A LOS 23 AÑOS LE DIJERON “SEGUÍS VOS” Y ASÍ COMENZÓ EN LO QUE QUERÍA TRABAJAR DESDE CHICO. El diario La Nación entrevistó al villaguayense Hernán Vassallo


A los 39 años, el martillero villaguayense Hernán Vassallo recuerda el día en que a la mitad de un remate en Chascomús, el director de la consignataria donde se venía desempeñando, lo miró desde arriba de un atril y le dijo: “Seguís vos”. En ese momento, cuando los ojos del público se posaron en él, respiró profundo, se acomodó la camisa, tomó el martillo y a los 23 años remató por primera vez. Era lo que había esperado toda su vida.

"El sentimiento que tuve ese día es algo muy difícil de olvidar. Volvimos en auto a Buenos Aires y durante todo el viaje retuve mis ganas de ponerme a gritar de la emoción”, dice Hernán en una entrevista publicada hace unos días en el diario La Nación.

Muchos años antes solía pararse frente al atril para declarar que iba a ser martillero; ya de grande se convenció de que lo suyo eran los remates más que la Facultad; y finalmente logró persuadir a su padre, que ahora se ubica orgulloso (aunque a veces no lo demuestre) entre el público que va a verlo hacer lo que mejor sabe.


Hernán se mudó a Buenos Aires a los 17 años para estudiar Agronomía y luego dedicarse a la parte comercial de la ganadería. Un día se levantó a las 5 AM, tomó un colectivo de la línea 146 y se bajó en el barrio de Mataderos con la intención de entrar en el Mercado de Liniers. No tenía acreditación pero con ingenio, unos mates y un rato de charla, convenció a un encargado para que lo dejara ingresar.

Ese día terminó camuflándose en el catering y, mientras repartía copas de vino y sándwiches, se ofreció para trabajar en una casa consignataria. A los pocos meses lo llamó el dueño de la firma para ofrecerle un puesto.

De ahí en más empezó a levantarse muy temprano para poder estar en Liniers a las 5 de la mañana. Allí iniciaba la jornada con la tradicional costumbre de los gauchos del lugar: desayunar matambre con mate cocido. Luego pesaba la hacienda y organizaba los corrales con el ganado. Más tarde volvía al centro porteño para hacer cadetería. Dice sobre esa época: “Empecé desde abajo y eso me permitió conocer todo el negocio. Para mí fue una universidad, quedó una parte de mí ahí adentro".

En 2005 ingresó a trabajar en la consignataria Colombo y Magliano y al año siguiente, durante un viaje a Chascomús por un remate de 1500 cabezas, su jefe lo sorprendió al invitarlo a terminar el un remate de unos terneros para invernada.



La segunda oportunidad le llegó en menos de 24 horas en el Mercado de Liniers. "Rematar ahí era como Harvard, el lugar en donde yo soñaba trabajar”, dice ahora, varios años después. Poco después decidió dejar la carrera de agronomía y empezar un curso de martillero. A los 28 años se encontró trabajando en Liniers, en las ferias de la provincia de Buenos Aires, en las cabañas en el norte del país y en remates televisados.

Una década más tarde sigue encarando la misma tarea, aunque sin dejar de percibir y disfrutar de experiencias y sentimientos muy diferentes ante cada uno de los lugares y públicos que le toca visitar. Es que, remarca Hernán, "con el tiempo uno va aprendiendo a adaptarse a los tiempos y a los espacios, y a responder de la mejor manera posible".

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Familias

Cada vez que tiene la oportunidad, Hernán Vasallo agradece a su familia por haberlo acompañado siempre, y también a la empresa donde trabaja, Colombo y Magliano, por "dejar crecer a quienes tienen ganas de hacerlo".

Además destaca el rol de quienes trabajan junto a él: "El martillero es la cara visible de lo que hace un equipo. Cuando vos estás arriba de atril sabés que abajo te están apoyando y te van a dar agilidad y, de alguna manera, estás tranquilo de que hay alguien acompañándote".

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