MURIÓ MAGDALENA RUIZ GUIÑAZÚ. La periodista tenía 87 años y una larga trayectoria en radio y televisión
“En los últimos días Magdalena no estaba bien. Pero ella tenía una fortaleza enorme, y había sorteado momentos difíciles”, dijo Marcelo Bonelli en El Trece, y mostró todo su penar: “Arranqué en la radio con ella. Era una persona con mucho humor, mucha clase y compañerismo”. Pese a todo, la periodista se encontraba en actividad. “El sábado pasado no trabajó, pero todos los anteriores sí -agregó Bonelli-. La pandemia la golpeó mucho, porque ella tenía una gran vida social. Pero se sobrepuso, y estaba todos los sábados en la radio (Mitre): cuando terminaba mi programa, arrancaba ella. Mantuvo su pasión por el periodismo hasta el último minuto”.
Con más de cincuenta años de profesión, cinco hijos y ocho nietos, tuvo una vida intensa. Y una premisa para ejercer el periodismo, que la repitió cada vez que pudo: “Decir la verdad por sobre todas las cosas. No mentir nunca”.
Siempre tuvo su futuro claro: desde muy chica quería ser periodista. “Hacer cosas heroicas, como sueñan todos los jóvenes”, contó alguna vez, en una entrevista a corazón abierto con Infobae. Y de alguna manera cumplió ese sueño. Lo logró buscando la verdad y la justicia siempre, durante su extensa y exitosa carrera como periodista. Llevó la bandera de los Derechos Humanos, integró la CONADEP (Comisión Nacional por la Desaparición de Personas), recibió quince premios Martín Fierro por su labor periodística y el de Oro por su trayectoria.
En junio del año 1979 visitó, junto al Papa Juan Pablo II, Auschwitz, el campo de concentración donde fueron asesinadas más de 4.000.000 de personas. “Era como estar en una película. Fue el viaje más importante de mi vida, cruzamos la muralla de hierro, iba a bordo del avión con el Papa, con Wojtyla, que venía de un campo de prisioneros”, contó años después. Hasta el campo de concentración llegaron en tren y el clima contrastaba “con el horror que íbamos a ver”. No se imaginaba, relató, que la primavera era tan bella y tan llena de flores en Polonia. Después de bajarse del tren, caminaron 5 o 6 kilómetros. “Nos impresionaron los sobrevivientes, que deben haber sido niños en Auschwitz porque llevaban sobre los hombros el saquito a rayas en talle pequeño”, contó, y describió la misa de Juan Pablo II, austera y sobre un altar rústico con una corona de espinas como único adorno. Una experiencia bisagra para su vida. (Fuente: Infobae).