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EN VÍSPERAS DE UN MERECIDO HOMENAJE. Por Alicia Cóceres de Schredelseker



Estamos despidiendo este año 2021 que ha dejado huellas de profunda tristeza en muchos corazones, familias, instituciones, para ellos nuestros sentimientos de afecto y solidaridad.

Pero la vida sigue y hoy nos aprestamos a despedirlo de la mejor manera y recibir un venturoso 2022 que es de esperar sea más benévolo que el anterior y llegue con su cuota de esperanza, de alegría, de paz.

Y entre los hechos gratos al espíritu, único en su acontecer y emocionante por quien lo convoca nos aprestamos a celebrar los 100 años del nacimiento de uno de los artistas más reconocidos en el género chamamecero dentro y fuera del país Don Abelardo Héctor Dimotta.

Para ello una Comisión de Homenaje Permanente presidida por su nieto Héctor Ricardo Dimotta e integrado por un grupo de personas que se han esmerado para que éste proyecto que se dio en llamar “Abelardo Dimotta 100 años” sea un evento que convoque no sólo a su pueblo Villaguay sino a innumerables músicos y amigos que llegarán de muy diversos lugares a rendirle su merecido homenaje.

Hablar de Don Abelardo Héctor Dimotta es remontarnos a un Villaguay de comienzo de siglo XX más precisamente un caluroso 11 de Diciembre de 1921 en que fue declarado en la oficina del registro de las personas como hijo legítimo por su padre Vicente Dimotta de 36 años de edad casado con María Teresa Corrales de 25 años de edad, siendo sus abuelos paternos Remigio Dimotta y Vicenta Fulco y los testigos del acto Domingo Lencioni y Marcelino Castro.

El domicilio de la familia era en calle Irigoyen 520 de Villaguay. Sus amigos lo llamaban “TITI”. Quedó huérfano de su madre a los 10 años.

Allí adquirió la tristeza que tenía su mirada y construyó su carácter fuerte propio del niño que de pequeño aprende a defenderse solo y que trasunta y que perdura en su obra de “tono menor” imprimiéndole un estilo inconfundible que llega al alma y deja huellas perdurables.

La educación primaria fue adquirida por los hermanos Dimotta en la escuela primaria: Bartolomé Mitre de Villaguay. Tuvo dos hijos llamados Armando Héctor y Rubén. Por razones de trabajo residió en Mojones Sur, donde seguramente de los Espinillos en flor tomó la luminosidad de sus notas que tienen su brillo y colorido. A cada nota le entregaba su sentimiento en la que expresaba algo, tenía un refinado gusto musical con estilo propio que caracterizó al chámame entrerriano.

Muy querido por quienes lo conocieron por la condición que lo caracterizó que fueron la bondad y la generosidad con sus músicos y amigos, reconocidos por ellos a quienes incorporaba y apoyaba en sus actuaciones.

Su atuendo natural eran las pilchas gauchas o paisanas en el campo y en los escenarios bombachas generalmente claras, con cintos con rastras, botas altas acordeonadas en la caña, camisa blanca, pañuelo al cuello de color, que le conferían una prestancia especial como hombre y como artista.

Se caracterizaba por el buen trato, cortesía y amabilidad, firmeza, pero también tolerante y muy perceptivo, su alma tranquila de estilo bondadoso y altruista.

Encauzó su vida profesional fructífera con artistas de primer nivel alcanzando su producción y brillo propio. Fue creador de obras que han quedado en las mentes de sus seguidores. En especial su hijo Armando que lo acompañó mucho tiempo en sus actuaciones y creaciones y sus dos nietos Ricardo Héctor Dimotta y Roberto Dimotta. Ambos representantes de la nueva generación de músicos chamameceros reconocidos en el país.

Le gustaba actuar, tenía iniciativa y capacidad de mando, tuvo personas a cargo, hecho demostrado al haber sido siempre el conductor del conjunto de chámame de la época de mayor prestigio profesional. Sus comienzos fueron con su hermano Mario en Mojones Sur autodidactas del acordeón.

Mario se radicó en Buenos Aires para insertarse en la música como profesional y es quien facilitó que su hermano Abelardo viaje a Buenos Aires para también iniciarse en el mismo rubro.

Fue el comienzo de una carrera plena de éxitos y realizaciones muy largo de enumerar y que es la base de éste encuentro que tendrá lugar los próximos días 11 y 12 de diciembre en el predio deportivo Club Atlético Parque con entrada libre y gratuita con el arribo de músicos y amigos de diversos lugares.

Bajo una luna chamamecera se podrán escuchar las notas de un “Carretel” al que se le acorta el hilo, acompañado de un “Mingo” hermano y amigo, y que en alas de melodías plagadas de sentimiento nos trasladarán a esa estancia “La Isabel” donde se entrelazaron hace mucho tiempo la poesía, la música y el amor, y hoy regresan para rendirle homenaje sincero y sentido a ese inolvidable creador que supo hacerse oír en un “tono menor” pero profundo e inigualable!


A Don Abelardo…

En este pago tan suyo, todavía en nuestros días Resuenan sus melodías, transformadas en murmullos.

Y desde aquel “Carretel” que adorna con mil colores,

en la tierra de sus amores, nos confundimos con él.

Hay un nombre de mujer que ha quedado suspendido,

Y en cada rincón prendido, de la estancia “La Isabel”.

Su música nos transforma, no se resiste el encanto

Va penetrando su canto y queda el mundo a su forma.

Todo el misterio de su melodía, se nos mete en la sangre,

Nos toma el corazón, que sangra en rebeldía

Nos arranca una lágrima que rueda en el paisaje

¡Es para usted Don Abelardo, éste homenaje!


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