Se amaban pero los miedos siempre eran más fuertes: sólo cuando derribaron los prejuicios alcanzaron la felicidad
INFOBAE::: Viviana Escandarani y Carolina Ruffini. Después de cuatro años de idas y vueltas, fluyó el amor
“Quédate con el que te haga reír y pasar los mejores momentos. Es ahí, siempre”, reflexiona Vivi. “Uno tiene que seguir el instinto y lo que siente; no hay que darse por vencido. Si tenés la mínima sensación de que algo puede ser, tenés que ir por ahí, no hay otra”, sostiene Caro, lo cual luego de conocer su historia se valora más todavía. “Para mí Caro siempre fue mi cable a tierra, la que me guiaba desde su lugar, siempre fue así… hasta el día de hoy”, concluye Vivi, a quien le costó asumirlo durante años.
El punto de inflexión
Vivi empezó a trabajar en el Gobierno de la Ciudad en el 2005. “Yo soy de San Antonio de Padua y tenía una amiga que labura ahí, que se enteró que estaban buscando abogados. Le preguntó a la directora, que resultó ser la amiga de Vivi desde los 18 años, de Miramar, y así entré”, recuerda Caro, que se sumó al mismo equipo en el 2008.
“En ese momento tenía a cargo el área que corregía los escritos a donde entró Caro”, participa Vivi, y sigue, “Siempre te ponen las iniciales para ver quién hizo el escrito, y las chicas tenían la teoría de si venía con la “C” y la “R”, es decir sus iniciales, yo era más benévola”. Caro se mete para aclarar que a Vivi “no la querían mucho porque era medio mala corrigiendo. Entonces si queríamos que saliera algo, sí o sí, lo pasaban a mi nombre”. Pero la realidad es que la paduana tenía talento, “Ella era buena, no sé cuántas veces lo hicieron, pero era realmente buena”.
Lo cierto es que Vivi fue muy generosa con la nueva, “Me enseñó un montón de cosas, los que me recibieron no me ayudaron mucho”, cuenta Caro. La de más jerarquía era empática y se acercaba para explicarle sin segundas intenciones, “Según ella, yo me hacía ‘la linda’. Pero no, alguien le tenía que explicar porque es medio tirano el trato acá”. Sucedía que la amiga que la hizo entrar a Caro no quería que las vieran juntas porque tenía “miedo” de que pensaran que las dos eran gay: “No quería que piensen que me había hecho entrar a trabajar porque salía conmigo”. Si bien en aquel momento Vivi era “bi”, no surgían chismes sobre su identidad pero sí de Caro. “Era muy irónico porque yo sí sabía que era gay, pero no sentía que se me notara demasiado. Creo que fue la faceta más femenina que tuve”, explica entre risas. Entonces era difícil que con esos prejuicios alguien se acercara. Pero a Vivi no le importaron los radiopasillos de oficina, “Todo el mundo creía que nosotras éramos pareja”. Y no.
Las chicas se hicieron amigas casi instantáneamente desde el momento que Caro ingresó. Cansada o influenciada por “lo que hay que hacer”, a los 39 años Vivi le hizo una confesión a su amiga, “Me voy a empezar a portar bien. Para ella portarse bien era salir con un flaco”, traduce Caro. Le presentaron a alguien, el aspirante satisfacía todos los casilleros, “judío, turco, de la cole por todos lados”, y de esos tres “intensos” meses de relación, Vivi quedó embarazada. Aunque cuando se dio cuenta “ya estaba peleada porque el flaco un día piró”. Al enterarse, él Sr. Borrado desapareció y decidió no tener ningún tipo de contacto con la criatura, “Nunca, nunca me llamó”.Viviana, Carolina y Alma
Vivi
Viviana Escandarani nació el 14 de diciembre de 1970 en el ya vacío Hospital Israelita, de Gaona entre Nazca y Terrada, “pero vivía en Ballester”. Con sus otros dos hermanos, todos criados en el seno de una familia judía sefaradí, completaron su escolaridad -jardín, primaria y secundaria- en la misma tradición: “Fuimos al Wolfsohn, colegio de la cole”. Durante diez años estuvo “boyando” en trabajos, viajes y vida “relajada” hasta los 28 que sentó cabeza y se puso a estudiar Derecho. A los 35 años se recibió y entró a trabajar al Gobierno de la Ciudad. En cuanto a su vida personal, tuvo parejas “de los dos bandos”, así lo define. “Hoy por hoy obviamente me identifico mucho más con una mujer, a mí lo que me pasaba era que me enamoraba de la persona, no importa si fuera un hombre o una mujer”. Y para ejemplificar, agrega: “A los 18 estuve por primera vez con una chica”. Aunque a mi inquietud de saber si era algo conocido, sobre todo en la familia, la respuesta fue un contundente “Nooooooo” coreado a duo: “Abiertamente, a nadie”. Y Caro interviene para adelantar parte de la historia, “Salió del closet conmigo, ¡antes de casarnos!”. Aunque algunas pocas amigas sabían, “mi hermano y mis padres recién lo supieron con Caro. Ahí me di cuenta que sí veía un futuro. Hasta ese momento, lo que me pasaba era que vivía muy en el presente”. Y detalla sin pelos en la lengua: “A quién conocía, para mí era el hoy… y que pase el que sigue. Sí, literal siempre fue así”.
Aunque, no tanto. “Tuve sólo un noviazgo largo con el que me iba a casar”, tira de repente como si anunciara la temperatura del día, y ante la sorpresa sostiene: “Tenía todo: fecha, invitaciones y vestido de Cosano… te lo juro, hermoso era”. Empezó a salir con su ex futuro marido a los 30 y tenían planes de casarse sus 33, justo cuando estaba terminando la facultad, “El candidato cumplía con todo: separado, dos hijos, pero era de la cole, turco, todo”, y en “todo” encierra los mandatos familiares con los cuales cargaba. El vínculo se disolvió. “Él era medio celoso con mi parte laboral, le costaba disfrutar mis logros. Empecé a ver signos que me costaba darme cuenta si realmente él quería un futuro conmigo. Sobre todo, no le contaba a sus hijos que nos íbamos a casar”. Le plantó el ultimátum: “Si no les contás chau, no estoy para estar pidiéndote ni rogándote”. Y así, cuatro meses antes de dar “el gran paso”, le dieron la fecha libre al rabino.
“Y ahí sí empecé a salir mucho más con chicas”, subraya Vivi. Tuvo una relación durante un año y “si bien no vislumbraba el futuro, sentía una cierta comodidad que no sentía con los hombres. Con las mujeres me daba cuenta que podía tener una continuidad, no a futuro, pero en lo inmediato podía conectar y estar un tiempo”. Con una “piba” estuvo un año, después meses con otra “y un día me enamoré y dije, ‘hasta que no la conquiste, no sigo adelante’. Así que estuve sola durante un año, la piba nunca me dio bola”, relata y se cuela la voz de Caro, que lanza un “gracias a Dios”. Tal vez en un enojo de desamor, volvió a cruzar de vereda: “Ahí me enganché con el chico que conté antes. Y quedé embarazada”.Caro y su hija Alma
Caro
Carolina Ruffini nació el 6 de mayo de 1979 en Mercedes, provincia de Buenos Aires, y casi toda su vida se desarrolló en San Antonio de Padua: “Me mudé cuando tenía 3 y viví hasta los 30″. Perdió a su padre a los 18 años y se crió con su mamá. “Era una típica familia de inmigrantes, uno italiano y la otra española”, ambos católicos. Tuvo una infancia tranquila, con sus amigas desde el jardín con quienes merodeaban la iglesia del pueblo. “Por suerte en el colegio parroquial religioso no había vacantes, así que fui al otro”, cuenta Caro tímidamente y revela que la religión de su mujer pronto será la suya: “estoy haciendo la conversión al judaísmo”.
“Desde chica sabía que me gustaban las chicas”, confiesa. “Tuve una etapa donde dudé si no me hubiera gustado ser un varón. Había veces que me sentía más afín con eso, y lo fui elaborando. Después creí que me gustaba algún compañero de la clase, pero no”, aclara. “Mis amigas se ríen, porque dicen que los varones que me gustaron no eran demasiado masculinos”, concluye con un guiño. Pero las confusiones tuvieron su final. “Hasta que me sentí súper cómoda siendo mujer, me di cuenta que era sobre mis gustos pero no sobre mí, es decir, que podía ser mujer y que me gustaran las mujeres”, explica. A partir de los 20 años Caro, que siempre había mantenido una melena larguísima, se hizo el corte de Araceli González en La banda del Golden Rocket, y a partir de ahí fue natural para ella llevar el pelo corto. “De casualidad nada más, no por una cuestión de identificación”, señala.
Como Vivi, estudió Derecho, se recibió y entró a trabajar al Gobierno de la Ciudad… y al mundo en general.
La amistad
Caro entró a trabajar a la misma oficina que Vivi el 24 de agosto de 2008, “Me acuerdo puntual. No sé si ella lo registró de la misma manera. Cuando entré, los que eran de planta permanente estaban de paro y los que éramos contratados teníamos que trabajar el doble. Era nueva, no sabía mucho. Tenía que reemplazar a otras abogadas”, recuerda al detalle, como si lo estuviera reviviendo. “Fui a imprimir y estaba Vivi con otra compañera parada, haciendo tiempo, y me dijo, ‘Hola, vos sos la nueva, ¿no?’. Yo le respondí: ‘Ho…hola’”. Y relata cómo se presentan ambas: “Soy Viviana Escandarani, la jefa de control legal, lo que necesités me podés pedir”. En ese momento, admite, “quedé flasheada, me encantó”. Pero no se lo comentó a nadie. Aunque las lenguas pronto comenzaron a esparcirse y hasta advertirle: “ahí no, vas a sufrir como una condenada”. Vivi tenía fama de haber salido con alguien del trabajo que sufrió al ser abandonada.
Igual, para Caro era un amor platónico, no creía que le iba a “dar bola”, y además tenía que averiguar si aquella historia era real. “Para mí era heterosexual. Yo decía, ‘esta mina con esta pinta, imposible’”, resume. Y revela todo lo que vio de su coquetería: “Tenía las uñas arregladas, el pelo, toda femenina. Todos, seamos gays o no, tenemos el estereotipo de lo que son los gays”. Los días pasaban y las chicas iban forjando una amistad: “Me daba una mano enseñándome los sistemas y después ya era cualquier excusa para estar cerca”. Se habían hecho íntimas. “La llamaba todos los días camino al trabajo e íbamos hablando, o al revés: cuando nos despedíamos de la oficina, nos llamábamos e íbamos charlando”, cuenta Vivi. Eran largas charlas porque Caro seguía viviendo en su casa de Padua. Trabajaban a diario juntas pero aún así tenían una mutua necesidad de seguir en contacto, “podíamos charlar todo el día, incluso hasta el día de hoy”.
A los cuatro meses de “la nueva”, llegó el cumpleaños 38 de Vivi: “Venite que invité a unas amigas, así conocés gente del ambiente y te vas adaptando”. Caro, que jamás había frecuentado un boliche gay ni tenía amigos “del ambiente”, a pesar de sus inclinaciones tenía una cabeza mega tradicional, “Tenía la fantasía de Susanita; sabía que en algún momento iba a encontrar a una mujer que me iba a enamorar y que iba a ser con la que iba a estar toda la vida. No me interesaba otra cosa”. Es más: a sus 29 años era virgen: “Sí, virgen de todo”. Así, medio asustada y preguntándose “¿qué voy a hacer ahí?”, aceptó la invitación. “Pero Vivi todavía no me había dicho que había estado con mujeres”. En cambio, Vivi sí sabía de los gustos de Caro, y propuso “venite un ratito antes que charlamos”, y ahí le contó su secreto, sumada a la confesión de que recién se había peleado con una chica que estaba muy enamorada. “Lo positivo que me llevé es, ‘bueno, una posibilidad hay porque salió con una piba’, pero después olvídate de que me dé bola a mí, yo encima no tenía idea de nada”, recrea Caro. Y ahí empezaron a salir mucho. “Fui a la primera fiesta gay de mi vida con Vivi y sus amigas. Un día fuimos a Glam, un boliche, se hizo tarde para volverme en tren a Padua así que, como tantas otras veces, me quedé a dormir en lo de Vivi”. Pero esa no fue una velada más: “Esa noche estuvimos juntas por primera vez”.
El amor
“Estaba re cagada en las patas porque le confesé que no tenía idea de nada. Ella no se hizo mucho problema igual”, cuenta con picardía sobre la noche del 6 de septiembre de 2009, justo al año de conseguir su trabajo.
Lo peor vino después. “Me frizó. Fue atroz”, cuenta apagada. “Al otro día, me saludó con un piquito, me dejó en la parada del colectivo y nunca más…”. Ahí se acordó de la amiga que le advirtió. “Vivi pensó que yo iba a salir al mundo a buscar chicas y a pasarla bien, pero yo estaba re enganchada y quedé ahí, nunca pude salir, quedé flasheadísima, enamorada”. Del otro lado ocurría lo menos pensado: “En realidad yo tenía miedo de engancharme con ella y que un día venga y me plantée que quería conocer el mundo”. Acá es cuando las abuelas dirían: preguntá nena, no supongas.
Pero no la soltaba. “Me costaba jugármela porque sabía que era para toda la vida”. Aunque el frizeo vino más del lado de la intimidad, volvieron a foja cero y siguieron siendo las mejores amigas. “Pasa que, como decía Banana, yo no quería ser su amiga, pero bueno, laburamos juntas, nos veíamos todos los días, entonces empecé a resignar eso, aunque nunca me dejaron de pasar cosas. Siempre quedaba ahí de segunda, en el banco de suplentes, pero en algún momento tenía la sensación de que iba a entrar a jugar el partido: no sabía si pedir el pase libre e irme a otro equipo o seguiré esperando para jugar de titular”. Mientras Caro sufría en silencio, veía a su amor divertirse, hasta que le comunicó que se iba a “empezar a portar bien”. Y se puso de novia con un hombre.
De repente, a Caro la tuvieron que operar de urgencia y Vivi fue quien se ocupó de todo. Intentó cuidarla pero al mismo tiempo se enfermó su mamá y tomó algo de distancia de la situación. “Cuando me reemplazó otra amiga para cuidarla, ese fue el día que concebí a Alma”, su hija. Y aclara: “El flaco este me viene a buscar y ahí fue el ‘descuido’”. A las semanas se peleó con el novio, y enseguida se enteró que “el descuido” ya latía. Le avisó a la otra parte responsable de su embarazo, ofreciéndole un abanico de opciones: “Te tienen que quedar claro dos cosas: no voy a abortar y podés tener la función que quieras en esta historia. Si querés volver conmigo y probar o si querés tener contacto solamente con la criatura”. Lo que siguió fue un “te llamo” que jamás se concretó, “Nunca más volví a hablar con él”, sostiene.El 31 de agosto del 2016, Caro y Vivi se casaron por civil
A la par, Caro, luego de la internación, quedó delicada y no volvió a trabajar por un tiempo. Un día Vivi la llamó y le contó de su embarazo, “Me quedé muda porque ya me había dicho que se había peleado con el flaco”, recuerda Caro. La felicitó, y le dijo: “Vas a tener una nena linda como vos seguramente”. Vivi le explicó la situación y la soledad que sentía: “No sé si el chabón me va a llamar, ¿no me querés acompañar a la ecografía?”.
Caro sintió que el amor por su amiga era más fuerte que la posibilidad de volver a sufrir por no tenerla y la acompañó no sólo a la primera y segunda ecografía: a partir de ahí la empezó a acompañar en todo el proceso, hasta el 16 de noviembre del 2010 que nació Alma.
Aunque no tenían intimidad de pareja, Caro fue tan mamá como Vivi. “El primer provechito lo hizo con Caro”, recuerdan. Pero continuaba siendo “la amiga copada”, porque Vivi seguía teniendo otras parejas. Entonces, cuando la bebé cumplió 6 meses, decidió despegarse. “Siempre me dolió mucho, pero nunca me enojé. Creo que en el fondo sabía que ella no lo hacía con mala intención. Vivi conmigo tenía la pareja perfecta, pero no era la idea de pareja que yo tenía. Por eso nunca me relajaba, porque no quería que pensara que yo estaba bien con esa situación. Yo quería todo”. Hasta que Vivi se volvió a pelear con la ex y otra vez quedó sola con Alma.
Cuando Vivi asumió como jefa de Caro en el Gobierno, tuvieron su primer encontronazo y fue el clic para que dijera “hoy se termina, ya está. No puedo seguir tolerando esto”. Y logró alejarse. “¿Qué hizo la señora?”, pregunta Caro simpática, y contesta: “Se decidió. Ahí se empezó a acercar ella y yo la empecé a ignorar”. Cuanto más se distanciaba una, la otra más se arrimaba la otra. En julio de 2012 Vivi soltó: “Te quiero decir algo”. Caro sufría. “Ay, no, ahora me va a decir que está de novia con la vecina, ya me pasaron todas”, pensó. Pero esa noche las palabras sobraron y sellaron todo con un beso.Para Alma, ahora Caro es "mamá" y Vivi, "mami"
“Vivi tiró toda la carne al asador. Me dijo: ‘Esto es para toda la vida’”, cuenta Caro. “No lo podía creer, no sabía a quién contarle primero”, añade. A partir de ahí fueron una pareja consolidada: “Siempre supe que quería estar con ella, pero sentía que teníamos que pasar por algunas pruebas. Me dí cuenta que no iba a poder vivir sin ella, pero en el buen sentido. Realmente necesitaba este amor”.
Luego vino una larga etapa de negación para la familia Escandarani. “Salíamos desde hacía 3 años pero para ellos era mi amiga”, cuenta Vivi. Y vino el “blanqueamiento”: “Le conté a mi hermano, a mis padres… Mi papá la amaba, me decía, ‘Vos todo lo que tengas que decidir preguntale a Caro porque la tiene clara’”. Ella señala a su padre en particular, porque aunque “estaba de acuerdo con que nos casáramos, dijo que no podía estar presente ese día”. Así, el 31 de agosto del 2016 las chicas se casaron por civil, con fiesta y todo. “Yo me casé de traje, que era mi sueño”, apunta Caro.
Y lo que siguió fue el pedido de Alma, que ya tenía 7 años, a Caro: “adoptame”. “Fue como darle un cierre legal a lo sentimental”, resume. Ahora Alma tiene a “mami” Vivi y a “mamá” Caro, como ella decidió llamarlas, “Y cuando dice ‘má’, no nos damos vuelta ninguna de las dos”, se ríen, felices.
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“Quédate con el que te haga reír y pasar los mejores momentos. Es ahí, siempre”, reflexiona Vivi. “Uno tiene que seguir el instinto y lo que siente; no hay que darse por vencido. Si tenés la mínima sensación de que algo puede ser, tenés que ir por ahí, no hay otra”, sostiene Caro, lo cual luego de conocer su historia se valora más todavía. “Para mí Caro siempre fue mi cable a tierra, la que me guiaba desde su lugar, siempre fue así… hasta el día de hoy”, concluye Vivi, a quien le costó asumirlo durante años.
El punto de inflexión
Vivi empezó a trabajar en el Gobierno de la Ciudad en el 2005. “Yo soy de San Antonio de Padua y tenía una amiga que labura ahí, que se enteró que estaban buscando abogados. Le preguntó a la directora, que resultó ser la amiga de Vivi desde los 18 años, de Miramar, y así entré”, recuerda Caro, que se sumó al mismo equipo en el 2008.
“En ese momento tenía a cargo el área que corregía los escritos a donde entró Caro”, participa Vivi, y sigue, “Siempre te ponen las iniciales para ver quién hizo el escrito, y las chicas tenían la teoría de si venía con la “C” y la “R”, es decir sus iniciales, yo era más benévola”. Caro se mete para aclarar que a Vivi “no la querían mucho porque era medio mala corrigiendo. Entonces si queríamos que saliera algo, sí o sí, lo pasaban a mi nombre”. Pero la realidad es que la paduana tenía talento, “Ella era buena, no sé cuántas veces lo hicieron, pero era realmente buena”.
Lo cierto es que Vivi fue muy generosa con la nueva, “Me enseñó un montón de cosas, los que me recibieron no me ayudaron mucho”, cuenta Caro. La de más jerarquía era empática y se acercaba para explicarle sin segundas intenciones, “Según ella, yo me hacía ‘la linda’. Pero no, alguien le tenía que explicar porque es medio tirano el trato acá”. Sucedía que la amiga que la hizo entrar a Caro no quería que las vieran juntas porque tenía “miedo” de que pensaran que las dos eran gay: “No quería que piensen que me había hecho entrar a trabajar porque salía conmigo”. Si bien en aquel momento Vivi era “bi”, no surgían chismes sobre su identidad pero sí de Caro. “Era muy irónico porque yo sí sabía que era gay, pero no sentía que se me notara demasiado. Creo que fue la faceta más femenina que tuve”, explica entre risas. Entonces era difícil que con esos prejuicios alguien se acercara. Pero a Vivi no le importaron los radiopasillos de oficina, “Todo el mundo creía que nosotras éramos pareja”. Y no.
Las chicas se hicieron amigas casi instantáneamente desde el momento que Caro ingresó. Cansada o influenciada por “lo que hay que hacer”, a los 39 años Vivi le hizo una confesión a su amiga, “Me voy a empezar a portar bien. Para ella portarse bien era salir con un flaco”, traduce Caro. Le presentaron a alguien, el aspirante satisfacía todos los casilleros, “judío, turco, de la cole por todos lados”, y de esos tres “intensos” meses de relación, Vivi quedó embarazada. Aunque cuando se dio cuenta “ya estaba peleada porque el flaco un día piró”. Al enterarse, él Sr. Borrado desapareció y decidió no tener ningún tipo de contacto con la criatura, “Nunca, nunca me llamó”.Viviana, Carolina y Alma
Vivi
Viviana Escandarani nació el 14 de diciembre de 1970 en el ya vacío Hospital Israelita, de Gaona entre Nazca y Terrada, “pero vivía en Ballester”. Con sus otros dos hermanos, todos criados en el seno de una familia judía sefaradí, completaron su escolaridad -jardín, primaria y secundaria- en la misma tradición: “Fuimos al Wolfsohn, colegio de la cole”. Durante diez años estuvo “boyando” en trabajos, viajes y vida “relajada” hasta los 28 que sentó cabeza y se puso a estudiar Derecho. A los 35 años se recibió y entró a trabajar al Gobierno de la Ciudad. En cuanto a su vida personal, tuvo parejas “de los dos bandos”, así lo define. “Hoy por hoy obviamente me identifico mucho más con una mujer, a mí lo que me pasaba era que me enamoraba de la persona, no importa si fuera un hombre o una mujer”. Y para ejemplificar, agrega: “A los 18 estuve por primera vez con una chica”. Aunque a mi inquietud de saber si era algo conocido, sobre todo en la familia, la respuesta fue un contundente “Nooooooo” coreado a duo: “Abiertamente, a nadie”. Y Caro interviene para adelantar parte de la historia, “Salió del closet conmigo, ¡antes de casarnos!”. Aunque algunas pocas amigas sabían, “mi hermano y mis padres recién lo supieron con Caro. Ahí me di cuenta que sí veía un futuro. Hasta ese momento, lo que me pasaba era que vivía muy en el presente”. Y detalla sin pelos en la lengua: “A quién conocía, para mí era el hoy… y que pase el que sigue. Sí, literal siempre fue así”.
Aunque, no tanto. “Tuve sólo un noviazgo largo con el que me iba a casar”, tira de repente como si anunciara la temperatura del día, y ante la sorpresa sostiene: “Tenía todo: fecha, invitaciones y vestido de Cosano… te lo juro, hermoso era”. Empezó a salir con su ex futuro marido a los 30 y tenían planes de casarse sus 33, justo cuando estaba terminando la facultad, “El candidato cumplía con todo: separado, dos hijos, pero era de la cole, turco, todo”, y en “todo” encierra los mandatos familiares con los cuales cargaba. El vínculo se disolvió. “Él era medio celoso con mi parte laboral, le costaba disfrutar mis logros. Empecé a ver signos que me costaba darme cuenta si realmente él quería un futuro conmigo. Sobre todo, no le contaba a sus hijos que nos íbamos a casar”. Le plantó el ultimátum: “Si no les contás chau, no estoy para estar pidiéndote ni rogándote”. Y así, cuatro meses antes de dar “el gran paso”, le dieron la fecha libre al rabino.
“Y ahí sí empecé a salir mucho más con chicas”, subraya Vivi. Tuvo una relación durante un año y “si bien no vislumbraba el futuro, sentía una cierta comodidad que no sentía con los hombres. Con las mujeres me daba cuenta que podía tener una continuidad, no a futuro, pero en lo inmediato podía conectar y estar un tiempo”. Con una “piba” estuvo un año, después meses con otra “y un día me enamoré y dije, ‘hasta que no la conquiste, no sigo adelante’. Así que estuve sola durante un año, la piba nunca me dio bola”, relata y se cuela la voz de Caro, que lanza un “gracias a Dios”. Tal vez en un enojo de desamor, volvió a cruzar de vereda: “Ahí me enganché con el chico que conté antes. Y quedé embarazada”.Caro y su hija Alma
Caro
Carolina Ruffini nació el 6 de mayo de 1979 en Mercedes, provincia de Buenos Aires, y casi toda su vida se desarrolló en San Antonio de Padua: “Me mudé cuando tenía 3 y viví hasta los 30″. Perdió a su padre a los 18 años y se crió con su mamá. “Era una típica familia de inmigrantes, uno italiano y la otra española”, ambos católicos. Tuvo una infancia tranquila, con sus amigas desde el jardín con quienes merodeaban la iglesia del pueblo. “Por suerte en el colegio parroquial religioso no había vacantes, así que fui al otro”, cuenta Caro tímidamente y revela que la religión de su mujer pronto será la suya: “estoy haciendo la conversión al judaísmo”.
“Desde chica sabía que me gustaban las chicas”, confiesa. “Tuve una etapa donde dudé si no me hubiera gustado ser un varón. Había veces que me sentía más afín con eso, y lo fui elaborando. Después creí que me gustaba algún compañero de la clase, pero no”, aclara. “Mis amigas se ríen, porque dicen que los varones que me gustaron no eran demasiado masculinos”, concluye con un guiño. Pero las confusiones tuvieron su final. “Hasta que me sentí súper cómoda siendo mujer, me di cuenta que era sobre mis gustos pero no sobre mí, es decir, que podía ser mujer y que me gustaran las mujeres”, explica. A partir de los 20 años Caro, que siempre había mantenido una melena larguísima, se hizo el corte de Araceli González en La banda del Golden Rocket, y a partir de ahí fue natural para ella llevar el pelo corto. “De casualidad nada más, no por una cuestión de identificación”, señala.
Como Vivi, estudió Derecho, se recibió y entró a trabajar al Gobierno de la Ciudad… y al mundo en general.
La amistad
Caro entró a trabajar a la misma oficina que Vivi el 24 de agosto de 2008, “Me acuerdo puntual. No sé si ella lo registró de la misma manera. Cuando entré, los que eran de planta permanente estaban de paro y los que éramos contratados teníamos que trabajar el doble. Era nueva, no sabía mucho. Tenía que reemplazar a otras abogadas”, recuerda al detalle, como si lo estuviera reviviendo. “Fui a imprimir y estaba Vivi con otra compañera parada, haciendo tiempo, y me dijo, ‘Hola, vos sos la nueva, ¿no?’. Yo le respondí: ‘Ho…hola’”. Y relata cómo se presentan ambas: “Soy Viviana Escandarani, la jefa de control legal, lo que necesités me podés pedir”. En ese momento, admite, “quedé flasheada, me encantó”. Pero no se lo comentó a nadie. Aunque las lenguas pronto comenzaron a esparcirse y hasta advertirle: “ahí no, vas a sufrir como una condenada”. Vivi tenía fama de haber salido con alguien del trabajo que sufrió al ser abandonada.
Igual, para Caro era un amor platónico, no creía que le iba a “dar bola”, y además tenía que averiguar si aquella historia era real. “Para mí era heterosexual. Yo decía, ‘esta mina con esta pinta, imposible’”, resume. Y revela todo lo que vio de su coquetería: “Tenía las uñas arregladas, el pelo, toda femenina. Todos, seamos gays o no, tenemos el estereotipo de lo que son los gays”. Los días pasaban y las chicas iban forjando una amistad: “Me daba una mano enseñándome los sistemas y después ya era cualquier excusa para estar cerca”. Se habían hecho íntimas. “La llamaba todos los días camino al trabajo e íbamos hablando, o al revés: cuando nos despedíamos de la oficina, nos llamábamos e íbamos charlando”, cuenta Vivi. Eran largas charlas porque Caro seguía viviendo en su casa de Padua. Trabajaban a diario juntas pero aún así tenían una mutua necesidad de seguir en contacto, “podíamos charlar todo el día, incluso hasta el día de hoy”.
A los cuatro meses de “la nueva”, llegó el cumpleaños 38 de Vivi: “Venite que invité a unas amigas, así conocés gente del ambiente y te vas adaptando”. Caro, que jamás había frecuentado un boliche gay ni tenía amigos “del ambiente”, a pesar de sus inclinaciones tenía una cabeza mega tradicional, “Tenía la fantasía de Susanita; sabía que en algún momento iba a encontrar a una mujer que me iba a enamorar y que iba a ser con la que iba a estar toda la vida. No me interesaba otra cosa”. Es más: a sus 29 años era virgen: “Sí, virgen de todo”. Así, medio asustada y preguntándose “¿qué voy a hacer ahí?”, aceptó la invitación. “Pero Vivi todavía no me había dicho que había estado con mujeres”. En cambio, Vivi sí sabía de los gustos de Caro, y propuso “venite un ratito antes que charlamos”, y ahí le contó su secreto, sumada a la confesión de que recién se había peleado con una chica que estaba muy enamorada. “Lo positivo que me llevé es, ‘bueno, una posibilidad hay porque salió con una piba’, pero después olvídate de que me dé bola a mí, yo encima no tenía idea de nada”, recrea Caro. Y ahí empezaron a salir mucho. “Fui a la primera fiesta gay de mi vida con Vivi y sus amigas. Un día fuimos a Glam, un boliche, se hizo tarde para volverme en tren a Padua así que, como tantas otras veces, me quedé a dormir en lo de Vivi”. Pero esa no fue una velada más: “Esa noche estuvimos juntas por primera vez”.
El amor
“Estaba re cagada en las patas porque le confesé que no tenía idea de nada. Ella no se hizo mucho problema igual”, cuenta con picardía sobre la noche del 6 de septiembre de 2009, justo al año de conseguir su trabajo.
Lo peor vino después. “Me frizó. Fue atroz”, cuenta apagada. “Al otro día, me saludó con un piquito, me dejó en la parada del colectivo y nunca más…”. Ahí se acordó de la amiga que le advirtió. “Vivi pensó que yo iba a salir al mundo a buscar chicas y a pasarla bien, pero yo estaba re enganchada y quedé ahí, nunca pude salir, quedé flasheadísima, enamorada”. Del otro lado ocurría lo menos pensado: “En realidad yo tenía miedo de engancharme con ella y que un día venga y me plantée que quería conocer el mundo”. Acá es cuando las abuelas dirían: preguntá nena, no supongas.
Pero no la soltaba. “Me costaba jugármela porque sabía que era para toda la vida”. Aunque el frizeo vino más del lado de la intimidad, volvieron a foja cero y siguieron siendo las mejores amigas. “Pasa que, como decía Banana, yo no quería ser su amiga, pero bueno, laburamos juntas, nos veíamos todos los días, entonces empecé a resignar eso, aunque nunca me dejaron de pasar cosas. Siempre quedaba ahí de segunda, en el banco de suplentes, pero en algún momento tenía la sensación de que iba a entrar a jugar el partido: no sabía si pedir el pase libre e irme a otro equipo o seguiré esperando para jugar de titular”. Mientras Caro sufría en silencio, veía a su amor divertirse, hasta que le comunicó que se iba a “empezar a portar bien”. Y se puso de novia con un hombre.
De repente, a Caro la tuvieron que operar de urgencia y Vivi fue quien se ocupó de todo. Intentó cuidarla pero al mismo tiempo se enfermó su mamá y tomó algo de distancia de la situación. “Cuando me reemplazó otra amiga para cuidarla, ese fue el día que concebí a Alma”, su hija. Y aclara: “El flaco este me viene a buscar y ahí fue el ‘descuido’”. A las semanas se peleó con el novio, y enseguida se enteró que “el descuido” ya latía. Le avisó a la otra parte responsable de su embarazo, ofreciéndole un abanico de opciones: “Te tienen que quedar claro dos cosas: no voy a abortar y podés tener la función que quieras en esta historia. Si querés volver conmigo y probar o si querés tener contacto solamente con la criatura”. Lo que siguió fue un “te llamo” que jamás se concretó, “Nunca más volví a hablar con él”, sostiene.El 31 de agosto del 2016, Caro y Vivi se casaron por civil
A la par, Caro, luego de la internación, quedó delicada y no volvió a trabajar por un tiempo. Un día Vivi la llamó y le contó de su embarazo, “Me quedé muda porque ya me había dicho que se había peleado con el flaco”, recuerda Caro. La felicitó, y le dijo: “Vas a tener una nena linda como vos seguramente”. Vivi le explicó la situación y la soledad que sentía: “No sé si el chabón me va a llamar, ¿no me querés acompañar a la ecografía?”.
Caro sintió que el amor por su amiga era más fuerte que la posibilidad de volver a sufrir por no tenerla y la acompañó no sólo a la primera y segunda ecografía: a partir de ahí la empezó a acompañar en todo el proceso, hasta el 16 de noviembre del 2010 que nació Alma.
Aunque no tenían intimidad de pareja, Caro fue tan mamá como Vivi. “El primer provechito lo hizo con Caro”, recuerdan. Pero continuaba siendo “la amiga copada”, porque Vivi seguía teniendo otras parejas. Entonces, cuando la bebé cumplió 6 meses, decidió despegarse. “Siempre me dolió mucho, pero nunca me enojé. Creo que en el fondo sabía que ella no lo hacía con mala intención. Vivi conmigo tenía la pareja perfecta, pero no era la idea de pareja que yo tenía. Por eso nunca me relajaba, porque no quería que pensara que yo estaba bien con esa situación. Yo quería todo”. Hasta que Vivi se volvió a pelear con la ex y otra vez quedó sola con Alma.
Cuando Vivi asumió como jefa de Caro en el Gobierno, tuvieron su primer encontronazo y fue el clic para que dijera “hoy se termina, ya está. No puedo seguir tolerando esto”. Y logró alejarse. “¿Qué hizo la señora?”, pregunta Caro simpática, y contesta: “Se decidió. Ahí se empezó a acercar ella y yo la empecé a ignorar”. Cuanto más se distanciaba una, la otra más se arrimaba la otra. En julio de 2012 Vivi soltó: “Te quiero decir algo”. Caro sufría. “Ay, no, ahora me va a decir que está de novia con la vecina, ya me pasaron todas”, pensó. Pero esa noche las palabras sobraron y sellaron todo con un beso.Para Alma, ahora Caro es "mamá" y Vivi, "mami"
“Vivi tiró toda la carne al asador. Me dijo: ‘Esto es para toda la vida’”, cuenta Caro. “No lo podía creer, no sabía a quién contarle primero”, añade. A partir de ahí fueron una pareja consolidada: “Siempre supe que quería estar con ella, pero sentía que teníamos que pasar por algunas pruebas. Me dí cuenta que no iba a poder vivir sin ella, pero en el buen sentido. Realmente necesitaba este amor”.
Luego vino una larga etapa de negación para la familia Escandarani. “Salíamos desde hacía 3 años pero para ellos era mi amiga”, cuenta Vivi. Y vino el “blanqueamiento”: “Le conté a mi hermano, a mis padres… Mi papá la amaba, me decía, ‘Vos todo lo que tengas que decidir preguntale a Caro porque la tiene clara’”. Ella señala a su padre en particular, porque aunque “estaba de acuerdo con que nos casáramos, dijo que no podía estar presente ese día”. Así, el 31 de agosto del 2016 las chicas se casaron por civil, con fiesta y todo. “Yo me casé de traje, que era mi sueño”, apunta Caro.
Y lo que siguió fue el pedido de Alma, que ya tenía 7 años, a Caro: “adoptame”. “Fue como darle un cierre legal a lo sentimental”, resume. Ahora Alma tiene a “mami” Vivi y a “mamá” Caro, como ella decidió llamarlas, “Y cuando dice ‘má’, no nos damos vuelta ninguna de las dos”, se ríen, felices.
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