe para llevar a su equipo a la victoria con algún triple sobre el final.
Descansa en paz Augusto querido, con la tranquilidad de que en tus casi 20 años de tránsito por esta vida iluminaste con alegría y bondad los corazones de tus amigos.
Augusto arrancó desde muy pequeño en las categorías del minibásquetbol del Club Atlético Sarmiento, donde basando su juego en la velocidad y la entrega permanente, se destacó hasta llegar a las categorías intermedias y luego a la primera división, siempre siendo protagonista y transformándose en uno de los emblemas de cada divisional en la que actuó.
Esta predisposición para dejar todo en cada pelota (circunstancia que a veces lo desordenaba tácticamente) y ser una de las claves en el juego ofensivo del “Decano”, hizo que en varias oportunidades fuera convocado para integrar las selecciones villaguayenses de categorías formativas.
También desde muy joven se puso la camiseta de la primera división en Sarmiento, sumando minutos e importante experiencia al lado de jugadores ya consagrados que valoraban su aporte en el plantel.
Augusto fue un apasionado de la pelota anaranjada, le encantaba entrenar, ir al club a tirar al aro y siempre priorizó el hecho de divertirse jugando, quitándose la presión del contexto, a veces en canchas llenas de público y con los segundos corriendo hacia el sonido final de la chicharra, pero siempre con una sonrisa en los labios y una excelente actitud hacia sus compañeros.
Este año había fichado para Huracán, siendo la primera vez que iba a jugar para una entidad distinta a la de sus amores.
Entrenó en “El Globito” junto a sus nuevos compañeros desde la vuelta a las prácticas luego de la flexibilización por las restricciones de la pandemia, inclusive estaba citado para enfrentar a Parque en el “Dora W. de Torriani” la semana pasada, pero ese maldito accidente se lo impidió.
El dolor de las partidas siempre es desgarrador, pero el sentimiento se duplica cuando el que se va de este mundo es una persona joven, lleno de energía, con ilusiones y proyectos de vida además de una innumerable cantidad de gente que lo quería.
Llegó mucho antes de lo imaginado el indeseado momento de la despedida, será tarea de sus familiares y amigos evocarlo cada día, en todos los encuentros y charlas de básquet, para que su recuerdo permanezca vivo en nuestros corazones, haciendo lo que más le gustaba, picando una pelota anaranjada, haciendo un dribbling y lanzando al aro.
Sin dudas que el “Eduardo Castello” extrañará sus bromas, risas y ocurrencias, como así también las veces que se disfrazó de héroe para llevar a su equipo a la victoria con algún triple sobre el final.
Descansa en paz Augusto querido, con la tranquilidad de que en tus casi 20 años de tránsito por esta vida iluminaste con alegría y bondad los corazones de tus amigos.