"LA VIRGEN ME SUSURRÓ". Por Manuela Chiesa de Mammana

Llegando casi a la octava década de mi vida, veo y compruebo que ha quedado en mi pequeña historia un viejo episodio sin contar. 

Entre 1948 y 1950 era común en Villaguay que las familias enviaran a sus hijos a participar del mes de María, llevando algunas flores preferentemente blancas.

Esto sucedía cada 8 de diciembre, fecha en la cual se celebraba la novena. Eran tiempos pacatos, controlados, inseguros. De todos modos la sociedad cumplía con el rito clásico propuesto por la iglesia Católica. Seriedad y austeridad.

Como cualquiera de los niños que asistían a esa novena, me ilusionaba llevar las mejores flores. Fue así como conocí a doña Margarita, una viejecita de faldas amplias y sonrisas constantes. Ella se ocupaba de conducir la fila de niños hasta el altar, donde se depositaban las flores.

Doña Margarita se acercaba a cada uno de los chicos y les preguntaba qué flores habían traído para la Virgen, de un modo cariñoso y sonriente.

En ese entonces, eran muy apreciadas unas pequeñas magnolias, por su perfume y por su tamaño. Los niños que traían esas flores lo hacían en una sencilla canastita de papel. Eran las flores preferidas de doña Margarita, por las cuales fue capaz de dar vuelta el altar solo para olerlas.

Aquel día María Julia, mi compañera de banco, cuidaba las magnolias que había traído para la Virgen, pero, ¡he aquí! que de pronto se le acerca doña Margarita y le dice: - María Juliana, la Virgen me susurró que me des tus magnolias a cambio de este gladiolo blanco".  Corría el año 1948.

(Foto ilustrativa). 

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