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"HAY POSTAS QUE NO TIENEN UN SOLO CABALLO PARA EL SERVICIO PÚBLICO". Por Manuela Chiesa de Mammana

Imagen ilustrativa

El 22 de abril de 1822 desde Concepción del Uruguay le avisan al gobernador Mansilla que en las postas se cobrará lo impuesto por ordenanza y que además ya tiene en su poder el valor de la legua de ida y de vuelta.

A juzgar por los comentarios de los viajeros, las incomodidades, el desorden y la suciedad siguieron imperando en las postas entrerrianas hasta bien avanzado el siglo XIX.

En épocas de guerra se acentuaba la escasez de caballos, la falta de paga y lo que es peor la desnudez de los postillones.

Es significativa la correspondencia donde el maestro de posta le pide al gobierno que sólo le pague con la ropa reglamentaria.

En 1860 el problema continúa. Cecilio Berón de Astrada le escribe desde La Paz a Ricardo López Jordán: "La mayor parte de las postas están totalmente escasas de caballos y hay unas que no tienen un solo caballo para el servicio público; si hasta ahora han podido marchar con alguna regularidad ha sido porque los mismos maestros de postas han puesto en desempeño los caballos de su propiedad".

El complejo proceso político argentino, las disensiones internas, el período de desintegración territorial no permiten hablar de un sistema orgánico en las comunicaciones. Cada estado arbitró los medios para que sus chasquis y mensajeros pudieran actuar con algún margen de seguridad.

Si en tiempos de paz las travesías eran dificultosas, mucho más en tiempo de guerra. Además de las identificaciones oficiales era común que las personas llevaran pasaportes, una especie de nota que facilitaba el paso.

La correspondencia oficial tenía alguna franquicia, pero no se pudo evitar el aprovechamiento que hacían algunos funcionarios de estas franquicias.

Las mensajerías reemplazaron a la carreta primitiva en el transporte de personas. Llegaron a contar con una importante organización de postas para el descanso de los viajeros.

También transportaron correspondencia. Los servicios de mensajerías fueron muy usados por el sistema comercial para distribuir cartas, facturas y almanaques.

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