ARRESTO DOMICILIARIO CONSENTIDO. Por Daniel de Michele


"Era cierto: el mundo, al fin y al cabo, es plano. No tiene volumen, no se puede tocar, está todo en pantallas: televisores, computadoras, telefonitos varios. Nos dicen que es 3D porque sólo tiene dos dimensiones. Este mundo plano es un relato permanente, historias que nos cuentan sobre nuestra historia. Ahora somos eso". (M. Caparrós, marzo 2002)


El encierro cambia la perspectiva de la mirada humana; pregúntele si no a un preso...

Cuando no podemos saber lo que pasa tras las paredes del encierro sólo queda acudir a otras personas para que nos relaten lo que ocurre. Ya estamos bien formateados en la sociedad del conocimiento, hiperinformados y bombardeados de rutina por noticias de prensa, radio, televisión y sobre todo por las redes sociales.

Caparrós opina que estar libre, implica poner en juego una pequeña dosis de experiencia propia, un poco de información de primera mano en la construcción de nuestro pensamiento y opiniones.

Al desaparecer la opción de ser actor del mundo actual, tener la chance de ver y oír por si mismo lo que ocurre al estar obligados al confinamiento, eso se pierde por completo.

En tal situación, los medios nos explican las cosas que nos pasan, "nos cuentan nuestra historia", como dice Caparrós.

Por alguna razón cuando media nuestra presencia en algún hecho de la realidad y a su vez la prensa cuenta después la historia, siempre nos suena más dramática.
Ahora la presencia del virus, su propia imagen por la TV, ha reemplazado a la de la máquina de contar dólares funcionando a mil por minuto que alimentaba en cada espectador la velocidad de trepada de la inflación. Hoy todo ese espacio de información es del virus y para el virus.

El virus se burla del desarrollo y del dinero, de los yuppies de Nueva York y de los deportistas de élite. Tiene razón Caparrós, el mundo es plano como una pantalla de TV.

La presencia de la muerte, el temor a morir es el peor de los ingredientes que alimenta la razón para el encierro. El pánico no es por contagiarse, sino por morir y no hay a quien culpar por esta catástrofe global única.

Los que nos cuentan nuestra historia acaban de informarnos que continuará el encierro. Y nos cuentan que no se sabe por cuánto tiempo más; debemos permanecer en arresto domiciliario consentido indicado por la ciencia.

He contado repetidamente el tiempo de confinamiento que acumulamos y en nuestro caso debería llamarse cincuentena.

Mi admiración y respeto para la anciana de 86 años que sacó la reposera y se sentó en los jardines de Palermo a tomar sol pues lo necesitaba. Sola a mas de 2 metros de todo, era inofensiva en verdad... ¡Genia!


Daniel de Michele
eljibaro2002@gmail.com


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