Seguinos en Facebook Seguinos en Instagram Seguinos en Threads Seguinos en TikTok Seguinos en Bluesky Escribinos por whatsapp Escribinos por Telegram

Virgilio Martínez, de Mojones Norte y ex combatiente de Malvinas: “EL PUEBLO ARGENTINO RECONOCIÓ NUESTRO SACRIFICIO PERO EL ESTADO NOS OLVIDÓ”

Como cada 2 de abril, el recuerdo a nuestros héroes de Malvinas es permanente. A modo de homenaje, a 39 años de aquel suceso bélico que marcó a fuego la vida de todos los argentinos, EL PUEBLO entrevistó a Virgilio Martínez, un ex combatiente oriundo de Mojones Norte.
 

- ¿Dónde hizo el servicio militar obligatorio?

- Me tocó Infantería de Marina, nos incorporaron en 1981. Primero estuve en el regimiento de Paraná, después en Santa Fe y luego en La Plata durante dos meses, donde realizamos un entrenamiento muy duro. Posteriormente nos llevaron a Río Grande, Tierra del Fuego, donde estuvimos un año. Al finalizar el servicio, nos dieron la baja y, cuando ya habíamos entregado toda la ropa militar y estábamos vestidos de civil esperando el avión para volver a casa, surgió el problema de Malvinas y nos reincorporaron. Nos devolvieron la indumentaria de combate porque había que alistarse para viajar a las islas. El 8 de abril de 1982 a las 5 de la tarde salimos para allá.


- ¿De qué manera se instalaron en Malvinas?

- Tuvimos 45 minutos de viaje, lo hicimos en un Fokker carguero de la Fuerza Aérea, todos sentados en el piso. Desembarcamos en el aeropuerto, después con el equipaje al hombro caminamos 15 km hasta el lugar de destino. Llegamos a las 11 de la noche y dormimos en un galpón de esquila. El frío no era tanto porque después de un año en Río Grande ya estábamos aclimatados y sinceramente, sentí más frío en el continente que en las islas. Al otro día nos mandaron a cada escuadrón a sus posiciones. Yo era comunicante de la compañía Mar, que tenía aproximadamente 200 conscriptos, nos tocó estar a unos 13 km de Puerto Argentino. Junto a otros 3 muchachos estábamos a cargo de las comunicaciones y el apoyo logístico de la compañía comando. Los días iniciales fueron bastantes tranquilos, hasta que llegó el 1° de mayo, cuando se produjo el primer bombardeo. Estábamos instalados en nuestro “pozo de zorro” con los equipos de radio, junto al jefe de grupo (Cabo 2°), el Teniente de Navío de la Compañía Mar y los cuatro comunicantes. Era una especie de cueva, ya que cavamos y con bolsas blancas rellenas de tierra construimos esta “casa mata” debajo de las piedras para estar protegidos.


- ¿Cómo era la relación entre ustedes?

- Entre los compañeros nos llevábamos muy bien y con los superiores normal, hasta que empezaron los bombardeos y la relación se puso tensa. Tuvimos un desencuentro con el Cabo Rolón y como yo me había equivocado con un mensaje me quería estaquear, pero un suboficial no se lo permitió. Ellos eran más cobardes que nosotros, a ese jefe que me quería castigar tuvieron que evacuarlo porque se hizo el enfermo y lo mandaron de vuelta a Río Grande. Nosotros estábamos ubicados en las montañas y frente al mar, el día 1° de mayo a las 4 de la tarde (a las 5 ya estaba oscuro) pasaron tres fragatas inglesas a una distancia aproximada de mil metros y una hora después arrancaron los bombardeos.

- ¿Cómo vivieron los primeros bombardeos?

- Atacaron el aeropuerto y después a nosotros. Fue impresionante la cantidad de cohetes que nos tiraron. Las bombas nos pasaban por arriba de la cabeza, solamente le pedíamos a Dios que nos salve. Tiraban alternativamente a distintas posiciones, cuando dejaban de atacar en un blanco, al rato lo hacían en otro. No teníamos el armamento adecuado para responder a ese ataque. La mayoría de los cohetes picaban y salían hacia arriba, pero otros caían y no explotaban, perforaban la tierra haciendo un pozo tremendo. Si hubieran detonado su carga explosiva creería que no hubiéramos contado la historia. También eran muy peligrosas las esquirlas, es decir los restos del hierro de fundición de las bombas que se desintegraban luego del impacto. A un muchacho un trozo pequeño de metal le pegó en la cabeza y le perforó el casco. En el último combate del 14 de mayo una esquirla de un proyectil cayó a unos 3 o 4 metros de nosotros, recuerdo que hervía de caliente y se enfrió en la nieve.Nuestra posición fue atacada con insistencia porque en esa montaña habían instalado un radar y seguramente ese era el objetivo.

- ¿Cómo fueron los momentos previos a la rendición?

- Nos cambiamos a otro lugar, fuimos al puerto comando de batallón y no llegamos a combatir cuerpo a cuerpo porque nos replegamos de vuelta a la montaña. Querían hacer un contraataque desde ese lugar, pero era imposible porque los ingleses habían tomado todas las alturas y venían ocupando posiciones en forma permanente. Menos mal que ordenaron el cese del fuego porque de otra manera hubiera sido muy feo para nosotros, ya que nos estaban acorralando. La desigualdad de fuerzas era muy importante en favor del ejército británico. Eso lo pudimos comprobar cuando nos tomaron prisioneros, tanto en lo que respecta a armamento, experiencia en el campo de batalla y resto físico. Porque el agotamiento que teníamos era muy grande, estábamos muy flacos, ya que durante los últimos días no comíamos y casi ni podíamos dormir.

- Luego de que los tomaran prisioneros ¿cómo los trataron los ingleses?

- Nos atendieron muy bien en todo sentido, en lo que respecta a comida y al trato, quizás mejor que el que nos daban nuestros propios jefes. Estuvimos 5 o 6 días como prisioneros, hasta el 20 de junio. Entregamos nuestros fusiles y el equipaje, no nos dejaron traer nada, solamente lo puesto. Lo peor ya había pasado, la sensación era de tranquilidad, queríamos volver a nuestra casa.

- ¿Cómo fue el retorno al continente?

- Fuimos casi los últimos en salir de las islas, inclusive hubo rumores de que íbamos a quedar prisioneros en un campo de concentración, lo que generó cierta preocupación. Nos embarcaron en el buque Bahía Paraíso y tras de 50 horas llegamos a Bahía Blanca. De ahí tomamos el avión a Río Grande para ir a buscar nuestras cosas y luego de unos días partimos hacia Buenos Aires. Después, llegué a Villaguay en el tren que iba a Misiones. Al principio extrañé a mis compañeros, porque vivimos momentos muy difíciles juntos. Me costó adaptarme nuevamente a la vida en el campo, pero tranquilo porque estaba de vuelta en mi hogar. Muchos años después nos empezamos a buscar a través de Facebook con los compañeros y gracias a las facilidades que hoy nos brinda la tecnología estamos comunicados. Acá en Mojones, cuando llegamos nos hicieron una cena de bienvenida, a mí y a otro muchacho. La gran mayoría del pueblo argentino reconoció nuestro sacrificio, pero siento que el Estado nos olvidó. Seguramente porque no ganamos la guerra, pero no fue nuestra culpa. Luego de 10 años nos otorgaron pensión pero producto de la lucha y la unión que tenemos a través de los Centros de Veteranos, porque de otra manera no hubiéramos logrado nada. Me comí horas golpeando puertas de las oficinas de diputados y senadores en Villaguay para conseguir un puesto de trabajo en Vialidad tal como me habían prometido. Pero me engañaron, me hicieron gastar hasta el último mango que tenía en colectivo y nunca me dieron nada. Ni siquiera un subsidio para encarar algún emprendimiento o pyme en el campo.

__________

Gran familia

Virgilio Martínez nació en Mojones Norte el 27 de noviembre de 1962. Fue a la escuela hasta 7° grado. Cuando tenía 12 años, su padre falleció y se tuvo que encargar junto a su madre de las tareas del campo. Su familia consta de 8 hermanos (4 mujeres y 4 varones). En 1986 se casó con Alicia Martínez y tuvo 4 hijos: Vanessa (36 años vive en Pergamino, Buenos Aires), Fernando (31, en Paraná), Diego (27) y Valeria (18), que están en Villaguay.

Publicidad